Jueves Santo en la Cena del Señor.
Juan 13,1-15: “Habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal  

 

“Habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo”

“Quítate la sandalia de tus pies, porque el lugar que pisa es tierra sagrada” (Ex 3, 5). Así habló Dios a Moisés cuando se acercaba a la montaña en la que ardía una zarza.

Acercarse al misterio que celebramos en el Jueves Santo no puede hacerse sino desde el despojo de nosotros mismos, sobre todo del egoísmo. El Jueves Santo es, por antonomasia, el día del Amor, y de un Amor “hasta el extremo”, sin límite alguno. La propia experiencia nos dice que en nuestro corazón el egoísmo ocupa un lugar destacado. Hemos de liberarnos de él para vivir lo que celebramos, y que esta celebración nos lleve a un verdadero cambio de actitud.

Amar “hasta el extremo”, no sólo en cantidad, abierto a todos sin exclusión alguna, sino también en calidad. Amor entendido como entrega, servicio, comunión y perdón, y no como puro sentimiento o complacencia. Para que comprendamos la hondura de este amor, Jesús no se limita a meras palabras o manifestación de buenas intenciones, sino que pasa a los hechos para que entendamos bien lo que nos quiere enseñar.

El ambiente de la Última Cena, cena de Pascua, es propicio para manifestar amor tan grande. Cena cargada de recuerdos al celebrar la liberación de la esclavitud y la constitución de un pueblo, donde desaparecen las distinciones y privilegios al ser todos llamados y elegidos por Dios como pueblo de su propiedad (cfr. Dt 7,7). Jesús no teoriza sobre el amor, ama despojándose del manto lavando los pies a los suyos, porque el amor verdadero es servicio distintivo y constitutivo de toda comunidad creyente: “vosotros debéis lavaros los pies unos a otros, os he dado ejemplo”. Es también entrega y lazo de comunión: “Tomad y comed”. Es perdón que rehace por “la sangre derramada para el perdón de los pecados”. Es también exigencia de compromiso como respuesta a tanto amor: “Amaos unos a otros como yo os he amado”.

Solamente si nos despojamos de nosotros mismos entraremos en la dinámica de este amor desde el creer, de verdad, que Dios nos ama, no porque seamos buenos, sino porque Él es bueno, dándonos a su Hijo que es todo Amor y solo Amor. Dejarnos amar por Cristo, dejarnos alcanzar por Él como san Pablo (cfr. Fil 3,12); llenarnos de El que se nos da como alimento, estrechando así nuestra unión vital con El, porque “quien como mi carne y bebe mi sangre sigue conmigo y yo con él” (Jn 6,56). Es necesario sentirse querido, aceptado y salvado por su amor. Así podremos amar de verdad a su estilo, en detalles sencillos de servicio, aceptación, ayuda, comunión y perdón.

Jueves Santo, día del Amor total. Esta es la palabra que resuena en nuestra celebración y que debe de llegar a todos los rincones de la vida, porque los que nos sentamos a la mesa y comemos el mismo Pan, llevamos a cabo el mandamiento nuevo que nos da Jesús: “amaos unos a otros como yo os he amado”. El ha puesto su tienda en medio de nosotros, permanece siempre con nosotros, como prueba de su amor y fidelidad y como garantía de que su fuerza transforma nuestro corazón y así ser también prueba de su amor sin límites, porque intentamos amar como El nos ama.

Amor con amor se paga. Despojados de nuestro egoísmo y afán de suficiencia, limpio el corazón por el amor que Cristo nos tiene, amaremos desde la comprensión y aceptación del otro, siendo mano tendida que se ofrece en ayuda desinteresada, diálogo sencillo y sereno para un entendimiento fraternal, generosidad sin medida compartiendo lo que somos y tenemos, dispuestos siempre a perdonar como queremos que nos perdonen. Es la manera de cumplir el mandamiento del amor que Jesús nos deja como señal de que nos hemos llenado de su Amor.