IV Domingo de Pascua, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü Lecturas:

o   Hechos de los Apóstoles 13, 14. 43-52

o   Apocalipsis 7, 9. 14-17

o   Juan 10, 27-30 

ü La liturgia de este IV Domingo de Pascua propone a nuestra consideración un breve texto del evangelista Juan sobre el “buen pastor”. Este tema nos es muy familiar; sin embargo, algunos fieles perspicaces se preguntarán por qué se produce este cambio de temática en los textos litúrgicos, pues a lo largo del periodo pascual hemos recorrido diversas escenas en las que vemos a la comunidad apostólica que interactúa con el resucitado. 

ü A esta pregunta respondemos diciendo que la figura del “buen pastor” es profundamente pascual. Recordemos que Jesús había dicho que el buen pastor da la vida por sus ovejas. Precisamente durante la Semana Santa conmemoramos cómo se había hecho realidad este anuncio. Jesús, buen pastor, dio su vida por nosotros: para protegernos, para liberarnos del pecado y de la muerte, para empezar a escribir un nuevo capítulo en nuestra relación con Dios. 

ü En repetidas ocasiones hemos recordado que la vida económica del pueblo de Israel giraba alrededor de las tareas  asociadas a la agricultura, ganadería y pesca. Por eso, pastores y pescadores eran personajes que pertenecían a la entraña popular. De ahí que los profetas del Antiguo Testamento hubieran acudido a estas imágenes, en particular a la del pastor, para expresar la relación de Dios con la comunidad. Jesús hereda esta tradición profética y le da su sello personal, ya que en Él llega a su plenitud la imagen del Pastor de Israel. 

ü El texto del evangelista  Juan es muy breve, pues consta de sólo tres versículos; los invito a explorar los elementos teológicos que nos aporta. 

ü Lo primero que llama la atención es el conocimiento mutuo:

o   “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen.

o   Judea, a diferencia de la fértil Galilea, fue y sigue siendo una tierra estéril, con serias carencias de agua y de pastos.

o   Por eso los pastores tenían que estar en continuo movimiento para que sus rebaños pudieran alimentarse. Durante esas largas jornadas se iba generando el conocimiento mutuo al que hace referencia Jesús.

o   Detengámonos en la sencilla frase “mis ovejas escuchan mi voz”. ¿Qué nos sugiere Jesús? Para poder participar de su amor y establecer una particular cercanía es necesario escucharlo.

o   A través de sus palabras, Jesús nos descubre el misterio de Dios Padre y su plan de salvación. Escuchamos las palabras de Jesús cuando leemos los Evangelios, cuando oramos, cuando seguimos las orientaciones de la Iglesia, cuando participamos de los sacramentos.

o   No se trata, pues, de construir nuestro propio proyecto de vida para satisfacer nuestros intereses individualistas, sino de comprometernos con un proyecto en coherencia con la voluntad de Dios. Si no lo hacemos así, nuestra vida será un estruendoso fracaso. 

ü Este breve texto del evangelista Juan nos ofrece, pues, un primer elemento, que es el conocimiento mutuo; y el segundo elemento que expresa este texto es la seguridad:

o   Dice el evangelista: “Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie los arrebatará de mi mano”

o   Cuando alguien quiere a una persona, le hace toda suerte de ofrecimientos y promesas, que suelen quedarse en simples palabras. En el caso de Jesús, buen pastor, su ofrecimiento supera todo límite, pues promete lo que ningún otro ser humano puede ofrecer a otro: la vida eterna, la protección definitiva.

o   Ante las innumerables amenazas que nos rodean, Jesús, buen pastor, nos garantiza que las fuerzas del mal no nos vencerán si estamos unidos  a Él. Obviamente, no podemos interpretar esas palabras como si Él nos ofreciera una “póliza de seguros” que nos blindara de todo peligro.

o   Se trata de una ayuda particular frente a las necesidades espirituales, que no nos da una posición de privilegio ante los riesgos que implica nuestra condición humana.

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. En estas celebraciones pascuales hemos sido testigos de cómo Él,  buen pastor, ha entregado su vida por nosotros para establecer una alianza nueva y eterna con Dios Padre. Su entrega sin condiciones es garantía de su presencia junto a nosotros. Ante estas manifestaciones de amor, respondamos con  una confianza sin  límites ni condiciones.