XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 6, 7-13: “Que llevaran para el camino un bastón y nada más"
Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal
“Que llevaran para el camino un bastón y nada más”
Equipaje más ligero imposible. Los medios para la misión que Jesús recomienda a
los suyos no pueden ser más escasos, y eso que la misión es importante: predicar
la conversión “con autoridad sobre los espíritus inmundos”, es decir, sobre
todas las fuerzas del mal.
La misión no era propiamente poner en marcha una institución, con todo lo que
conlleva de organización y recursos. Ni siquiera enseñar una doctrina mediante
una buena pedagogía. Era anunciar la Buena Noticia de la salvación que, aceptada
con sinceridad y sencillez, procuraría un verdadero cambio de conducta.
El Evangelio debe ser anunciado por aquellos que saben vivir con sencillez y han
experimentado la fuerza transformadora del mensaje, convirtiéndose en hombres y
mujeres que conocen el gozo de caminar en la vida libres de las ataduras de las
cosas.
Los progresos alcanzados por la técnica, la complejidad de la sociedad que nos
ha tocado vivir exigen muchos medios y grandes organizaciones para lograr éxito.
Todo esto tiene su lado positivo, pero en ello no está el secreto de la
felicidad, porque no es suficiente planificar mejor, utilizar el último invento,
ni pagar más para logar mejores comodidades y mejor nivel de vida. Muchas veces
esos logros son a costa de la persona que se explota, se manipula y se le
ignora. Por encima de los medios, aún los más avanzados, está la persona humana,
toda persona humana.
Cuando Jesús envía a sus discípulos a anunciar la Buena Noticia con un bagaje
tan escaso y elemental, nos está diciendo que es la persona con su testimonio y
convicción la que tiene la fuerza que haga creíble y aceptable lo que transmite.
No es que no se tengan en cuenta los medios que tenemos a nuestro alcance, sino
que ellos, por sí solos, no bastan si no son utilizados por los que viven
aquello que predican. Quienes viven una vida sencilla y comprometida, una
solidaridad generosa y una coherencia entre lo que dicen y viven, son los que
anuncian de verdad la conversión que necesita nuestra sociedad.
El hombre de hoy es cada vez más indiferente a lo importante en la vida. Apenas
le interesan las grandes verdades de la existencia. Lo que más le atrae es
disfrutar de la vida, pasarlo bien, con una resistencia a aceptar normas de
comportamiento que parecen señalar terrenos vedados, sustituyendo los valores
humanos por los intereses de cada uno.
En este ambiente hay que anunciar la conversión impulsada por valores, actitudes
y comportamientos que nos hagan más humanos. Para el enviado “ni el pan, ni la
alforja, ni el dinero, ni una túnica de repuesto” han de ser su preocupación
para la eficacia de su misión. Es su convicción, su vivencia y testimonio, junto
a la experiencia de comunión y comunidad, porque no es enviado en solitario,
sino “de dos en dos”, lo que le habilita para obrar con fuerza y libertad,
consciente de que no será bien recibido por todos. Ir como Jesús, libres de
todo, apoyados en la fuerza del mensaje y del Espíritu, con la ilusión de que
ofrece una fuerza, una luz y una esperanza que da sentido a la vida, y abre
horizontes de gozo interior y felicidad serena.