XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 18,21-35: Un perdón desmedido

Autor: Mons. Jesús Sanz Montes, ofm 

 

 

Era realmente hermoso poder contar con una compañía de hermanos, que por amor te corrigen, ofreciéndote un acompañamiento hondo; esa forma de amor que se llama corrección fraterna. Reflexionando sobre la calidad humana que suponía vivir así, los discípulos se preguntaron: sí, perdonar, pero ¿cuánto tiempo, cuántas veces, con quiénes? "Acercándose Pedro a Jesús le preguntó: si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿hasta siete veces?" (Mt 18,21).

No se trataba de limitar el ejercicio de un amor que se abre al perdón, sino de comprender la novedad de la propuesta de Jesús. Porque tanta gente vivía con la "ley del talión": ojo por ojo y diente por diente, que ponía un límite a la venganza, sin causar más daño del que a nosotros nos han podido causar. Y por extraño que parezca esta ley protegía a los culpables del peligro de un abuso desmedido a la hora de penalizar sus errores.

Al proponer Jesús su novedad en un asunto tan cotidiano como el perdón, no les repetirá una ley que, como la del talión, nace como control abusivo de la venganza, sino que Jesús propone una ley que nace de la abundancia del amor, capaz de provocar el estupor: "no te digo hasta siete veces –que era ya mucho en la simbología numérica hebrea–, sino hasta setenta veces siete",es decir, siempre.Jesús pondrá una breve parábola en la que quedaba manifiesta la insuficiencia de todas las leyes del talión, que siempre generan inhumanidad, insolidaridad, una justicia chata y pobre, porque no tiene corazón. Entonces Jesús propone una modalidad extrema de perdón, como extremado fue también su mismo amor. A la pregunta inicial de Pedro: "¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano?", el Señor responderá: tantas como Dios te ha perdonado a ti, es decir, siempre.

Los que andan midiendo los perdones, los que son proclives a la sanción pura y dura, los que "perdonan pero no olvidan"..., no entenderán la propuesta de Jesús: perdonar así como somos perdonados (así rezamos en el Padrenuestro), tratar a los otros tal como Dios nos trata siempre. Por eso, la gran pregunta no es saber hasta dónde puede llegar nuestra generosidad perdonadora, sino cuánta experiencia tenemos de haber sido perdonados por el Señor. ¿No necesita nuestro mundo fratricida que entre en sus calles sople un aire fresco de esperanza que venga ventilado por quienes se saben perdonados por Dios, por quienes han experimentado su misericordia, y que por lo tanto, al igual que el Señor, también ellos perdonen de corazón? 

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Obispo de Huesca y de Jaca

Domingo 24º Tiempo ordinario

14 septiembre 2008