Solemnidad de Cristo Rey, Ciclo C

Lucas 23, 35-43: “Acuérdate de mí cuando estés en tu reino”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal

 

 

Comentario:


Lucas 23, 35-43: “Acuérdate de mí cuando estés en tu reino”

Concluye el año litúrgico en que hemos ido celebrando el misterio de Cristo. Es un camino que recorre y actualiza las etapas de la salvación que tienen una desembocadura obligada: Cristo. No solamente el culto, sino también la espiritualidad, en sus diversas expresiones, la piedad, la moral han de estar orientadas a Cristo y desembocar necesariamente en El. Cristo es el principio y fin de todo: “Por medio de El fueron creadas todas las cosas… todo fue creado por El y para El” (Col 1,16).

Hoy la figura de Cristo es presentada en una dimensión de realeza: Jesucristo rey del universo. ¿Tiene sentido esta fiesta en nuestra sociedad posmoderna, donde el secularismo y el laicismo avanzan a pasos agigantados? Se quiere encerar todo lo religioso en el ámbito de lo privado, cuando no se considera al creyente persona con poca madurez humana y cultural, y a la Iglesia como una institución reaccionaria y totalitaria.

¿Cuál es la postura más humana ante Cristo crucificado, culmen de la cercanía de Dios a los hombres? ¿Puede Cristo, desde la cruz, decir algo válido y concreto a este mundo tan cargado de violencia, tan crispado y manipulado en el que con tanta facilidad se pisotean los derechos humanos de tantos discriminados?

San Pablo muestra la fuerza salvadora de la cruz teniendo de fondo los dos intentos más extraordinarios de salvación de la humanidad: la sabiduría griega y la ley judía:
“Los judíos piden signos y los griegos buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y necedad para los griegos” ( 1 Cor 1, 23-24).

Los griegos pretenden estructurar el mundo siguiendo la lógica de la racionalidad construyendo una sociedad sobre un sector de innumerables esclavos y proscritos. Los judíos pretenden poner justicia en el mundo imponiendo la ley a cuyo amparo los poderosos son los que triunfan y el clasismo se implanta de manera inexorable.

La cruz de Cristo, desde donde reina este Rey insólito, revela otra dinámica:
“En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo y no imputándole el delito” (2 Cor 5,19). No es la dinámica de la lógica humana, ni de la ley, sino la del amor y el perdón; la de la comprensión y la gratuidad; la de la reconciliación y la fraternidad. Ante Pilatos Jesús se declara rey, dejando bien claro que su reino no es como los de este mundo. Para Jesús reinar es servir. Desde esta actitud fundamental las connotaciones de su reino son las que proclamamos en la liturgia de este día: Reino de verdad y de vida; reino de santidad y de gracia; reino de justicia, de amor y de paz. Jesús nunca ha creído en la fuerza y en el poder para establecer una sociedad mas justa, libre y solidaria. Lo importante no es aplastar al otro, sino, desde la comprensión, alargarle la mano para el diálogo y el encuentro.

Jesús muerto en la cruz en actitud de respeto total al ser humano:
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34); “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23, 43), nos interpela para que revisemos nuestras actitudes ante los demás, porque sólo lograremos una sociedad más humana desde el respeto a la dignidad del otro, desde la verdad desterrando toda mentira, y desde el amor que dignifica y enaltece al hombre.