V Domingo de Pascua, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü Lecturas:

o   Hechos de los Apóstoles 9, 26-31

o   I Carta del apóstol Juan 3, 18-24

o   Juan 15, 1-8 

ü El tema de fondo que nos plantea el evangelio de hoy es la importancia que reviste para el cristiano la comunicación personal con Jesús. Si esa comunicación falla, languidece la vida de fe. 

ü Jesús, comunicador y pedagogo de altísimos quilates,  expone este complejo asunto de manera sencilla, acudiendo a imágenes tomadas de la agricultura:

o   “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer”

o   Recordemos que Jesús hace sus catequesis en una cultura en la que las uvas y el vino pertenecían a la vida cotidiana. Por eso quienes lo escuchaban entendían muy bien el mensaje que Él quería transmitirles al afirmar que Él era el tronco de esa planta y nosotros las ramas o sarmientos.

 ü Para un agricultor es fundamental hacer un cuidadoso seguimiento de la productividad de su cultivo: ¿cómo se están desarrollando las plantas?, ¿han sido víctimas de alguna plaga?, ¿la producción es de buena calidad? 

ü En este relato de la vid, se analizan dos posibilidades: las ramas o sarmientos que han dado buenos racimos de uvas, y las ramas o sarmientos improductivos. Y a las que no han producido buenos resultados, el viñador las corta y con ellas alimenta una fogata.  

ü En este lenguaje simbólico de Jesús, ¿qué significa dar frutos? Cada uno de los miembros de la comunidad debe madurar como persona y como creyente, y tiene una misión que cumplir. 

ü El sarmiento o rama que no produce frutos describe la situación de aquellas personas que quedaron inmovilizadas en una lamentable mediocridad; no han crecido interiormente, no han madurado en sus relaciones con los demás, su egoísmo les impide  proyectarse hacia la comunidad y muestran poco interés  por los valores del espíritu. Estas personas son las que no han producido frutos. 

ü Las personas familiarizadas con las actividades del campo o quienes aman la jardinería conocen lo importante  que  es podar las plantas; al cortar las ramas inútiles se fortalece la planta porque puede aprovechar a plenitud la savia que la nutre.  

ü Pues bien, con frecuencia los acontecimientos difíciles de la vida hacen una especie de “poda”.  Son una especie de “poda” pues nos ofrecen la oportunidad de revisar nuestras prioridades, nos obligan a analizar con cabeza fría los valores a los cuales dedicamos todas nuestras energías. Las crisis nos dan una oportunidad para rectificar el rumbo, cambiar prioridades, descubrir que los que considerábamos valores importantes no valen la pena… Cuando afrontamos las dificultades con espíritu positivo nos purificamos y maduramos. 

ü En esta catequesis sobre la vid y los sarmientos, Jesús invita a sus discípulos y a sus seguidores de todos los tiempos a construir una sólida relación con Él:

o   Esta unión con Jesús tiene un punto de partida,  que es el bautismo, mediante el cual entramos a participar de su Pascua. Y desde ese momento hasta el encuentro definitivo con Él, podemos avanzar en esa comunicación.

o   La participación en la vida que nos comunica Jesús se realiza a través de diversos canales: los sacramentos, la oración personal, la lectura de la Biblia, la liturgia, las obras de solidaridad con los más necesitados, etc. Es un proceso que dura  toda la vida; siempre es posible avanzar en el conocimiento  de Jesús y profundizar en su relación. 

ü En este largo proceso de construcción de una sólida relación con Jesús debemos evitar caer en la trampa de una espiritualidad cerrada, intimista. No olvidemos que el primer mandamiento – el amor a Dios – y el segundo mandamiento – el amor al prójimo – son inseparables. Nuestra espiritualidad debe llevar el sello del servicio; de lo contrario, estaremos desenfocados. 

ü En el evangelio de hoy Jesús nos dice: “sin mí nada pueden hacer”. Este mensaje debe cuestionar la cultura contemporánea que quiere prescindir de Dios en nombre de la ciencia. Ciertamente son enormes las posibilidades de la ciencia, pero ésta tiene sus límites. Ella no puede calmar la sed de infinito que llevamos por dentro. Las preguntas sobre el sentido de la vida no se resuelven en un laboratorio; para eso no sirve la Biología Molecular. No olvidemos las palabras de Jesús: “sin mí nada pueden hacer”. 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. De una manera muy crítica examinemos nuestra productividad, no en términos económicos, sino en términos existenciales: ¿cuáles son mis frutos de amor?, ¿cuál es mi cosecha de felicidad?, ¿cómo estoy contribuyendo a la construcción de un mundo más justo y solidario? Revisemos cómo funciona nuestra relación con Jesús, y recordemos que sin Él nada podemos hacer…