XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 10, 1-12. 17-20: “Poneos en camino”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:


Lucas 10, 1-12. 17-20: “Poneos en camino”

San Lucas enmarca toda la actividad pública de Jesús en el camino, en la subida, hacia Jerusalén. Ese camino está indicando una misión, un ir a buscar y una inquietud por difundir el mensaje de salvación para que llegue a todos. Todos los seguidores de Jesús estamos llamados a ese camino desde nuestro ser bautismal. El envío ya no es solamente a los doce, sino a los setenta y dos que los mandó por delante.

El “poneos en camino” es una invitación que nos apremia desde aquel mandato de Jesús: “Id por el mundo entero pregonando la buena noticia a toda la humanidad” (Mc 16,15), y desde “seréis testigos míos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo” (Act 1,8), por aquello de que “Yo os elegí a vosotros y os destiné a que os pongáis en camino y deis fruto, y un fruto que dure” (Jn 15,16). Es la vocación del cristiano que ha de llevar a cabo la misión de la Iglesia cuya vocación e identidad más profunda es evangelizar. “¡Ay de mí, si no evangelizara!”, afirma san Pablo (1Cor 9,16).

Para ese camino “no es necesario llevar nada”, es decir, la tarea de anunciar el mensaje no hay que plantearla, prioritariamente, como cuestión de programas y métodos, cuanto en la calidad y hondura de los enviados. Hay el peligro de improvisar apóstoles, por la urgencia de la misión, con el peligro de quemar vidas. Las prisas por el “hacer” hay que convertirla en prisas por “ser”. El mensajero lo será si hace y mantiene a Cristo como centro de su vida. Una unión de vida y de destino entre Cristo y el discípulo.

La tarea es transmitir, desde la sencillez y la gratuidad, “de balde lo recibisteis, dadlo de balde” (Mt 10,8), un don: la paz, es decir, la dicha total de quien se siente liberado desde el amor de una Dios que es Padre, que no impone nada, sino que se ofrece en plenitud en su Hijo: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo”(Jn 3,16). Tarea que hay que llevarla a cabo desde la constancia, la cercanía y el acompañamiento personal: “No andéis cambiando de casa”. No proponer las propias ideas, sino dar la gran noticia. No es tanto cosechar frutos sino sembrar habiendo preparado bien el terreno, sabiendo compartir lo que se tiene y estando cercano al que sufre conscientes de que esta actitud es garantía del anuncio del Reino.

Sería ingenuo pensar que esta tarea es fácil. El mensaje no es del “agrado” de todos. Se va “como cordero entre lobos”. Hay que contar con el rechazo. Querer compartir el gozo del Evangelio trae complicaciones y molestias, incluso incomprensión y persecución. Pero sin desaliento porque Cristo va por delante: “si a mi me han perseguido, lo mismo harán con vosotros” (Jn 15,20). “Un discípulo no es más que su maestro, ni in esclavo más que su amo” (Mt 10, 24).

Jesús previene contra cualquier género de triunfalismo. Es natural sentir el gozo del éxito de una misión. Pero la verdadera alegría está en saber que “vuestros nombres están inscritos en el cielo”. Lo importante es saberse elegido y querido por Dios y que él cuanta, a pesar de nuestra debilidad, siempre con nosotros.