V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü Lecturas:

o   Libro de Job 7, 1-4. 6-7

o   I Carta de San Pablo a los Corintios 9, 16-19. 22-23

o   Marcos 1, 29-39 

ü El texto evangélico que acabamos de leer nos permite avanzar en el conocimiento de Jesús pues nos ofrece una descripción de lo que era un día típico en su vida. Su jornada iba alternando encuentros con los enfermos, catequesis y tiempos de oración. Este relato de la curación de la suegra de Pedro es un ejemplo, entre muchos, de su preocupación por el sufrimiento humano. 

ü La labor terapéutica o curativa de Jesús se dirige al ser humano integral, pues no solo curaba las dolencias físicas sino que igualmente actuaba en lo más profundo del ser humano (sus tristezas, dramas interiores, esclavitudes o dependencias) 

ü A lo largo de los siglos, la Iglesia ha continuado el ministerio terapéutico o curativo de su fundador. Lo hace acompañando espiritualmente a los enfermos con la oración, llevándoles la comunión y ungiéndolos con el óleo santo. Igualmente, la Iglesia gestiona incontables  instituciones de salud, en particular para atender a la población más vulnerable. Todos hemos sido testigos del trabajo generoso de innumerables profesionales de la salud, religiosas y religiosos, voluntarios que se dedican a acompañar a los enfermos y a hacer más llevadera la dura experiencia del dolor. 

ü Ciertamente, la investigación biomédica ha obtenido conquistas espectaculares, que significan calidad de vida y bienestar para la población. Sin embargo, las enfermedades forman parte de nuestra condición humana; son compañeras inseparables de nuestro caminar. Por eso los profesionales de la salud no deben interpretar la muerte de su paciente como un fracaso personal. La muerte no es el fracaso del médico o de la enfermera sino un desenlace natural; y estos profesionales pueden acompañar para que este final sea digno y humano.

ü La venida de Cristo produce un cambio de perspectiva frente a la enfermedad:

o   Hasta entonces, el pueblo de Israel la consideraba como un hecho religioso. Recordemos el relato de la curación del ciego de nacimiento. Los discípulos preguntan a Jesús: “Maestro, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?”. Jesús desmonta esta interpretación de la enfermedad como castigo de Dios. La enfermedad es un hecho natural; hay que buscar su explicación y la solución en el campo de las ciencias naturales.

o   La enfermedad como hecho biológico puede ser una magnífica oportunidad para encontrar a Dios. Abundan los ejemplos. Recordemos a Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas. Como soldado que combatía bajo las banderas del rey de Castilla, fue herido por una bala en la ciudad de Pamplona. En su larga recuperación leyó vidas de santos, revisó lo que había sido su vida hasta entonces e inició un nuevo proyecto al servicio del evangelio.

o   La experiencia de la enfermedad nos ayuda a madurar pues nos da la oportunidad de revisar nuestra escala de valores, nuestra red de relaciones familiares y sociales. Es un alto en el camino  para hacer un corte de cuentas.

o   Los seguidores de Cristo sabemos que nuestras enfermedades, unidas al sacrificio de la Cruz, tienen un valor redentor. Esta lectura del valor del sufrimiento, hecha desde la fe en Jesús, cambia la valoración de los ancianos y enfermos. Para el creyente ellos no constituyen una carga improductiva sino una fuerza espiritual impresionante pues nutren con su oración silenciosa la actividad evangelizadora de la Iglesia. 

ü La atención que Jesús prestaba a los enfermos debe estimular nuestra reflexión sobre el cuidado de éstos. Recordemos que el cuidado de los enfermos no es tarea exclusiva de los profesionales de la salud. Cerca de nosotros siempre hay alguien a quien atender: un hijo, los papás, los abuelos…

o   Lo primero que reclama el enfermo es la atención médica adecuada. Hay que reconocer que el país ha hecho avances muy significativos en cuanto al acceso a los servicios de salud. Sin embargo, los desafíos siguen siendo descomunales.

o   Además de la atención científica, hay que ser muy delicados en cuanto al respeto de la dignidad del paciente. El enfermo es ante todo un ser humano – no simplemente un caso más – con una dignidad sagrada que no depende de su Plan de atención (Sisbén o platino…)

o   El enfermo tiene derecho a que se le informe de su situación y  de sus posibilidades. Esta comunicación exige una pedagogía muy fina que tenga en cuenta la situación emocional del enfermo, su nivel cultural, su capacidad de entender y de tomar decisiones.

o   Es frecuente que los familiares, con la mejor intención, engañen al enfermo y urdan una “conspiración de silencio” impidiéndole expresar sus preocupaciones, curar heridas afectivas, arreglar sus asuntos económicos, etc.

o   El mejor aporte que les podemos hacer a los enfermos es acompañarlos. No se trata de largas visitas que dejan extenuado al que las recibe. Se trata de una compañía discreta, silenciosa, llena de afecto. 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. El relato evangélico de Marcos nos permite conocer cómo se desarrollaba un día normal en la vida de Jesús: curaciones de enfermos, catequesis sobre el reino de Dios, espacios de oración. El interés particular de Jesús por los enfermos nos hacer reflexionar sobre el significado de la enfermedad, así como sobre las actitudes básicas para el acompañamiento de estas personas.