XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lc 17,5-10. Es gratis

Autor: Mons. Jesús Sanz Montes, ofm 

 

 

Están Jesús y los discípulos frente a frente, y se plantea un tema tan básico como el de la fe. Ellos ven la desproporción entre lo que el Maestro propone y lo que de hecho sus vidas dan de sí. Por eso aquella petición con un humilde rea­lismo por parte de aquellos hombres: “auméntanos la fe”. Es la experien­cia de vértigo ante Alguien grande, ante un maestro diferente en Israel.

Jesús provoca a sus discípu­los de frágil fe, utilizando el recurso de la paradoja: creer hasta lo imposible –trasplante de la morera al mar–. Sin duda quedarían completamente descolocados. Porque creer no es una postura fingida, sino la adhesión de toda la per­sona. La fe que iba deri­vándose como condición para ser discípulo de Jesús, no era una cues­tión periférica para los momentos de apuro y dificultad, sino una fe para todo momento, suceda lo que suceda, pinte lo que pinte: lo que es imposible para vosotros no lo es para Dios.

En segundo lugar, una fe que es un don. La adhesión a Dios que transforma en posibles los imposibles, no es fruto del empeño, ni del noble es­fuerzo, sino una gracia que Dios concede a quien la pide y la acoge. De modo que es impropio ponerle un precio a lo que se ha recibido gratis. Es lo que Jesús explica con el ejemplo del criado del campo: “somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

Hoy a nosotros también nos provoca Jesús, cuando nos asomamos a tantos imposibles como nuestro mundo tiene planteados: violencias, guerras, corrupcio­nes, hambres, inhumanismos, increencia, desencantos... No es un desafío a nues­tra habilidad o estrategia, sino a nuestra fe, porque la solución de nuestros con­tenciosos no pasa simplemente por nuestras estratagemas o ardides, sino por la realización del proyecto de Dios sobre la historia, es decir, el Reino.

Tener fe es adherirse a Dios y a su proyecto, haciéndolo realidad, sueño cumplido y no pesadilla a olvidar. Apasionarse por ese diseño divino, con todo el corazón y con toda la inteligencia. Al final de todo, no podremos esgrimir ante Dios que le hemos hecho un favor por haber creído en Él y haber colaborado en la reali­zación de su proyecto. Y no podremos pasarle factura ni cobrarle honorarios, por­que ser humanos y creyentes es lo que teníamos que ser, para eso nacimos. Sin duda que también nosotros, llegados a este punto de ver cómo es nuestra fe, aca­bamos diciendo aquello de los discípulos: “Señor, auméntanos la fe”.


+ Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca