II Domingo de Cuaresma, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü Lecturas:

o   Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18

o   Carta de San Pablo a los Romanos 8, 31-34

o   Marcos 9, 2-10 

ü La liturgia de este domingo propone a nuestra consideración el relato de la Transfiguración de Jesús. Se trata de un texto de gran fuerza descriptiva, con imágenes llenas de colorido propias del género literario de las “teofanías” o manifestaciones de Dios. 

ü Nuestra meditación estará centrada en un solo aspecto, las palabras que pronuncia el Padre en medio de un escenario majestuoso:

o   Nos dice el evangelista Marcos: “Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: Este es mi Hijo amado; escúchenlo”

o   Estas palabras constituyen una confirmación  de la identidad de Jesús como Hijo amado, así como una ratificación de su ministerio apostólico; es presentado como el Maestro por excelencia de la humanidad.

o   El imperativo verbal “escúchenlo” está  cargado de autoridad. No quedan dudas: Dios Padre, quien durante siglos había enviado a numerosos anunciadores de la promesa, finalmente envía a su Palabra hecha carne.

o   Pero es mucho más que una orden. Se trata de un maravilloso regalo: Jesús es el camino, la verdad y la vida; escuchándolo y ajustando nuestro proyecto  a sus enseñanzas no nos equivocaremos en el camino de la felicidad. 

ü ¿A quiénes se dirigen estas palabras?  En primer lugar, se dirigen a los tres discípulos – Pedro, Santiago y Juan -, testigos privilegiados de esta manifestación del poder de Dios. Igualmente estas palabras se dirigen a toda la humanidad, pues la buena nueva de Jesús no está circunscrita al estrecho escenario de una cultura particular, sino que está dirigida a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que busquen honestamente la verdad. 

ü Es claro el mandato del Padre: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”. Pero, ¿cómo podemos escuchar la voz de un personaje histórico del cual nos separan dos mil años? ¿Cómo podemos tener acceso a las palabras del profeta de Galilea nosotros, navegantes del ciberespacio?  

ü Antes de entrar en el complejo asunto del CÓMO, debemos decir que hay que crear las condiciones favorables que permitan esta comunicación. Sólo será posible en la medida en que creemos un silencio interior; la voluntad del Padre, que nos es asequible a través de su enviado Jesucristo, sólo podrá ser percibida en el silencio de la oración.  

ü Si nosotros vivimos inmersos en el bullicio de los negocios y en el torbellino de los compromisos sociales, será imposible este encuentro con la Palabra viva de Jesús. Cada día debemos dedicar unos minutos a dialogar con él. Necesitamos favorecer estos espacios de paz, reflexión e interioridad. 

ü Una vez que hayamos creado estas condiciones de silencio interior, podremos escuchar al Hijo amado del Padre, que nos habla, en primer lugar, a través de la conciencia. Cada vez que la conciencia critica una actuación nuestra o nos sugiere realizar una buena acción, es Jesús mismo que nos habla a través de su Espíritu. 

ü Pero la sola conciencia no es suficiente, ya que puede ser engañada por percepciones falsas o puede ser amordazada por el egoísmo. Por eso la conciencia debe ser iluminada por las enseñanzas del Evangelio. 

ü Jesús nos conduce a las entrañas mismas del misterio de Dios a través del lenguaje sencillo y profundo de las parábolas. En ellas descubrimos la oferta de amor y gracia que Dios nos hace. Y a través de sus milagros descubrimos el rostro misericordioso de Dios que transforma en alegría y esperanza el dolor de los enfermos y excluidos de la sociedad. Dejemos que penetre en nuestro corazón cada una de las palabras del Evangelio. 

ü Jesús también nos habla a través de las enseñanzas de la Iglesia, que ha recibido la misión de dispensar la gracia a través de los sacramentos, la liturgia y la predicación. No veamos a la Iglesia como una estructura burocrática que está lejos de nosotros; sintámosla como una gran familia, dentro de la cual tenemos asignadas unas responsabilidades.  

ü Hasta este momento hemos dicho que Jesús nos habla a través de la conciencia, de los Evangelios y de la Iglesia. Su voz resuena igualmente en la infinita variedad de formas y colores de la naturaleza, en la complejidad del macrocosmos y del microcosmos, en la sonrisa de los niños… Su voz resuena por todas partes; hay que crear las condiciones que nos permitan escucharla. 

ü Así como hemos explorado aquellas realidades o escenarios en los cuales podemos escuchar las palabras de Jesús, Hijo amado del Padre, tenemos que desenmascarar aquellas mediaciones equivocadas:

o   Dios no se manifiesta a través de los adivinos ni del horóscopo  ni  de la carta astral. Es sorprendente que personas cultas tomen delicadas decisiones simplemente porque la posición de los astros, interpretada por unos charlatanes, así lo sugiere.

o   También hay que ser escépticos  frente a las revelaciones privadas, los mensajes celestiales, las apariciones y voces del más allá. En la mayoría de los casos son resultado de perturbaciones mentales o invenciones de "avivatos"  que quieren explotar la fe ingenua de algunos creyentes. 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. En medio de los ricos contenidos teológicos del relato de la Transfiguración, hemos centrado nuestra reflexión en las palabras del Padre: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”. Hagamos lo que esté de nuestra parte para crear una atmósfera de silencio interior que nos permita escuchar las palabras de Jesús. Busquémoslo donde podemos encontrarlo: en la intimidad de nuestra conciencia, en la meditación de la Biblia, participando  en la vida de la Iglesia. Y no caigamos en la trampa de los adivinos comerciantes de ilusiones, ni abramos los oídos a los mensajes de las falsas apariciones y revelaciones.