XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 10, 38-42: “María escuchaba su palabra”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:


Lucas 10, 38-42: “María escuchaba su palabra””

“Enséñame a escuchar para que sepa gobernar a mi pueblo” (1 Re 3,9). Esta fue la súplica ferviente, sabia y práctica que el rey Salomón hizo a Dios cuando comenzó a gobernar. Enséñame a escuchar.

Escuchar no es lo mismo que oír. Oír es percibir sonidos, ruidos. Escuchar es prestar atención a lo que se oye haciendo como un vacío dentro de si mismo para captar, no sólo lo que se me dice, sino para acoger también a la persona que se me comunica. Es una aptitud receptiva que supone atención, acogida, manifestando interés por lo que a uno le llega porque algo puede llenarle y enriquecerle.

Frente a la Palabra de Dios sólo hay un verbo: “Escuchar”. Somos, ante todo, indigentes. La expresión más auténtica de nuestro ser es la apertura, cargada de esperanza.

Al decir Jesús que “María he escogido la parte mejor”, no trata de enfrentar a las dos hermanas. Jesús agradece y reconoce todo el trajín de Marta y su afán por agasajarle. Lo que el Señor quiere hacerle descubrir a Marta es que lo importante es gozar de la amistad, disfrutar de la compañía, aprovechar la convivencia, saber estar a gusto con el otro sin complicarse demasiado la vida. Algo aún más importante llenar la vida, la actividad, el trabajo con un sentido más profundo y trascendente que sólo puede descubrirse desde la sincera amistad y escuchando la Palabra.

Vivimos en un mundo cargado de ruidos y agitados por las prisas dando la sensación de que falta tiempo para todo lo que hay que hacer. Así es difícil vivir con paz y sosiego, saboreando la vida. La actividad no debe ahogar al ser. El ser es quien tiene que mover y dar consistencia al hacer. Saber escuchar para orientarse bien en la vida; favorecer unas relaciones más humanas y gratificantes; leer los acontecimientos para que no nos desborden, sino vivirlos con responsabilidad abiertos porque nos pueden señalar metas a conseguir.

En la vida de fe, en la vida cristiana, escuchar para que la acción del Espíritu sea quien oriente nuestra respuesta agradecida a Dios. Para que la actividad por la construcción del Reino esté insuflada y movida por la escucha de la Palabra, y superar el peligro de caer en un activismo porque es mucho lo que hay que hacer en una gran diversidad de campos. La eficacia en la pastoral no está tanto en el hacer, debe primar, también, el ser. Saborear el fundamento de la vida cristiana que es sentirse querido y amado por el Dios Padre que es Amor.

Jesús no hace una contraposición entre la vida activa y la contemplativa: señala el principio de la acción. Los grandes enviados de Dios pasaron por el silencio acogedor de la escucha abiertos encontrándose con la Palabra, y cuando la escucharon emprendieron, no su camino, sino el que Dios les señalaba. Jesús no compara; señala la bondad de una postura. En nuestro mundo, dominado por la acción, se hace urgente y necesario “escuchar”, detenerse ante el otro, ante la Palabra, que dará un nuevo estilo a nuestra vida activa.