I Domingo de Adviento, Ciclo B
Marcos 13, 33-37:
“Mirad, vigilad pues no sabéis el momento”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal  

 

 

Mirad, vigilad pues no sabéis el momento”

Comenzamos el tiempo de Adviento, momento fuerte del ritmo cristiano. Desde el principio se nos invita insistentemente a la vigilancia y se nos llama a la esperanza, para, en frase de san Pablo “aguardar la manifestación de nuestro Señor Jesucristo” (1Cor 1,7). La invitación a la vigilancia, en el evangelio de este domingo, está personificada en el portero que, en vela, aguarda a que su señor vuelva, no sabiendo exactamente el día ni la hora.

Los destinatarios de esta parábola somos todos los cristianos de todos los tiempos. A todos se nos dice: ¡Velad!, con una vigilancia activa y constante superando el cansancio que puede producir una larga espera. Vigilad aguardando la salvación que nos trae Jesús, salvación que constituye un permanente Adviento, venida del Señor, en los acontecimientos familiares, eclesiales y sociales de cada día. El Adviento no nos invita solo a mirar la primera venida de Jesús en Belén, ni tampoco a la última al final de los tiempos. Recobra importancia la venida constante en el cotidiano vivir, actualización de la venida en Belén y preparación esperanzada de la última.

No es fácil celebrar el Adviento. Por una parte está la situación angustiosa de crisis y recesión económica con todas las secuelas negativas que acarrea. Problemas que angustian a la humanidad: hambre, guerras, pobrezas, paro, violación de derechos humanos… ¿Qué esperanza se puede anunciar en estas situaciones de injusticia y vejación? Por otra parte la publicidad de la sociedad de consumo no llama a la vigilancia ni a la esperanza, sino al afán de tener y gozar una felicidad engañosa y un bienestar efímero y egoísta.

Los grandes problemas, lejos de desaparecer, parece que se agigantan. La culpa no la tiene ni la ciencia ni la técnica que han conseguido logros admirables. El que está mal es el hombre. Es él el que tiene que cambiar ya que ni la ciencia ni la técnica lo hacen más bueno. ¿Pero quién puede hacer más humanos a los hombres y mujeres de hoy, como de siempre, con un sentido acertado en la vida, orientación ética y esperanza a sus esfuerzos?

Dios no es necesario para el desarrollo de la ciencia ni de la técnica. Para esto está la capacidad y el esfuerzo del hombre. Ni tampoco es respuesta y solución a nuestras preguntas y problemas. Esto hay que buscarlo en el diálogo, la colaboración, el respeto y la honradez. Dios creído y acogido, con sinceridad y sencillez, como Padre puede ser estímulo para vivir con sentido; impulso para actuar de manera responsable; horizonte válido para vivir con esperanza transformando así desde el fondo el corazón humano.

Desde aquí tiene sentido el Adviento que hoy comenzamos y nos disponemos a celebrar. Por eso la reiterada invitación que se nos hace a la vigilancia, a estar atentos, a vivir despiertos para acoger la salvación que nos viene en Jesús.

Vivir despiertos es no caer en la indiferencia, sino abrirse a la esperanza. Vivir de manera más lúcida liberándonos de la insensatez del consumismo, despertando el deseo de buscar el bien para todos. Vivir con pasión la pequeña aventura de cada día que sostiene la esperanza y hace la vida un poco más amable. Vivir despiertos significa despertar nuestra fe, buscar a Dios en la vida y desde la vida intuyéndolo muy cerca en cada persona, abiertos y atentos al proyecto de Dios.

En este contexto cobra nueva fuerza la llamada de Jesús: “Vigilad”. Llamada profunda y apremiante en este tiempo de Adviento.