II Domingo de Adviento, Ciclo B
Marcos 1, 1-8:
“Preparadle el camino al Señor!

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal  

 

 

¡Preparadle el camino al Señor!

Es una invitación reiterativa del Adviento. Encontrar el camino acertado y bien acondicionado es garantía de encuentro entre aquellos que se necesitan y se buscan. La invitación de Isaías a preparar el camino pone de manifiesto que es Dios quien sale a nuestro encuentro, y no tanto que el hombre vaya al encuentro de Dios.

En el corazón del hombre se fraguan aspiraciones y deseos expresión de la felicidad que ansía, no siempre encontrando lo que a ella le puede conducir. Ha subido de manera positiva el nivel cultural, vivimos mejor informados que nunca, pero son muchos los que no encuentran un sentido a la vida. Se han acortado las distancias. Hablamos de un mundo globalizado. Físicamente estamos más cerca unos de otros, sin embargo parece que no somos capaces de entablar relaciones estables de comprensión, amor y amistad. Se ha avanzado mucho en la lucha contra el dolor, la enfermedad y el mal. Pero nos sentimos más débiles para enfrentarnos al sufrimiento y a las contrariedades de la vida. Podemos satisfacer necesidades y deseos que hace no muchos años era impensable para muchos: viajar, divertirse, cultivar aficiones, pero crece al mismo tiempo el número de personas insatisfechas.

¿Qué nos pasa? ¿Qué es lo que falla? ¿No estamos acertando? Ciertamente son muchos los esfuerzos que se están haciendo para cambiar estas situaciones angustiosas. Pero, ¿se va a la raíz?

Los cristianos sabemos que Jesús es, antes que nada una Buena Noticia, un acontecimiento feliz que puede cambiar el mundo de la vida. Jesús no es un maestro que viene a enseñar una doctrina; ni un legislador que dicta leyes de obligado cumplimiento; ni un liturgo que presenta ritos y ceremonias para acercarse a la divinidad dándole culto. Sin olvidar nada de esto, es sobre todo una realidad cuya originalidad consiste en anunciar, de manera convencida, que con El se pone en marcha un movimiento para erradicar el mal, la injusticia, el egoísmo, el dolor y hasta la muerte. Es el Reinado de Dios empeñado en la felicidad del hombre, de todos los hombres, cambiando el corazón invitando a comprender y a vivir nuestra existencia de una manera nueva, donde la bondad, la acogida, la liberación, la comprensión, el perdón sean al motor de una convivencia fraterna hecha de justicia, verdad y paz.

El Señor viene, se repite una y otra vez en el Adviento. El Señor se nos acerca con su proyecto del Reino trayendo la salvación que anhelamos y que el hombre no puede darse a sí mismo a pesar de su empeño y esfuerzo. Hemos de preparar el camino. Pero no nuestro camino, sino el camino del Señor, siguiendo al profeta Isaías: “Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino… porque vuestros caminos no son mis caminos” (Is 55, 6-7). Preparar su camino quitando todo egoísmo y superficialidad; buscando espacios para la tranquilidad y la oración; viviendo la esperanza, no con un optimismo barato, ni un consuelo ingenuo, sino sabiendo enfrentarse a la vida desde la confianza radical en un Dios Padre; estando a la escucha de los acontecimientos de cada día porque Dios, su amor y su salvación está viniendo en nuestro trabajo, aspiraciones y luchas, en las alegrías compartidas desde la sencillez y la autenticidad; acogiendo siempre al que se nos acerca porque el otro es un camino seguro por donde llega Dios.

Preparadle el camino al Señor”, tarea apasionante siempre, pero de manera especial en este tiempo de Adviento. Tarea no exenta de dificultades, por eso, junto al entusiasmo y esfuerzo personal, que no falte la súplica confiada de este tiempo: ¡Ven, Señor, Jesús!, unida a la del salmo 24: “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas” (v. 4).