X Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A.

Mateo 9, 9-13: Recaudador recaudado

Autor: Mons. Jesús Sanz Montes, ofm 

 

 

Hay un transfondo biográfico en el Evangelio de este domingo. Como si el evangelista hubiera perdido por un momento su pudor para permitirnos asomarnos a una escena inolvidable de su vida: el encuentro con aquel Maestro especial que era Jesús. Una de las obras maestras del Caravaggio que se puede contemplar en la iglesia de San Luis de los Franceses, en Roma, es la vocación de San Mateo. Impresiona el realismo en el cruce de miradas entre Jesús y Mateo, el recaudador de impuestos.

No le cita el Maestro en algún ala del Templo, ni en ninguna sinagoga tranquila y apartada. Irrumpe con toda su fuerza en el rincón de un hombre rodeado de lo que diariamente se cocía en torno a sí: sus cuitas, sus colegas, su trabajo, sus trampas, sus sueños también. Caravaggio con gran fuerza, ha representado a Jesús que sencillamente señala a Mateo, el cual, se autoseñala con su dedo como dudando, como sugiriendo que se ha equivocado de puerta Jesús. Pero era él y era a él a quien Jesús buscaba, y lo hacía en la trama de un hombre, con toda su carga de ambigüedad y de luz al mismo tiempo, en donde Dios se adentra, señala y llama, invitando a recorrer otra senda, o a recorrer la misma pero de otra manera.

Al rememorar la vocación de este apóstol, no estamos asomándonos a una historia lejana y ajena a nosotros. Porque es el mismo Dios quien también nos llama a cada uno, por nuestro nombre y en nuestra situación, pero con tantas cosas comunes con aquel bendito Mateo. Los latires de nuestro corazón no palpitan tan diversamente hace dos mil años y ahora, y compartimos igualmente con aquel recaudador de impuestos sorprendido por Jesús, los ensueños de lo mejor y más noble, así como las torpezas de lo peor y más mezquino. En esa trama de hoy, Jesús entrará en nuestros ámbitos para señalarnos con dulzura a nosotros también, sin reproches acorraladores, y fijará su mirada bondadosa para invitarnos a la aventura de andar los caminos que Él hizo pensando en nuestra felicidad, a pesar y aun en medio de los obstáculos y fisuras que el mal uso de la libertad nuestra o de nuestros semejantes pueda complicar casi excesivamente nuestro destino.

Mateo se encontró con Jesús, se dejó encontrar por Él. No tuvo que hacer nada especial, ni limar previamente las aristas oscuras que contradicen la luz diáfana de Dios, sino que consintió que esa luz entrase y sencillamente iluminase. Todo cambió en la vida de Mateo, incluso lo que siguió en el mismo sitio y con las mismas gentes, pero que a partir del encuentro con Jesús fue mirado y abrazado de un modo tan distinto. Toda una gracia que se hace nombre y elección, inmerecidamente, cuando aquellos mismos labios nos dicen hoy y a nosotros lo mismo: ¡ven!


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Obispo de Huesca y de Jaca
Domingo 10º del tiempo ordinario
8 junio 2008