XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü Lecturas:

o   Profeta Isaías 35, 4-7

o   Carta del apóstol Santiago 2, 1-5

o   Marcos 7, 31-37 

ü El evangelio de este domingo nos narra la curación de un personaje  que tenía serias limitaciones para comunicarse, pues era sordo y tartamudo. Este milagro solamente aparece en el evangelio de Marcos. 

ü La escena se desarrolla en la región de la Decápolis, tierra de paganos. Jesús se conmueve ante el drama que vive este hombre, y lo saca del aislamiento en que había estado durante muchos años. 

ü Las limitaciones auditivas son frecuentes entre la población. Y este problema se acentúa con la vejez. Quienes las padecen se aíslan del grupo y se vuelven irascibles; los que viven junto a ellos pierden la paciencia pues tienen que estar repitiendo y deben hacerlo con un volumen muy alto… ¡Una situación incómoda para todos! Jesús, sensible ante el dolor humano, interviene  para librar a este hombre del aislamiento en que estaba. 

ü Hay personas incomunicadas del mundo exterior por razones fisiológicas; tal es la situación que nos describe el evangelio de hoy. Afortunadamente la medicina ha hecho grandes avances y existen soluciones que eran impensables hace algunos años; uno de los desarrollos más fascinantes es el implante coclear, que ofrece una solución a los pacientes de sordera profunda. 

ü Pero la incomunicación no es solamente el resultado de problemas fisiológicos. Hay otros factores que igualmente condenan al aislamiento y a la incomunicación:

o   Hay personas sordas y mudas por barreras culturales. Por razones ajenas a su voluntad deben abandonar su terruño y trasladarse a regiones en las que se sienten extrañas porque no conocen la lengua o, conociendo la lengua, son ajenas a sus códigos culturales, costumbres, valores. La sociedad ha ido sensibilizándose, poco a poco, ante el drama de los migrantes y desplazados, que son como un cuerpo extraño que rechazan los colectivos sociales al mirarlos con sospecha o simplemente ignorarlos.

o   Hay personas sordas y mudas por factores generacionales. Esta situación se vive en muchos hogares, donde padres e hijos apenas se hablan, viviendo en mundos completamente diferentes. Estas diferencias extremas culturales - que se manifiestan en la manera de hablar, de vestir, de comportarse, gustos musicales, etc. -, hacen imposible la comunicación, aunque hablen en la misma lengua ¡Sordos y mudos por abismos generacionales!

o   Algo semejante encontramos en individuos y colectivos sociales que, por razones ideológicas, están absolutamente incomunicados. Esta torre de Babel de la incomunicación la hemos sufrido en Colombia cuando la sociedad civil y los Gobiernos de turno han intentado dialogar con los grupos alzados en armas. Misión imposible. Infortunadamente, han fracasado todos los intentos de diálogo. ¡Sordos y mudos por razones ideológicas! 

ü Volvamos al relato de Marcos, que nos narra la curación milagrosa de un hombre sordo y tartamudo. Una lectura atenta del texto nos permite descubrir una interesante estructura literaria basada en tríadas de verbos:

o   La primera tríada de verbos describe las acciones más externas: Jesús lo apartó de la gente, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.

o   La segunda tríada de verbos nos acerca  a la experiencia vivida por Jesús: miró al cielo, suspiró y le dijo

o   La tercera tríada de verbos describe los efectos de la intervención de Jesús: se le abrieron los ojos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. 

ü Llama poderosamente la atención que el evangelista Marcos reproduzca, en su lengua original, la palabra usada por Jesús para realizar este signo: “Effetá”, que significa “Ábrete”; es una palabra aramea, que era la lengua que hablaba Jesús. En muy pocas ocasiones, los evangelistas reproducen las palabras arameas salidas de los labios de Jesús (las otras son Abbá – Padre -, y Amen) 

ü Desde los comienzos de la predicación apostólica, la comunidad cristiana entendió que esta palabra “Effetá –ábrete” no solo se refería a la sordera física, sino también a la sordera espiritual. Por eso esta palabra entró a formar parte del rito del bautismo; el ministro del sacramento, después de derramar el agua sobre la cabeza del niño, le toca los oídos y los labios diciendo ¡Effetá! ¡Ábrete!, que es una invitación para abrirse a la Palabra de Dios, a la gracia, a la oración… 

ü La humanidad está representada en este hombre que padece serias limitaciones en cuanto a la comunicación. Cuando Jesús le dice, con voz potente, ¡Effetá! ¡Ábrete!, se dirige a todos nosotros. Nos exhorta a no encerrarnos en el estrecho mundo de nuestros intereses egoístas; nos invita a abrirnos a los demás, a ser sensibles ante las necesidades de los hermanos, a escuchar la voz de Dios que nos habla de mil maneras. 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. El drama de incomunicación vivido por el personaje cuya curación describe el evangelista Marcos nos invita a profundizar en los factores de aislamiento que impiden que nos comuniquemos unos con otros: diferencias culturales, generacionales, ideológicas. Pidámosle a Jesús que el contacto frecuente con su Palabra y con la Eucaristía abra nuestras mentes y corazones. Que resuene en nuestras vidas su palabra liberadora, ¡Effetá! ¡Ábrete!