VI Domingo de Pascua, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

ü Lecturas:

o   Hechos de los Apóstoles 8, 5-8. 14-17

o   I carta de San Pedro 3, 15-18

o   Juan 14, 15-21

 

ü La liturgia de este tiempo de Pascua nos narra las diversas experiencias de Jesús resucitado vividas por sus inmediatos seguidores. El sentimiento dominante en la comunidad era la alegría pues Jesús había triunfado sobre la muerte. Su proyecto no había fracasado.

 

ü Pero ellos sabían que Jesús, en su nuevo estado, regresaría junto a su Padre después de haber cumplido con la misión que le había sido confiada. Era, pues, natural  que ellos se preguntaran cómo continuaría el proyecto de la construcción del Reino.

 

ü Antes de comentar los anuncios que Jesús hace a la comunidad, y que serán motivo de alegría y serenidad, quiero detenerme en unas palabras de Jesús que aparecen al comienzo y al fin del texto evangélico que hemos escuchado. Al comienzo dice: “Si me aman, guardarán mis mandamientos”. Y al final repite: “El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré en él”:

o   Esto significa que los discípulos deben mostrar con hechos que es sincero su deseo de estar cerca de Jesús y de permanecer en comunión con él.

o   Esta sinceridad se prueba mediante el cumplimiento de sus mandamientos. Las palabras deben estar acompañadas de hechos.

o   Ahora bien, cuando Jesús habla de mandamientos, no está utilizando un lenguaje jurídico. Cumplir los mandamientos significa acoger en la fe las palabras de Jesús, dejarse guiar por ellas, trazar el proyecto personal de vida en concordancia con el  de Jesús.

 

ü Ahora los invito a profundizar en el contenido del anuncio que Jesús hace respecto al futuro. Aunque habrá una separación física, ciertamente no los abandonará. Les da como regalo al Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, quien estará junto a ellos y en ellos:

o   “Yo le pediré al Padre que les dé otro Defensor que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad”.

o   Jesús usa la palabra “Paráclito” para referirse al Espíritu Santo. Se trata de una palabra griega que significa abogado, defensor, maestro y guía, consolador.

o   Estos diversos significados de la palabra griega “Paráclito” nos permiten comprender el alcance de la tarea que va a cumplir el Espíritu Santo: será la presencia de Cristo junto a los cristianos, mientras Jesús permanece junto al Padre.

o   El Espíritu Santo es el gran regalo de Jesús resucitado. Su presencia en medio de la comunidad inaugura una nueva era en la vida de ésta.

o   La presencia del Espíritu en los creyentes es la nueva forma de vivir el Señor resucitado entre sus discípulos. El Espíritu mantendrá unida a la comunidad y la impulsará para que lleve la buena noticia a todos los rincones de la tierra. El Espíritu Santo genera una dinámica misionera de apertura a todas las razas y culturas.

 

ü Jesús parte, pero no abandonará a los suyos:

o   Veamos cómo expresa el binomio partida – presencia: “No los dejaré desamparados, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero ustedes me verán, y vivirán, porque yo sigo viviendo”. Se abre, pues, un nuevo capítulo en la historia de la salvación.

o   El primer capítulo fue el de la promesa de salvación, de la cual fue depositario el pueblo de Israel.  El segundo capítulo  fue el de la existencia histórica de Jesús.

o   El tercer capítulo se abre con la resurrección de Cristo y el don del Espíritu Santo. Se trata de una presencia diferente,  real y no simplemente simbólica,  de Jesús dentro de la comunidad. Este tercer capítulo es el de la Iglesia, y tiene como protagonista principalísimo al Espíritu Santo.

o   La Iglesia es el sacramente de Cristo, es decir, es su presencia y la continuación de su acción salvadora. La vida divina continúa distribuyéndose entre los creyentes mediante la proclamación de la palabra de Dios y la participación en la vida sacramental.

ü El  apóstol  Pedro, consciente de esta realidad nueva que se abre para los seguidores de Jesús,  los exhorta para que compartan la alegría de de lo que han recibido: “Glorifiquen en sus corazones a Cristo Señor y estén siempre prontos para dar razón de su esperanza a todo el que la pida”.

 

ü Dar razón de la esperanza es contar a los demás este anuncio de vida frente a una cultura de la muerte; dar razón de la esperanza es decir al mundo que no caminamos solitariamente hacia la nada, sino  que caminamos en comunidad hacia Dios, fuente de la verdad y del amor.

 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. No permitamos que nos dominen el desánimo  y el cansancio en la lucha de todos los días. El Espíritu Santo, regalo del resucitado, es nuestro compañero de viaje. Pidámosle que nos dé la sabiduría para tomar las decisiones adecuadas y que permanezcamos fieles en el camino emprendido inspirados siempre en el proyecto de Jesús.