Solemnidad del Corous Christi, Ciclo C

Lucas 9, 11b-17: “Comieron todos y se saciaron”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:


Lucas 9, 11b-17: “Comieron todos y se saciaron”

La fiesta del Corpus es, sin duda, la mayor expresión de culto externo que el pueblo de Dios tributa a la Eucaristía. Los templos parecen quedarse pequeños, y las plazas y calles de los pueblos y ciudades acogen esa manifestación de piedad en un ambiente festivo.

El texto evangélico de esta fiesta termina diciendo que “comieron todos y se saciaron” . Más, hasta sobraron doce cestos.
Saciarse es quedar hartos y satisfechos. De esas manifestaciones externas de culto a la Eucaristía podemos quedar saciados porque la procesión fue muy bonita, las calles eran un primor de adornos, los cantos salieron a la perfección. Algo así como quedar satisfechos de haber contemplado un hermoso espectáculo. Sin quitarle ningún valor a toda esa manifestación de piedad popular, hay que dar un paso más.
El signo sacramental en la Eucaristía no es “una obra de arte” que contemplamos y admiramos.

Es “una comida”: “Tomad y comed; tomad y bebed”.

Comulgar es mucho más que introducir el pan consagrado en nuestra boca. Comulgamos acogiendo a Cristo en nuestra vida. “Quien come mi carne y bebe mi sangre sigue conmigo y yo con él” (Jn 6, 56). Esta unión vital se traduce en acoger sinceramente a Cristo. Vivir de su verdad, de su espíritu. Ser como Él, vivir y amar como amaba Él.
Comulgar es sentarse con otros en la misma mesa y comer el mismo pan. “Como hay un solo pan, aún siendo muchos formamos un solo cuerpo, pues participamos de ese único pan” (1Cor 10,17). El hombre no come solo para nutrir su organismo. Comer significa para el hombre sentarse a la mesa con otros, compartir, fraternizar, multiplicar el pan del amor y del cariño que a tantos falta. Ponerse del lado de cuantos necesitan el pan de cada día quiere decir empeñarse en que sea realidad en nuestro entorno cuanto el término “pan” encierra: alimento, vivienda, familia, trabajo, cultura, libertad, religión, dignidad personal.
Comulgar es abrir la vida a la esperanza, a la plenitud. “Cada vez que coméis de ese pan y bebéis de esa copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que Él vuelva” (1Cor,11,26). La esperanza no es un concepto; es un modo de ser, es un modo de vivir, es un modo de estar en la vida. La Eucaristía, anticipo del banquete del Reino, nos impulsa a vivir con ilusión y abiertos a todos alimentando del deseo de una fiesta final para todos los hombres.

La celebración de la Eucaristía es “memorial” en el que actualizamos y anunciamos la muerte y resurrección de Jesús. No es sólo recordar y repetir sus gestos y palabras, sino hacer presente el misterio de su entrega para seguir su ejemplo que es el amor y la solidaridad; pasar del signo sacramental a lo significado, que es entrega ilimitada de Cristo; de la ofrenda cultual a la reconciliación con los hermanos; en una palabra, del rito a la vida, es decir, a través de la comunión eucarística hemos de llegar a la comunión de la existencia. Solo así tiene pleno sentido el: “Haced lo mismo en memoria mía” (1 Cor, 11, 26).