IV Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü Lecturas:

o   Libro de Josué 5, 9ª. 10-12

o   II Carta de San Pablo a los Corintios 5, 17-21

o   Lucas 15, 1-3. 11-32 

ü El evangelio que acabamos de proclamar constituye quizás la página más sublime sobre el amor misericordioso de Dios hacia nosotros. En este relato es fácil descubrir el rostro amoroso de Dios detrás de la figura de este padre, que todos los días esperaba el regreso de su hijo. Vayamos recorriendo el texto y dejemos que su mensaje vaya impregnando nuestro interior. 

ü Esta parábola es tomada de la vida real. Son frecuentes las historias de jóvenes que abandonan la casa de sus padres soñando con vivir una existencia sin límites. Estas aspiraciones de una libertad absoluta con frecuencia terminan mal porque, agotado el dinero que llevaban, se alían  con personas de oscuros antecedentes para obtener los recursos que les permitan seguir viviendo el mismo ritmo loco que traían. 

ü La forma escueta como empieza el relato oculta un doloroso drama familiar:

o   “Un hombre tenía dos hijos y el menor de ellos le dijo a su padre: Padre, dame la parte de la herencia que me toca. Y él les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo  menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano”

o   No encontramos una sola palabra de gratitud  hacia el padre. No hay un reconocimiento por el esfuerzo que éste hizo a lo largo de la vida y que  permitió a los hijos disfrutar de una holgada situación económica. Lo único que le interesa a este joven es el patrimonio familiar. Exige la herencia como si el padre ya  hubiera muerto. No muestra interés por los vínculos familiares ni por la salud del que le dio la vida…

o   Lo que sigue es – como diría García Márquez – “la crónica de una muerte anunciada”. No hay  capital que resista un ritmo enloquecido de gastos. Como era de esperar, después de algún tiempo se quedó sin dinero y sin amigos.

o   Este joven millonario venido a menos se ve obligado a trabajar para poder sobrevivir. El texto nos dice que logró un modesto trabajo cuidando cerdos. Esta precisión que hace la parábola tiene su malicia, pues recordemos que el pueblo judío se abstenía de comer carne de cerdo pues lo consideraban un animal impuro. Podemos imaginar que este tipo de trabajo tenía unas connotaciones sociales muy negativas.  

ü La parábola nos dice que este joven no se hundió en la desesperación; afortunadamente, reaccionó:

o   “Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de  tus trabajadores”

o   La psicología humana es muy curiosa; con frecuencia descalificamos los consejos de las personas mayores. Y muchos necesitan  tocar fondo para poder reaccionar. Esto fue lo que le sucedió al joven protagonista de esta parábola. Fue necesario que llegara hasta los extremos de la pobreza para que reconociera la estupidez que había hecho.

o   El reconocimiento de la propia situación es condición esencial para poder empezar a escribir un nuevo capítulo de la vida. Si las personas no reconocen las adicciones que padecen (a la droga, al trago, al juego, al sexo) es imposible que emprendan el camino de la rehabilitación. Este joven  del texto evangélico pudo emprender el camino de su rehabilitación  gracias a que reconoció la situación en que se encontraba… 

ü El drama de este joven, cuya vida estaba arruinada por el orgullo y los excesos, se ilumina con la presencia del padre, un ser de una ternura infinita:

o   “Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos”

o   En el lenguaje simbólico de Jesús, este padre amoroso que acoge al “hijo calavera” es Dios Padre, que recibe a los pecadores que se han alejado de Él.

o   En los textos sagrados jamás se había hecho una descripción tan cálida del amor de Dios hacia la humanidad. Las palabras no son suficientes para expresar la intensidad  de este momento. 

ü En medio de este encuentro festivo, la nota discordante la aporta el hermano mayor, que se siente celoso y se autoproclama juez de su hermano y de su padre, a quienes critica con amargura. 

ü Esta parábola del hijo pródigo nos deja profundas enseñanzas:

o   En primer lugar, nos invita a reflexionar sobre la forma como vivimos la religión. Ciertamente cumplimos con unas normas y preceptos, pero ¿no nos faltará mayor generosidad, amor y comprensión? Quizás expresamos nuestra fe de una forma muy cerebral, y nos falta pasión en lo que hacemos por los demás.

o   En segundo lugar, esta parábola nos invita a revisar la imagen de Dios que hemos modelado en nuestro interior. Este relato pone de manifiesto a un Dios que tiene la ternura de un padre y de una madre, y que desea nuestra felicidad. Con frecuencia, experiencias negativas en nuestra formación religiosa han desfigurado el auténtico rostro de Dios – amor para mostrarlo como un ser duro y distante que ejerce sobre nosotros una implacable auditoría.

o   En tercer lugar, esta parábola nos descubre la dimensión profunda del “sacramento de la reconciliación”, que no puede ser vivido como la presentación ante un tribunal que nos condena, sino como el encuentro  con Dios misericordioso que nos abraza y nos devuelve la paz interior y la alegría de vivir.