Tomás lo tenía claro. Pretendía conseguir su propia experiencia
pascual desde la verificación de la “realidad” con sus manos y sus
ojos. Como si la verificación científica le llevara al encuentro con
el Señor Resucitado. La experiencia de la fe es el camino para ese
encuentro: “Dichoso los que crean sin haber visto” (Jn 20, 29).
La iniciativa del encuentro siempre la tiene El. Es quien entra,
“estando las puertas cerradas, y se pone en medio de los discípulos”
dominados por el miedo a los judíos. Todo miedo tiene mucho que ver
con la muerte. La resurrección se vive y se hace presente donde se
trabaja por la vida y se combate contra la muerte, dominando todo lo
negativo en la propia existencia y luchando contra todo lo que
deshumaniza y mata al hombre.
Cuando trabajamos por ser más fieles al mensaje de Jesús; cuando nos
preocupamos por dar vida a los que sufren, a quienes están
amenazados en su dignidad y en su vida, estamos testimoniando que
creemos en el gesto resucitador de Dios.
Ya no será la “verificación científica” y palpable de la
resurrección. Es abrirse a la fe que posibilita el encuentro con el
Resucitado, para vivir como resucitados desde la fidelidad en el
seguimiento, desde el servicio, la búsqueda del bien y la verdad, y
desde el compromiso de quien se siente testigo de la vida y del
amor.
La presencia de Cristo vivo lo cambia todo. Arranca el miedo del
corazón, es un derroche de paz y de alegría, e infunde su aliento,
impulso evangelizador: “Como mi Padre me envió, así también os envío
yo” (Jn 20, 21).
El encuentro con el Señor Resucitado tiene su verificación más
auténtica cuando la paz y la alegría se hacen presentes en el
corazón del creyente; cuando una fuerza impulsa a comunicar a otros
lo que se ha vivido y experimentado para ser con Cristo fermento y
sal. Cuando se lucha por superar una vida cargada de conflictos y
enfrentamientos, escogiendo los caminos del diálogo, la comprensión
y el mutuo entendimiento. Caminar por este sendero y gozar de la paz
pascual, el gran don del Señor Resucitado: “Paz con vosotros” (Jn
20, 19.21). Dos veces saluda Cristo resucitado a los suyos con la
paz. Sabe El muy bien que la paz es una de las mayores aspiraciones
del hombre, pero conoce también que su consecución no es tarea
fácil.
Jesús resucitado nos invita a dejarnos guiar por el Espíritu:
“Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20, 23). Espíritu que habita en
nosotros como fuerza renovadora por el perdón para ser también
instrumentos de perdón y reconciliación.
El encuentro con el Señor Resucitado tiene su camino en la fe. Esa
fe hay que vivirla y potenciarla en la Comunidad. Dos veces fue el
saludo de la paz, y también dos veces nos dice el evangelista que
“los discípulos estaban reunidos”. La aventura de la fe tiene un
firme soporte en la Comunidad donde se comparte la vivencia de haber
visto al Señor; donde se celebra su presencia salvadora actualizada
en los sacramentos, y donde se renueva el impulso evangelizador
sabiendo que no estamos solos para llevar adelante la tarea de
comunicar que Cristo ha vencido al mal y a la muerte.