IV Domingo de Pascua, Ciclo B.
San Juan 10,11-18:
“Yo soy el Buen Pastor”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal  

 

“Yo soy el Buen Pastor”

Estamos celebrando la Resurrección de Cristo,”el que vive” en frase del Apocalipsis (1,18). Vive pero ya no es de este mundo, sino que es glorificado junto a Dios, donde no hay tiempo, ni lugar, pero conservando su humanidad glorificada. Esta glorificación no quiere decir que Jesús se haya alejado de este mundo. Está con nosotros con una presencia real, aunque no física, sino glorificada.

Los cincuenta días pascuales de la liturgia están orientados a la vivencia de esa presencia de Cristo en medio de nosotros. La imagen del Buen Pastor, tan entrañable en aquel entonces, subraya, de manera inconfundible, esa presencia del Resucitado y su acción salvadora.

El Buen Pastor da la vida por sus ovejas como Jesús afirma con claridad: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15,13). Amor que es fruto del conocimiento mutuo entre el pastor y las ovejas:”Yo conozco a las mías y las mías me conocen”. El conocer de la Biblia no se queda en el plano intelectivo o conceptual. Es un conocimiento que crea comunión de vida, relación personal, activa, amorosa y recíproca. En el caso de Jesús con los suyos esta comunión es tan profunda que la compara al conocimiento mutuo que tienen el Padre y el Hijo.

El Buen Pastor orienta, cuida y da verdadera vida no desde unas normas y consejos, sino desde la realidad de una Vida que es Camino y Verdad (cfr. Jn 14,6) fuera de todo lucro personal, sino desde una donación absoluta que busca el bien de la persona amada. La fe en Jesús, Buen Pastor, adquiere una actualidad nueva en una sociedad masificada donde corremos el riesgo de perder la propia identidad quedando aturdidos por tantas voces y reclamos como nos llegan. Se nos imponen hábitos, costumbres, ideas, valores, no siempre orientados a una realización personal y encontrar el sentido de la vida. Jesús llama a las ovejas por su nombre, las conoce bien, va delante de ellas guiándolas por el camino que lleva a la vida puesto que Él “ha venido para que vivan y estén llenas de vida” (Jn 10,10).

La entrega y preocupación del Buen Pastor no conoce límites: “Tengo otras ovejas que no son de este redil, también a esas las tengo que traer”. Para Jesús no hay diferencias, privilegios ni distinciones. Su amor, su verdad, su salvación, es para todos y a todos la ofrece en verdad y con interés. De aquí la preocupación por los que no están en el redil. Mientras nosotros discriminamos, Jesús acoge sin condiciones; mientras señalamos y proscribimos, Jesús busca con mayor interés al que parece descarriado. Esta actitud de Jesús pone de relieve el valor de todo ser humano, por el mero hecho de serlo. La luz de la Resurrección nos ayude a descubrir y reconocer la grandeza del hombre por encima de toda distinción meramente superficial y accidental.

Domingo del Buen Pastor, jornada de oración por las vocaciones sacerdotales, cuya promoción y cultivo es tarea de toda la Comunidad Cristiana. El Buen Pastor se hace presente mediante los pastores, cristianos de fe profunda y madura, dispensadores desinteresados de los misterios de Dios, animadores de la Comunidad que presiden en la caridad, profetas que anuncian y denuncian, servidores de la misión que la Iglesia recibió de Cristo y signo de unidad entre los hombres cercanos a todos y solidarios, de manera especial, con los más pobres y sufren.

En comunión con Cristo resucitado y con nuestros pastores hagamos que la luz y la fuerza de la Resurrección lleguen a todos y especialmente a los que viven más en la oscuridad y el abandono.