VI Domingo del Tiemjpo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü Lecturas:

o   Profeta Jeremías 17, 5-8

o   I Carta de San Pablo a los Corintios 15, 12.16-20

o   Lucas 6, 17. 20-26 

ü En medio de la variedad y riqueza de textos que nos ofrece la liturgia de este domingo, he escogido como foco de nuestra reflexión las palabras del profeta Jeremías, en la primera lectura: “Maldito el hombre que confía en el hombre, que en él pone su fuerza y aparta del Señor su corazón. Bendito el hombre que confía en el Señor y en Él pone su esperanza” 

ü Como en las palabras de Jeremías encontramos la expresión “confiar en el hombre”, antes de profundizar en el sentido teológico del texto, quiero hacer una breve reflexión sobre la autoestima. 

ü En Psicología, la autoestima es la percepción profunda que las personas tienen de sí mismas. Tener una buena autoestima es reconocer las virtudes y los defectos propios, así como ponderar con objetividad el concepto que los demás tienen sobre nosotros. 

ü Una autoestima alta es un motor importantísimo para actuar en la vida porque nos permite asumir con entusiasmo las responsabilidades, disfrutar de los triunfos y recuperarnos de los fracasos.  

ü ¿Por qué hago esta  precisión? Cuando Jeremías afirma: “Maldito el hombre que confía en el hombre”, no está haciendo ninguna referencia a la autoestima. Más aún, Dios quiere que nos valoremos; es sano querernos a nosotros mismos, sentirnos seguros de lo que somos. 

ü El problema de fondo al que se refiere el profeta Jeremías es el orgullo de los seres humanos que se sienten tan confiados en sus propios recursos y posibilidades que prescinden de Dios. Recordemos la escena del pecado original en el paraíso, escena llena de sugestivos símbolos; la serpiente tentó a la mujer con la promesa de que ella y su esposo serían como dioses… La tentación de querer ser como dioses está agazapada en el corazón de la humanidad y se manifiesta a través de nuestras actuaciones. 

ü Nos dice el profeta  Jeremías: “Maldito  el hombre que confía en el hombre, que en él pone su fuerza y aparta del Señor su corazón”. Analicemos, en concreto, cuáles son aquellas realidades  que hacer creer a los seres humanos que son como dioses. Hay tres factores que han desempeñado un papel muy importante dentro de la historia: la prepotencia de cierto discurso científico, el terror impuesto por las armas , y el dinero. Veamos en detalle cómo influye cada uno de ellos. 

ü Empecemos por la prepotencia de cierto discurso científico:

o   Cuando nos detenemos a analizar los impresionantes avances de la ciencia, quedamos deslumbrados. Se han cruzado fronteras jamás imaginadas.

o   La constatación de semejantes  victorias científicas puede producir dos reacciones diferentes en la comunidad científica:

§  Una primera reacción es la humildad que se sobrecoge ante la infinita  complejidad del universo y descubre en él la presencia de Alguien que  le dio el impulso inicial.

§  También es posible que se genere un sentimiento de soberbia, creyendo que la ciencia tiene la llave para descubrir todos los interrogantes del universo.

o   El reconocimiento de los sorprendentes avances de la ciencia puede conducir a un acto de fe en Dios, creador de la infinita complejidad que nos rodea; o puede alimentar un discurso materialista y ateo.

o   Sabemos que los interrogantes más profundos que nos planteamos los seres humanos no pueden ser respondidos con  los equipos de un laboratorio; estos interrogantes desbordan la capacidad de las ciencias exactas y se sitúan en un nivel diferente.

o   Ya comprendemos un poco mejor por qué el profeta Jeremías exclama: “Maldito el hombre que confía en el hombre, que en él pone su fuerza y aparta del Señor su corazón” 

ü Analicemos el segundo factor que hace que los hombres se sientan como dioses: el poderío militar. Quiero referirme a dos gigantescas maquinarias de esclavitud y muerte, que negaron a Dios y pisotearon los derechos fundamentales, y que desaparecieron dejando una estela de destrucción y muerte; me refiero a la Alemania Nazi y al Imperio Soviético:

o   Hitler construyó el III Reich sobre la mentira de la superioridad racial, y tuvo la pretensión de que éste duraría mil años. Sin embargo,  después de unas pocas décadas desapareció dejando detrás cincuenta millones de muertos.

o   El Imperio Soviético, con su agresivo ateísmo y un impresionante arsenal militar, se derrumbó después de setenta años sin que fuera necesario hacer un solo disparo.

o   Viendo los resultados de estas dos maquinarias de terror, adquieren una resonancia particular las palabras de Jeremías que podemos retocar un poco: maldito el sistema que confía en las armas, que en ellas pone su fuerza y aparta de Dios su corazón. 

ü Llegamos así al tercer factor, la prepotencia del dinero:

o   Ciertamente el dinero es un elemento esencial para llevar una vida digna. Pero hay quienes desvirtúan su sentido y creen que con él pueden comprarlo todo, incluida la felicidad y la paz interior.

o   Pero la experiencia nos muestra que la felicidad no es el resultado del tener ni del acumular; el camino de la felicidad pasa por la búsqueda honesta de la verdad, el trabajo honrado, el afecto, la convivencia amable, la justicia.

o   La ambición desbordada conduce a la violación de todos los derechos y de los valores éticos fundamentales. 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. Hemos visto cómo la prepotencia de un determinado discurso científico, el poder de las armas y la ambición desmedida han producido un enorme daño. Por eso el profeta Jeremías los maldice. Y enseguida nos propone el camino correcto: “Bendito el hombre que confía en el Señor y en Él pone su esperanza. Será como un árbol plantado junto al agua, que hunde en la corriente sus raíces; cuando llegue el calor, no lo sentirá y sus hojas se conservarán siempre verdes; en año de sequía no se marchitará ni dejará de dar frutos”.