XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6, 41-51:
“Yo soy el pan vivo bajado del cielo”.

Autor: Padre Joaquín Obando Carvajal  

 

“Yo soy el pan vivo bajado del cielo”.

A lo largo de su vida pública Jesús tuvo que soportar toda una serie de críticas por su mensaje y manera de actuar. En su mismo pueblo, sus paisanos, le rechazan y se escandalizan de Él, hasta el punto de querer despeñarlo desde un barranco a la salida del pueblo. (cfr. Lc 4, 28-29)

Al afirmar que El “es el pan bajado del cielo” los judíos le critican. Es signo de contradicción, la “bandera discutida” de que hablaba el anciano Simeón (cfr. Lc 2,35).

Cuando cura enfermos, da de comer a una multitud hambrienta le buscan y le siguen con insistencia e interés. Cuando presenta, en cambio, una manera nueva de enfocar la vida, expone unos criterios que piden un serio cambio de actitud, ya no todos aceptan lo que dice y enseña, porque es necesaria una seria conversión. No basta con la fidelidad a unas prácticas religiosas o guiarse por un sentimiento más o menos piadoso que no siempre tiene una clara influencia en la vida. Nos contentamos con lo externo no pasando al verdadero cambio de actitud que es la verdadera conversión. Estamos perdiendo capacidad para escuchar a Dios, porque llenos de ruidos, avidez, posesiones y autosuficiencia, no sabemos percibir la presencia de quien nos habla en lo íntimo de nuestra conciencia, no escuchando su llamada que nos busca, ocultándonos de su mirada amistosa e inquietante. Preferimos “otros dioses” con quien vivir con más tranquilidad.

La clara afirmación de Jesús que El es “el pan bajado del cielo”, el “pan de vida”, es criticada y rechazada. Jesús se presenta, una vez más, como el Salvador que ofrece una manera nueva de orientar y valorar la vida. Nos interesa vivir y vivir bien, pero no es fácil encontrar el verdadero secreto de esa vida que anhelamos.

Jesús, con toda claridad, afirma: “Os aseguro: el que cree tiene vida eterna”. No habla aquí Jesús de una vida ilimitada en el más allá. Trata de una vida nueva, en profundidad, lejos de la rutina, la vaciedad y la monotonía por encima de lo fácil y lo meramente placentero, porque lo válido es realizarse como persona, vivir con autenticidad y responsabilidad De una vida libre de ataduras que engañan y esclavizan ofreciendo disfrutes pasajeros, impidiendo la satisfacción y el gozo de vivir con sentido sabiendo lo que significa ser persona humana responsable de una tarea y misión que nos realiza y sirve a los demás porque somos un ser sociable.

Creer en Jesús es aceptarle a El, fiarse de El, seguirle con fidelidad. Los cristianos creemos que la manera más auténtica de vivir como hombres es la que nace de una adhesión a Jesús de manera consciente y gozosa. Ser cristiano significa ser hombre, no un tipo de hombre, sino el hombre que Jesús presenta y va creando en quien se fía de El.

Para esta tarea Jesús se nos da como “pan de vida”. Su presencia entre nosotros es donación total, como el alimento que necesitamos para vivir. Es unión vital que fortalece y une porque el “pan” es para todos. Ese pan es Él mismo: “el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”. Carne es toda la realidad de su persona, de su amor, de su verdad, de su proyecto no centrándose sólo en el individuo que lo acepta y acoge, sino que se abre a toda la humanidad porque ha venido a instaurar un Reino de amor, justicia y paz. De aquí que cuando celebramos la Eucaristía y comulgamos, se nos envía a llevar a nuestro mundo lo que hemos celebrado y vivido, siendo constructores de paz y solidaridad para que vaya siendo realidad la vida nueva, la convivencia fraternal que Jesús quiere para todos.