II Domingo despues de Navidad, Ciclo C

San Juan 1,1-18: Respeto en el amor

Autor: Padre Jesús Martínez García  

 

      

“En el principio existía el Verbo,... y el Verbo era Dios... En el Verbo había vida, y la vida era la luz de los hombres... El Verbo era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo... Y el Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros” (Jn 1, 1-10)

El verbo o idea es la palabra mental. Lo que los filósofos griegos llamaron Logos, pensamiento divino, el evangelista Juan lo llama Verbo. Los santos padres desarrollaron este concepto: la imagen intelectual o idea perfecta que el Padre tiene de Sí mismo es otra Persona divina. Y así como la idea se exterioriza en la palabra oral o escrita, la Segunda Persona de la Trinidad se manifestó a los hombres en la naturaleza humana, cuerpo y alma humanos. El Verbo se hizo palabra, se hizo carne, hombre. Es Jesucristo.

No debemos perderlo nunca de vista cuando nos relacionemos con Él en la oración, y sobre todo en la Eucaristía. Jesucristo, Dios, es muy cercano a nosotros, pero tenemos el peligro de perderle el respeto. Si en toda relación de amor humana, el amor presupone el respeto a la otra persona y su dignidad, y respetar el tipo de relación que existe entre ellas (y por eso son distintas las manifestaciones de cariño entre los amigos, los hermanos o los esposos); con Dios también hay unas reglas de juego, para que sea verdadero el amor. Así veían a Jesús en Palestina sus coetáneos: un hombre amable y cercano, pero  la vez le tenían gran respeto, porque un halo de misterio le envolvía. No era un mero hombre.

La oración cristiana se teje con cuatro hilos: adorar, dar gracias, pedir perdón y pedir cosas, que, lógicamente, están presentes en el modo de orar más perfecto, en la Santa Misa. Cuando no se tiene presente la adoración, sabiendo que nos dirigimos a Dios, se acabará perdiendo el sentido de lo sagrado, del misterio. Y finalmente no irá a Misa: por acercarse tanto al altar sin fervor, por tomar la Eucaristía en la mano sin reverencia, por pensar que Jesús es uno más, se acaba pensando que la Misa no es más que una cena entre hombres.

Jesús, luz que ilumina a cada hombre que viene a la tierra, que eres Dios entre nosotros, ayúdame a verte así. Que no me acostumbre a tratarte, que siempre te vea como quien eres realmente.