V Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü Lecturas:

o   Profeta Isaías 43, 16-21

o   Carta de san Pablo a los Filipenses 3, 7-14

o   Juan 8, 1-11 

ü El evangelio de hoy nos muestra cómo manejó Jesús el  caso de una mujer judía acusada de ser infiel a su esposo, conducta que merecía – según la ley de Moisés – la lapidación, es decir, morir a pedradas. 

ü ¿Por qué Jesús debe pronunciarse sobre este difícil caso?

o   Sus adversarios rechazaban la forma como Jesús trataba a los pecadores; se dejaba invitar a sus casas, les hablaba con amabilidad y les anunciaba la misericordia de Dios.

o   Por el contrario, los líderes religiosos de Israel  mostraban desprecio hacia determinados grupos sociales a quienes descalificaban por razones morales o sociales o de enfermedad; evitaban su trato; se sentían superiores como si el cumplimiento de una serie de formalismos fuera garantía de salvación.

o   En este contexto de confrontación, que se fue agudizando a medida que pasaban los días, deciden tenderle una trampa (no pensemos que se trató de una inocente consulta, libre de prejuicios).

o   Si Jesús afirmaba que esta mujer, sorprendida en flagrante infidelidad, no debía ser condenada a muerte, estaría en oposición a la ley de Moisés, supremo legislador de su pueblo; si decía que se debería proceder a ejecutar la sentencia, perdería su prestigio de profeta bondadoso, comprensivo de  las miserias humanas.

o   Este castigo brutal – que se sigue aplicando en países musulmanes fundamentalistas – es expresión de una cultura machista, pues la condena se dirigía exclusivamente a la mujer sorprendida actuando de esta manera; y se guardaba un silencio cómplice frente a la infidelidad masculina. 

ü ¿Cómo manejó Jesús esta situación?

o   Nos dice el texto que “Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo”. Podemos imaginar el tenso silencio que acompañó a este gesto de Jesús. Seguramente, Él estaba estructurando su respuesta y quería crear suspenso alrededor de sus palabras.

o   Después de ponerse de pie, los fulminó diciéndoles: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”

o   La respuesta de Jesús los sorprendió pues los sacó del terreno jurídico en el que se sentían seguros y los trasladó a otro terreno, el de su situación frente a Dios. Ninguno se proclamó libre de pecado; ninguno lanzó la primera piedra; todos se marcharon. Con una sola frase desbarató la conjura que le habían preparado. 

ü En poco tiempo se disolvió el tumulto y Jesús quedó a solas con la mujer:

o   Entonces le formuló dos preguntas: “¿Dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?”. Ante la respuesta  de la mujer, Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar”

o   En el pasado, algunos autores manifestaron  su desconcierto ante estas palabras, pues las consideraban excesivamente benévolas ante un comportamiento  inaceptable, y hasta alcanzaron a afirmar que habían sido introducidas tardíamente en el texto sagrado.

o   No podemos interpretar estas palabras de Jesús como una posición ambigua  frente a la infidelidad matrimonial. Más aún, Jesús expresa su rechazo, pero lo hace con delicadeza diciéndole a la mujer: “Vete y no vuelvas a pecar”

o   El núcleo del mensaje que Jesús transmite en este relato es el rechazo frontal de aquellos que se autodesignan conciencias morales de la sociedad y establecen su propio sistema moral acusatorio  para sentar en el banquillo a los demás, evitando mirar sus propios pecados.  

ü Es hora de terminar  nuestra meditación dominical. La manera como Jesús manejó este  caso de la mujer sorprendida  siéndole infiel a su esposo es una denuncia de las diversas formas de hipocresía. En nuestros tiempos no destruimos la vida física de las personas  arrojándoles piedras, pero sí las podemos destruir moralmente poniendo a circular rumores o expresando dudas  insidiosas. Las palabras de Jesús siguen resonando en nuestros oídos: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que tire la primera piedra”