VI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü  Lecturas:

o   Libro del Levítico 13, 1-2. 44-46

o   I Carta de San Pablo a los Corintios 10, 31; 11, 1

o   Marcos 1, 40-45

 

ü El domingo anterior el evangelista Marcos nos describía cómo era la agenda ordinaria de Jesús. Durante su jornada se alternaban las reuniones en las que explicaba la buena noticia del Reino, sus diálogos  y curaciones con los portadores de diversas enfermedades, y los amplios espacios que dedicaba a la oración. Esto nos permite comprender el lugar tan destacado que ocupaban los enfermos dentro de su ministerio apostólico.

 

ü El texto del evangelista Marcos que acabamos de escuchar muestra la forma como Jesús se comunicó con un enfermo de lepra, a quien curó y reintegró a la vida religiosa y social dentro de la comunidad.

 

ü Para poder entender la profundidad de esta acción de Jesús, es necesaria una breve explicación  sobre la manera como el pueblo de Israel interpretaba la enfermedad.

 

ü Empecemos por afirmar que cada cultura vive la enfermedad de manera diferente. La enfermedad no es solo un hecho biológico. Es una experiencia que el enfermo vive e interpreta según el modelo cultural de la sociedad en que vive. Pensemos, por ejemplo, en la cultura anglosajona; en ella, la enfermedad pertenece al ámbito privado y, en consecuencia, se maneja con gran discreción. Por el contrario, en las culturas latinas la enfermedad es un hecho  que repercute en las relaciones familiares y sociales, y muchas personas se sienten convocadas alrededor del enfermo y de su familia; abundan las visitas, las llamadas por teléfono, los arreglos florales y las canastas de frutas… Tenemos dos culturas – la anglosajona y la latina – y dos maneras de  vivir la enfermedad.

ü Según la cultura de Israel, Dios está en el origen de la salud y de la enfermedad. Por eso creen que una vida saludable es resultado de la bendición de Dios, y que  la enfermedad es un castigo  por algún pecado público u oculto.

 

ü Los enfermos, considerados como apartados de Dios por alguna razón misteriosa,  suscitaban nerviosismo dentro de la comunidad. Por eso, algunas enfermedades iban acompañadas de exclusión social. Dentro de la mentalidad israelita, las enfermedades implicaban un triple sufrimiento: el sufrimiento físico propio de la enfermedad como hecho biológico, el sufrimiento moral por sentirse apartados de Dios, y el sufrimiento social por la imposibilidad de participar en las actividades sociales y religiosas de la comunidad.

 

ü Después de iluminar el contexto cultural, entremos a analizar la situación del protagonista del relato evangélico de hoy:

o   El relato gira alrededor de un leproso. Es importante  decir que la palabra “lepra”, tal como aparece en la Biblia, no corresponde a lo que la medicina moderna conoce como la “enfermedad de Hansen”.

o   En la Biblia, la palabra “lepra” describe un conjunto de enfermedades de la  piel que resultaban repugnantes a la vista y a cuyos portadores la gente evitaba.

o   La tragedia de estos enfermos no sólo consistía en el sufrimiento físico, sino también en la humillación de sentirse sucios, repugnantes, rechazados por la gente y excluidos de todas las reuniones.

o   Volvamos a leer el texto que aparece en la primera lectura de hoy, tomada del libro del Levítico: “El que haya sido declarado enfermo de lepra, traerá la ropa descosida, la cabeza descubierta, se cubrirá la boca e irá gritando: ¡Estoy contaminado! ¡Soy impuro! Mientras le dure la lepra, seguirá impuro y vivirá solo, fuera del campamento”. Una normativa cruel, violatoria de los derechos humanos y que sería objeto de una acción de tutela…

o   Lo  que más preocupaba a la comunidad no era tanto el contagio sino el riesgo de quedar “impuros”, lo cual les impedía participar en las actividades del culto.

o   El drama social que  nos plantea este texto evangélico es el de la exclusión. En nuestra época, con tantos avances en ciencia y tecnología, siguen presentes estos prejuicios sociales que pretenden aislar del cuerpo social a aquellas personas que manifiestan ciertas patologías – pensemos en los portadores del VIH/Sida - , o muestran algunas conductas inapropiadas. Se cree que la exclusión es la solución para esas situaciones.  Estos prejuicios son alimentados por la ignorancia y por la hipocresía.

o   Estas realidades tan crueles nos permiten comprender la carga emocional que hay detrás de la petición del leproso: “Si tú quieres, puedes curarme”. Ser curado significaba la superación del dolor físico, del drama moral de sentirse alejado de Dios y la inclusión en la comunidad.

 

ü Jesús, que había roto tantos paradigmas, vuelve a escandalizar a los presentes y hace el gesto sorprendente de tocar al enfermo: “Sí quiero; sana”. No pensemos que este gesto le resultó fácil a Jesús, pues desde niño  había sido educado dentro de la cultura de su pueblo, que rechazaba a estos personajes. Superando el fastidio natural, Jesús entró en comunión física y espiritual con ese enfermo.

 

ü Los mensajes de este relato evangélico son muy claros:

o   Jesús nos está diciendo que el amor al prójimo no es un discurso etéreo  sino que tiene que expresarse de manera concreta y en las condiciones extremas.

o   Jesús está desenmascarando las hipocresías sociales que nos hacen mirar con desprecio a ciertos sectores de la sociedad.

o   Tomemos conciencia del drama de exclusión que viven tantos hermanos nuestros para los cuales están cerradas las puertas de la educación, de la salud, del trabajo; la sociedad les está impidiendo el ejercicio de unos derechos básicos  que emanan de su dignidad sagrada como personas.

 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. Al meditar en la actuación de Jesús con el  leproso, pidamos la gracia de reconocer nuestros prejuicios de todo tipo; que tengamos abiertos el corazón y la mente para interactuar con nuestros hermanos dejando a un lado las apariencias, los olores desagradables,  los estratos sociales, los apellidos. Delante de Dios todos somos iguales.