III Domingo del Tiemjpo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü Lecturas:

     o   Libro de Nehemías 8, 2-4ª. 5-6. 8-10

     o   I Carta de San Pablo a los Corintios 12, 12-30

     o   Lucas 1, 1-4; 4, 14-21

 

ü Cada tres años, las lecturas de las misas presentan a nuestra consideración los textos más significativos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Así los fieles vamos recorriendo las diversas etapas de la historia de la salvación. Pues bien, dentro de este viaje a través de la Palabra de Dios, iniciamos hoy la lectura del evangelio de Lucas.

 

ü Quiero invitarlos a que centremos nuestra reflexión en los cuatro primeros versículos que sirven de introducción a este Evangelio: “Muchos han tratado de escribir la historia de las cosas que pasaron entre nosotros, tal y como nos las transmitieron los que las vieron desde el principio y que ayudaron en la predicación. Yo también, ilustre Teófilo,  después de haberme informado minuciosamente de todo, desde sus principios, pensé escribírtelo por orden, para que veas la verdad de lo que se te ha enseñado”

 

ü El evangelista le explica a Teófilo los criterios que ha tenido en cuenta para la redacción de su obra. Según la Biblia de Jerusalén, Teófilo no sería un cristiano a quien se quería confirmar en la fe, sino un alto funcionario a quien se trata de informar.

 

ü Lucas le dice a Teófilo que los hechos que va a referir están respaldados por testigos presenciales, y que él mismo se ha preocupado por verificarlos. Dice esto para garantizar la autenticidad de las enseñanzas que consigna en su obra.

 

ü Lucas está tocando un punto particularmente sensible dentro de la historia del Cristianismo: ¿los hechos atribuidos a Jesús son auténticos o simplemente el resultado de la imaginación popular? ¿los Evangelios son narraciones históricas?

 

ü Nosotros, como creyentes, debemos tener conceptos muy claros sobre la historicidad de los Evangelios:

   o   Durante dieciocho siglos, los miembros de la Iglesia leyeron la Biblia de una manera muy simple, y tomaban al pie de la letra cada una de sus afirmaciones. En el caso concreto de los Evangelios, los consideraban una reproducción exacta de los hechos y palabras de Jesús, como si fueran un “Diario de campo”.

   o   A partir del siglo XIX , se han desarrollado estudios muy serios sobre la Biblia, con el apoyo de la lingüística, de la antropología y de otras ciencias humanas y sociales.

   o   Estas investigaciones nos han permitido conocer el alcance y la significación de los textos sagrados. Refiriéndonos a los Evangelios, hoy sabemos que su redacción es el punto de llegada de un largo proceso en el que podemos distinguir tres etapas o momentos: la primera etapa es la vida terrena de Jesús; la segunda etapa es la predicación oral de los apóstoles; la tercera etapa consistió en poner por escrito estas tradiciones orales; en esta tercera etapa se redactan, entonces, los Evangelios como los conocemos hoy. Expliquemos brevemente cada una de estas etapas.

 

ü Empecemos por la primera etapa, la vida terrena de Jesús. Jesús no produjo ningún texto escrito. Sin embargo, su profundo sentido pedagógico le inspiró  imágenes y frases que quedaron grabadas en la mente y en el corazón de quienes lo escucharon, y las repetían con emoción a sus familiares y amigos.  Esto nos permite afirmar que, aunque Jesús no haya escrito personalmente los Evangelios, muchas de las  expresiones allí consignadas son una auténtica réplica de sus acciones y de sus expresiones.

 

ü Después de la resurrección de Jesús, los apóstoles, movidos por el Espíritu Santo, proclamaron la buena noticia de Jesús. Al predicar lo que Jesús había hecho y dicho,  tuvieron  muy en cuenta  las características  culturales  de la comunidad   a la que se dirigían; una cosa era predicar a los judíos, y otra muy diferente era anunciar a Jesús resucitado a paganos educados en los autores griegos. La finalidad de su predicación no era  escribir un libro de historia, sino motivar para que reconocieran a Jesús como Salvador.

 

ü Finalmente, llegamos a una tercera etapa o momento, la redacción escrita de estas experiencias de Jesús. Treinta años después de su muerte – esto nos ubica hacia el año 60 de nuestra era -,  algunos autores empezaron a poner por escrito  la predicación que habían escuchado. Ciertamente, los evangelistas no escribieron todo lo que habían escuchado; escogieron algunos hechos; resumieron otros; los redactaron adaptándolos a las necesidades de las comunidades particulares  a las cuales estaban destinadas. Así nacieron los cuatro Evangelios.

 

ü Los Evangelios no nos ofrecen una visión idealizada de la primera comunidad cristiana, como si ésta hubiera  estado constituida por seres perfectos. Son numerosos los relatos en que los discípulos aparecen como seres torpes que no entienden lo que Jesús dice, así como las discusiones que se producen entre ellos, sus ambiciones personales, celos y traiciones. Un texto escrito artificialmente hubiera ocultado estas miserias; los Evangelios dejan al descubierto el lado frágil de los seguidores de Jesús, lo cual es un argumento a favor de la veracidad de lo que narran.

 

A manera de conclusión, podemos decir que no debemos acercarnos a los Evangelios como si fueran una descripción minuciosa de lo que hizo Jesús. Los Evangelios son históricos en cuanto nos transmiten la experiencia auténtica de fe de la comunidad apostólica, que proclama a Jesús como Señor y Salvador. En esta eucarística dominical, pidamos a Dios que nuestra vida espiritual se nutra de la lectura meditada  de los textos sagrados, y dejemos que el Espíritu Santo nos hable a través de estos relatos.