Domingo XX del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

   

ü Lecturas:

o   Profeta Jeremías 38, 4-6. 8-10

o   Carta a los Hebreos 12, 1-4

o   Lucas 12, 49-53

 

ü El texto que acabamos de escuchar puede producir desconcierto, ya que pone en labios de Jesús expresiones radicales que no se armonizan con la imagen tradicional de un Profeta que pronunció admirables discursos sobre la paz, el amor, los niños y la naturaleza.

 

ü A lo largo de la historia, la imagen de Jesús ha sido objeto de numerosos intentos de distorsión por parte de aquellos que quisieran ponerla al servicio de sus intereses particulares. Así, por ejemplo, los partidarios del status quo, que quieren que las cosas no cambien, presentan a Jesús como una especie de hippie enamorado de los paisajes con un discurso genérico sobre el amor y la reconciliación. El evangelio de hoy nos recuerda que la misión de Jesús fue muy diferente, como lo veremos a continuación.

 

ü Para comprender el alcance de este texto hay que tener, como telón de fondo, el anuncio del Reino de Dios, que es la  gran propuesta que Jesús viene a inaugurar. El Reino de Dios no es una teoría sino que es una propuesta de valores frente a la cual hay que tomar decisiones.

 

ü Cristo se entregó apasionadamente a esta tarea. Es lo que nos comunica cuando afirma “fuego he venido a traer a la tierra, y ¡cómo desearía que ya estuviese ardiendo!” Su propuesta es radical, apasionada, exige asumir posiciones, comprometernos.

ü Las palabras de Jesús en el evangelio de hoy nos recuerdan la profecía del viejo Simeón. Cuando José y María llevaron a Jesús al Templo para cumplir lo establecido por la ley y para que se vinculara formalmente a la asamblea de los creyentes, Simeón anunció que ese niño estaba puesto para que muchos en Israel cayeran y se levantaran, y que sería signo de contradicción… El evangelio de hoy está en esa misma línea pues sus  palabras sacuden a muchos.

 

ü Ciertamente Jesús es mensajero de paz, en cuanto es portador de una invitación que va a las raíces de la convivencia humana – pero no anuncia una paz cualquiera -:

o   Hay personas que están dispuestas a aceptar cualquier cosa con tal de evitar un conflicto. Guardan silencio ante las injusticias, no desenmascaran las mentiras,  cierran los ojos ante las prácticas deshonestas.

o   La paz que nos ofrece Jesús no es el resultado de tapar y tapar. Se trata de una paz que se construye sobre la justicia y el derecho.

o   Obviamente, semejante propuesta es incómoda para los intereses de muchos, quienes preferirían una religión desconectada de la vida diaria, que se  refugia en los ritos y que anestesia a sus fieles con el incienso y los cantos.

o   El Reino de Dios nos exige transformar las estructuras que son un obstáculo para el desarrollo integral de los seres humanos.

 

ü Los creyentes no podemos asumir el cómodo papel de simples espectadores, sino que somos corresponsables de la obra creadora de Dios y debemos hacer visible en la sociedad la buena  noticia de Jesús resucitado con todas las transformaciones que ello implica.

 

ü Recordemos cómo los creyentes han pagado un alto precio al enfrentarse a los poderes establecidos:

o   Juan Bautista, último profeta del Antiguo Testamento y precursor de Jesús, fue decapitado porque denunció el comportamiento escandaloso de Herodes.

o   Los cristianos de los primeros siglos derramaron su sangre porque rehusaron adorar la estatua del emperador como si fuera un dios.

o   La Iglesia se opuso a los caprichos de alcoba de Enrique VIII, de Inglaterra, lo cual desató una cruel persecución  y produjo una división eclesial que llega hasta nuestros tiempos.

o   Se cuentan por miles los mártires de los regímenes comunistas y fascistas. Estas mujeres y hombres prefirieron sacrificar sus vidas antes que llegar a acuerdos inaceptables para sus conciencias.

 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. El mensaje de Jesús no puede tomarse como un anestésico. Su palabra exige asumir posiciones, las cuales chocan con los antivalores ampliamente extendidos en la sociedad. Asumamos el costo de ser consecuentes con nuestras creencias.