XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6,1-15:
“¿Qué es esto para tantos?”

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal  

 

“¿Qué es esto para tantos?”

La situación que nos pinta el evangelio de este domingo se da, por desgracia, también entre nosotros. Mucha gente necesitada seguía a Jesús. Hoy son millones de seres humanos que no tiene lo más necesario para subsistir. ¿Qué hacer para resolver el problema de tanta penuria y necesidad?

En el relato evangélico una primera sugerencia ya se presenta cómo inadecuada: “Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo”. La solución no está sólo en el dinero. Se reparten muchos millones y no todos quedan satisfechos con lo que le ha tocado. Se ofrecen ayudas, más o menos generosas, pero son ineficaces para atajar de raíz el problema. Los sumergidos en la necesidad no pueden “comprar pan”, porque “comprar pan” significa que hay alguien que dispone de alimentos que solo cede imponiendo un precio y unas condiciones que aumentan su poder sobre los necesitados.

Son muchas las organizaciones de carácter humanitario y caritativo que, de manera voluntaria y desinteresada, tratan de paliar muchas necesidades. Pero no llegan a todos.

Jesús orienta hacia una solución distinta que no crea dependencias de agresión y explotación. Solución sencilla que no consiste en repartir o en dar limosnas, sino en compartir con los necesitados lo que tenemos, aunque sea poco: “cinco panes de cebada y un par de peces”.

Para que ese compartir sea de verdad, hay un detalle en la narración evangélica que nos de la clave para una actitud sincera y eficaz. Sobre los panes y peces Jesús “dijo la acción de gracias”, y luego los repartieron llegando para todos y hasta sobró en abundancia.

La acción de gracias es reconocer que nuestros bienes son un regalo de Dios Padre a la humanidad al servicio de los hermanos. Con la acción de gracias Jesús como que restituye a Dios los bienes de la tierra orientándolos a su verdadero destino toda la humanidad, ya que los bienes de la tierra no han de ser causa de discordias, enfrentamientos y explotación, sino que han de servir para crear una mayor fraternidad y comunidad.

Este es el camino que ofrece Jesús ante la situación angustiosa de la gente que le seguía, y ante la catastrófica de tantos millones de seres humanos que no tiene qué comer. Puede parecer utópica, pero es la que nace de la paternidad de Dios que a todos nos hace hermanos, solidarios los unos de los otros. ¿Por qué no intentar llevarlo a la práctica dentro de las posibilidades de cada uno?

Es san Juan quien subraya el carácter eucarístico de la multiplicación de los panes y de los peces. La Eucaristía debe ser para el creyente una invitación constante a crear fraternidad y a vivir compartiendo lo nuestro, aunque sea poco. Cuando no se vive la solidaridad, ni se trabaja por cambiar las cosas, ni se ve el esfuerzo por compartir los problemas de los necesitados, la celebración de la Eucaristía queda vacía de sentido. El pan de la Eucaristía nos alimenta para el amor y no para el egoísmo. Nos impulsa a la comunicación y solidaridad para no desentendernos los unos de los otros.

A veces nos preocupamos de pequeñeces rituales en la celebración de la Eucaristía. Por otra parte poco parece preocupar la celebración de la Eucaristía que no es signo de verdadera fraternidad ni impulso para buscarla. ¿No tendremos que revisar la celebración de “nuestras” Eucaristías?