XIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 5, 21-43:
Levantarse de la muerte

Autor: Mons. Jesús Sanz Montes, ofm  

 

La Palabra de Dios de este domingo comienza haciendo una proclama a favor de la vida, diciendo que el Creador ama a su criatura, que no quiere que perezca ni se malogre en ningún sentido (Sab 1,13-15). El hombre de todos los tiempos podrá decir que en esto coinciden tanto el designio de Dios como el corazón humano: ni Creador ni criatura quieren la muerte.

Pero es demasiado evidente la crónica negra que a diario pinta de luto oscuro la realidad de los vivientes. La muerte de tantos modos. Sin embargo, más allá de todas nuestras trampas e incoherencias, seguimos soñando con el proyecto de Dios, tantas veces truncado y censurado: hemos sido creados para la vida y para el amor, para ser felices, dichosos, bienaventurados.

 

Jesús en este Evangelio nos sale al paso para darnos de nuevo la palabra. Él vuelve con los suyos a la otra orilla, tras un viaje de ida que veíamos el domingo pasado en el que se puso de manifiesto la fe tan inmadura de los discípulos. La escena de hoy también nos habla de fe: la de un jefe de la sinagoga, y la de la mujer que sufría hemorragias. Jesús no desea ni el dolor ni la muerte: ahí está su actitud ante el dolor de la enfermedad de una mujer y ante el desgarro de la muerte de la niña.

 

La hemorroísa quedará curada por la fe y también será la fe de Jairo, el padre de la pequeña, la que obtendrá el milagro de su resurrección: “no temas, basta que tengas fe” dirá Jesús a Jairo cuando le comunican el fatal desenlace. Hay un pequeño grupo de personas muy significativas en la casa de Jairo, que pertenecían a la usanza y folklore judíos: los flautistas

y las plañideras. Su labor constituía en crear un ambiente dramático al del por sí drama de la muerte. Al entrar Jesús, estas personas tienen que salir: son incompatibles quienes cantan a la vida y quienes plañen a la muerte.

 

En nuestro mundo de cada día, hay muchas muertes de tantas formas, naturales y artificiales, manifiestas y aterciopeladas, y abundan también las plañideras y flautistas de turno que crean y fomentan el terror, la corrupción en todas sus variantes, la tristeza y el desencanto, pero también hay gente que generan alegría, esperanza, vida. Los testigos de la fe hemos de pedir incesantemente la ayuda del Señor para que desaloje la muerte y a sus músicos y plañideros, y trabajar para que nuestra presencia sea prolongación de la de Jesús, porque la sanación y vivificación de Jesús pasa por nuestras manos a través de las cuales Él bendice, amonesta, acoge y acaricia.

 

† Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Obispo de Huesca y de Jaca

Domingo 28 de junio de 2009