III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü  Lecturas:

o   Profeta Jonás 3, 1-5- 10

o   I Carta de San Pablo a los Corintios 7, 29-31

o   Marcos 1, 14-20 

ü La liturgia de hoy gira alrededor de la conversión, que es una invitación para cambiar el estilo de vida:

o   En la primera lectura, tomada del profeta Jonás, los habitantes de la ciudad de Nínive reconocieron sus pecados y cambiaron sus costumbres ante las palabras del profeta quien les anunció que  su ciudad, joya de la arquitectura antigua, sería destruida por causa de su comportamiento.

o   En el relato evangélico, Marcos recoge las palabras de Jesús: “El reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el evangelio” 

ü La palabra “conversión” suena extraña a los oídos de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, porque la asociamos a realidades negativas:

o   Para algunas personas, la palabra “conversión” significa pasar de una vida llena de sensaciones emocionantes  y experiencias de todo tipo a una vida aburrida y rutinaria. Se piensa que quien se convierte debe renunciar a la alegría de vivir y opta por una existencia  opaca.

o   Para otras personas, la palabra “conversión” significa regresar al pasado, volver sobre los propios pasos, como si tuviéramos que reversar  para tomar el buen camino.

o   Personalmente, no me gusta esta comprensión de la “conversión” como un regreso al pasado. La considero una nostalgia malsana por los tiempos idos. Hay muchas personas que toman como punto de referencia el ayer.

o   No podemos devolver el reloj del tiempo. El pasado quedó atrás: recordemos los momentos positivos que nos brindó y aprendamos de los errores que cometimos.

o   Por eso debemos evitar el uso del verbo “recuperar”; con frecuencia hablamos de “recuperar valores” como si el ayer fuera un paraíso  que perdimos y tratamos por todos los medios de regresar a él.

o   No hablemos de “recuperar valores”. Hablemos, más bien, de “descubrir valores” que nos permitan actuar responsablemente en un mundo que avanza a velocidades de vértigo.

o   Pongamos nuestra mirada en el futuro. No se trata de recuperar un pasado idealizado. La propuesta que nos hace Jesús es construir un futuro inspirado en los valores que Él nos propone. 

ü El llamado a la conversión que nos hace Jesús no es un volver atrás sino que es una invitación a cambiar porque tenemos, delante de nosotros, una situación absolutamente nueva, el reino de Dios. “El reino de Dios está ya cerca. Arrepiéntanse y crean en el evangelio”.

o   El reino de Dios era la gran expectativa del pueblo de Israel, que esperaba poder y gloria. Jesús sorprendió a todos con su anuncio, pero modificó las expectativas de poder que acariciaba un pueblo resentido que estaba  bajo la opresión de los romanos.

o   El reino, que constituye la esencia de la predicación de Jesús, no es otra cosa que la presencia de Dios dentro la humanidad para liberarla de todo aquello que la deshumaniza y esclaviza. Jesús anuncia la buena nueva de la cercanía de un Dios que se preocupa por cada uno de los seres humanos y busca su felicidad.

o   En este contexto, la “conversión” no es un volver atrás sino un mirar hacia delante para ajustar nuestra manera de juzgar y actuar al proyecto de Dios sobre el hombre. 

ü Esta transformación radical que exige la irrupción de Dios en el mundo no puede ser el resultado de una simple decisión humana de cambio. Solos no podemos. Estamos terriblemente condicionados  por el egoísmo, por la rutina… Necesitamos la gracia de Dios para escribir un guión diferente de nuestra vida, guión que debe  inspirarse en el plan de Dios. 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. La llegada del reino, que no es otra cosa que la cercanía de Dios, exige un cambio drástico que, en el vocabulario bíblico, se llama “conversión”. Como no se trata de un acto puntual y aislado, sino de un camino que debemos recorrer, necesitamos tener claridad sobre las diversas etapas que lo conforman: 

o   Lo primero que debemos hacer  es reconocer que necesitamos la gracia de Dios para podernos abrir a la propuesta de salvación que se nos ha revelado en Jesús. Solos no podemos hacer nada.

o   Con actitud humilde debemos emprender una cuidadosa revisión de nuestras negatividades (en la familia, en el trabajo, en las relaciones con los demás). Con honestidad. Sin disculpas. Sin maquillajes.

o   Una vez que tengamos claridad sobre nuestras negatividades, debemos priorizar. ¿Cuáles son aquellos 2 ó 3 aspectos negativos de mi vida que más impacto destructivo están teniendo?

o   La razón de esta priorización es muy sencilla: como no podemos trabajar simultáneamente en muchos frentes, debemos concentrar nuestras energías en modificar lo que es realmente importante.

o   Este proceso de la “conversión”, que nunca termina, implica oración – reflexión – acción.