XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü Lecturas:

o   Profeta Daniel 12, 1-3

o   Carta a los Hebreos 10, 11-14. 18

o   Marcos 13, 24-32 

ü El texto que acabamos de escuchar pertenece a un género literario propio de la Biblia, el “apocalíptico” y, a su manera,  nos hace una descripción de lo que sería el fin del mundo. Este género literario se caracteriza por unas imágenes impactantes que aterran al lector. Por eso es importante hacer una lectura de este texto, apoyándonos en las herramientas desarrolladas por los estudios bíblicos. No se puede hacer una lectura simplista, tomando al pie de la letra cada una de las aterradoras imágenes. 

ü De tiempo en tiempo, los profetas de desgracias y  los que creen en agüeros y supersticiones  sacan a relucir este pasaje del evangelista Marcos y anuncian la proximidad de una hecatombe cósmica.  

ü Estos temores siempre han estado presentes en la historia de la humanidad. Recordemos algunos de estos momentos críticos:

o   En el año 70 de nuestra era, cuando se produjo la destrucción de la ciudad santa de Jerusalén, muchos pensaron que había llegado el fin.

o   Lo mismo creyeron los habitantes de Roma, la orgullosa capital del Imperio, cuando los bárbaros provenientes del norte de Europa la saquearon.

o   El pánico se apoderó de la Europa medieval cuando se acercaba el año 1000. Muchos profetizaron toda suerte de desgracias.

o   El paso de los cometas también ha alimentado las especulaciones de inminentes desastres.

o   Estos mismos temores milenaristas se volvieron a manifestar cuando se aproximaba el año 2000. Y se produjeron algunos suicidios colectivos en grupos religiosos  que habían desarrollado  una patológica relación de dependencia con sus líderes. 

ü Estos  ejemplos ponen de manifiesto la sensibilidad de la población a este tipo de discursos apocalípticos manejados de una manera torpe y truculenta. 

ü La historia es sabia maestra. Dirijamos los ojos hacia ella; allí encontraremos unos hechos que parecían anunciar el fin del mundo. Pero ¡atención! No se trataba del fin del mundo, sino del fin de un mundo particular, de un sistema, de una cultura, y la aparición de realidades  nuevas:

o   La caída del Imperio Romano significó el derrumbamiento de un mundo, el de la antigüedad clásica. Y nació la Edad Media con sus catedrales góticas, gremios y la organización feudal.

o   Se ha fijado la fecha del descubrimiento de América, en 1492, como el corte entre dos épocas: quedó atrás el mundo del Medioevo y nació una nueva era, la del humanismo renacentista.

o   La revolución francesa, en 1789, marcó el fin de una época, el llamado “régimen antiguo” o “ancien regime”, y la inauguración de una nueva forma de organización social y política.

o   La finalización de la I Guerra Mundial significó la desaparición de poderosos imperios: el imperio zarista, el imperio austro-húngaro, el imperio otomano, y empezó el ocaso del imperio británico.

o   Hace 20 años, en este mes de noviembre, cayó el muro de Berlín, y con él se derrumbó el imperio soviético. No fue necesario disparar un solo tiro: la ineficiencia del sistema y el clamor de libertad le dieron jaque-mate. 

ü ¿A que vienen estos ejemplos tomados de la historia? Estos ejemplos  son un argumento para no leer la Biblia como lo hacen los grupos fundamentalistas que se aferran a las expresiones literales sin tener en cuenta el género literario en que fueron escritas. La historia nos muestra que han ido desapareciendo mundos particulares y que han ido naciendo mundos nuevos y culturas diferentes. 

ü Para el creyente, el encuentro definitivo con Jesús, constituido Señor del universo, no puede ser una experiencia aterradora sino el abrazo definitivo que siempre soñamos; entonces viviremos en plenitud lo que habíamos vislumbrado entre la niebla del espacio y del tiempo. Este encuentro definitivo con Jesús es la bienvenida a la casa de nuestro Padre común. 

ü El evangelista Marcos nos recuerda que no sabemos el día ni la hora. Debemos, pues, estar preparados porque en cualquier momento podemos ser llamados a la presencia de Jesucristo, justo Juez. 

ü ¿Cuáles son, entonces, las conclusiones a las que podemos llegar   después  de haber reflexionado sobre  este relato apocalíptico del evangelista Marcos? 

o   Todo lo que se diga sobre el fin de la historia es simple especulación. No tenemos elementos válidos que nos permitan escribir el último capítulo de la novela humana.

o   No podemos acercarnos a los textos bíblicos como si fueran una filmación anticipada de lo que vendrá. La Biblia nos habla del encuentro definitivo de la creación con Jesucristo Salvador y Juez supremo. ¿Cuándo? No lo sabemos… ¿En qué circunstancias? Lo ignoramos…

o   Debemos cerrar nuestros oídos a las voces que hablan de un final cercano asociado con una destrucción el universo.

o   Ahora bien, es posible que se produzca un accidente cósmico, un choque de algún cuerpo celeste errante con la tierra. Los astrónomos nos dicen que esto ya ha sucedido.

o   Son todavía más graves las amenazas que se ciernen sobre la vida en nuestro planeta por culpa de la irresponsabilidad  nuestra. Pensemos en las posibilidades de un holocausto nuclear por la absurda decisión de un  dirigente político o militar, o por la acción de un grupo terrorista.

o   El otro escenario apocalíptico es la destrucción del ambiente cuyos nefastos efectos ya estamos viviendo; esta destrucción es consecuencia de unos modelos de desarrollo que sólo piensan en el enriquecimiento a corto plazo, prescindiendo de la calidad de vida de las generaciones presentes y futuras.

o   Como creyentes debemos tener una visión positiva. Nuestra mirada del futuro no debe estar contaminada de pesimismo; por el contrario, los seguidores de Jesús sabemos que la historia  se dirige hacia la plenitud en Cristo.

o   La conciencia sobre las graves amenazas que se ciernen sobre el mundo deben estimularnos a construir un futuro diferente marcado por la justicia,  la fraternidad, el sentido de responsabilidad y el cuidado de la naturaleza.

o   Sabemos que tenemos prestada la vida y Dios nos ha constituido en administradores de la creación; así, pues, debemos superar la improvisación en que vivimos y estar preparados para presentarnos, en cualquier momento, ante el tribunal de Dios para rendir cuentas de nuestra misión.