IV Domingo de Pascua, Ciclo C

Juan 10, 27-30: “Mis ovejas escuchan mi voz… las conozco… y me siguen”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:


Juan 10, 27-30: “Mis ovejas escuchan mi voz… las conozco… y me siguen”
El breve texto evangélico de este Domingo está dominado por la figura del pastor. Jesús se presenta como el verdadero único Pastor. Sus relaciones con las ovejas se definen a través de unos verbos característicos:

Por parte del Pastor – Conozco, doy la vida y defiendo

Por parte de las ovejas – Escuchan y siguen.

El Pastor se autodefine como el que “conoce” a las ovejas, personalmente, una a una.

Conocer en el lenguaje bíblico, significa establecer una relación profunda de comunicación con la persona. Indica una intimidad bajo el distintivo del amor.
Cuando los primeros cristianos hablan de Jesús como “Buen Pastor” no lo hacen presentándolo como jefe y caudillo de un pueblo, sino para destacar su preocupación por la vida de las personas.

Es capaz “de dar la vida” por los demás, porque su preocupación primordial no fue salvaguardar la doctrina, como hacían los escribas; ni vigilar la moral, como hacían los fariseos; o controlar el culto, como hacían los sacerdotes del templo. Su preocupación fue mostrar el verdadero rostro de Dios, que es Padre, cambiar el corazón de los humanos y desvivirse por la gente, luchar contra el sufrimiento bajo todas sus formas y trabajar por una vida más digna y dichosa para todos, llegando “hasta dar su vida” en este empeño.

Jesús precisa, también, qué significa ser de los suyos: “Escuchan mi voz… y me siguen”.

“Escuchar la voz” es algo más que escuchar la palabra. Comporta una relación más estrecha porque “voz” expresa una llamada, una invitación, con un timbre personal, inconfundible capaz de hacer reconocer a la persona provocando una resonancia interior de comunicación.

“Escuchar la voz” implica una ligazón de pertenencia recíproca que conduce al “seguimiento”, adherirse al Pastor, no con simples palabras y posturas puramente exteriores, sino con la conducta y la vida en su totalidad.

Saber escuchar es uno de los rasgos que caracterizan al verdadero creyente. Desde la escucha humilde, atenta y sincera de Jesús y su mensaje el cristiano ha de comprender y vivir toda su existencia.

Escuchar no es fácil y menos la voz de Jesús y el evangelio. Hay el peligro de dar vida al mensaje de Jesús desde la propia comprensión, con el riesgo de adulterar el contenido de la fe poniéndola en sentimientos y actos externos, y no en la fuerza transformadora del corazón.

Para la escucha fiel de la “voz” de Jesús y del evangelio, es necesario abrirse a la verdad total del mensaje, no acentuando aquello con lo que mejor se sintoniza, o subrayando lo que mejor responde a los propios planteamientos y visión de la vida. Es necesario, también, el diálogo, la confrontación, la complementariedad con otras lecturas hechas por creyentes que viven experiencias cristianas diferentes a la nuestra. Escuchar en la Comunidad y desde la Comunidad. No somos ovejas aisladas, sino formando un único rebaño bajo el cayado de un mismo y único Pastor.