XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 14, 25-33. “El que no renuncia a todos sus bienes…”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:


“El que no renuncia a todos sus bienes…”

Desde un clima de autonomía, autosuficiencia y afirmación personal estas afirmaciones de Jesús pueden resultar escandalosas e insoportables.

No se trata de “un consejo evangélico” para unos cristianos selectos. Es condición indispensable de todo discípulo de Jesús: “Si alguno se viene conmigo…” Ir con Jesús es ser cristiano.

¿Qué es lo que define al cristiano? La opción responsable y definitiva por Cristo y su evangelio es lo que especifica al cristiano, es decir, al discípulo de Cristo haciéndolo diferente en sus criterios y conducta. Esto es lo que le caracteriza y no la mera pertenencia socio-religiosa a la Iglesia. Lo nuclear y constitutivo de nuestra fe no está en unas verdades teológicas, unas normas morales, una ley canónica, una jerarquía institucional, una Iglesia, un Libro revelado, sino en la persona de Cristo que murió y resucitó para salvarnos. El es el Hijo de Dios, la piedra angular de todo el edificio cristiano que sostiene los dogmas, las normas, la jerarquía, la Iglesia, el Libro sagrado, porque solamente Cristo es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6).

¿Qué añade la fe cristiana a la realidad cotidiana de la vida? Llamado el cristiano a participar de la vida de Cristo por el bautismo, “revestirse de Cristo”, en frase de san Pablo (Rom 13,14) ha de conseguir una visión de la vida, del hombre, del mundo y de los problemas humanos bajo la luz de la fe pascual. Un estilo de vida que venza la mezquindad y la desesperación; una paz que se sobrepone a las dificultades y desalientos; una alegría que supere la tristeza y el mal humor, como fruto de la esperanza cristiana. Lo más atrayente es la apertura a los demás, la aceptación indiscriminada, la servicialidad y el compartir con los demás. Las actitudes básicas del discípulo: fe robusta, esperanza alegre y caridad ardiente, constituyen la estructura personal del cristiano, su “vida nueva” en Cristo.

Jesús es radical a la hora de pedir una adhesión a su persona. Esta radicalidad resulta provocativa desde nuestra fe sociológica, desde ese sólo satisfacer “necesidades religiosas”. El seguimiento de Cristo es algo más que “consumir productos religiosos”. Es trabajar con entusiasmo, constancia y humildad para adquirir el estilo de vida exigencia del bautismo. Hay que ser consciente de que somos “vasijas de barro”. Pero seamos conscientes, también, de que Él no nos falla, que “todo lo puedo en aquel que me conforta” (Fil 4,13); que el que permanece unido a Él, como el sarmiento a la vid, dará fruto (cfr. Jn 15,5).

Ser discípulo de Cristo exige una preparación intensa, como la de aquellos que van a construir una casa o comenzar una guerra. Ellos se preguntan por sus posesiones y posibilidades. El cristiano, para seguir a Cristo, se debe preguntar ¿Cuánto me falta para no poseer nada? ¿Qué me separa de la libertad total?

Es cuestión de una seria revisión de la escala de valores. La decisión fundamental de seguir a Cristo excluye las medias tintas, los compromisos, las excusas cómodas, las veleidades, las tácticas. Para seguir a Cristo, para ser cristiano, no para hacer de cristiano, la única exigencia es la renuncia a todo lo que no concuerda con el evangelio y la entrega total al servicio fraternal.