Solemnidad. Domingo de Pentecostés.

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü  Lecturas:

o   Hechos de los Apóstoles 2, 1-11

o   I Carta de san Pablo a los Corintios 12, 3-7. 12-13

o   Juan 20, 19-23

 

ü Hoy celebra la liturgia la fiesta de Pentecostés. Es importante que veamos este periodo de la Pascua, con sus tres grandes celebraciones – la Resurrección, la Ascensión y Pentecostés -, como una unidad, en la que celebramos el misterio de nuestra redención. 

ü Es interesante recordar cómo apareció esta fiesta en la vida de la Iglesia:

o   La palabra “pentecostés” viene del griego, y significa el “día cincuenta”. Como muchas de las fiestas cristianas, hay que buscar sus orígenes en el Judaísmo.

o   Los judíos celebraban, cincuenta días después de reunirse para la cena pascual, una fiesta con el fin de  dar gracias a Iahvé por las cosechas.

o   Posteriormente esta fiesta recordó la alianza establecida por Dios en el monte Sinaí, cuando entregó las Tablas con los Diez Mandamientos a Moisés.

o   Vemos, pues, cómo evolucionó esta celebración desde una fiesta asociada con la agricultura a una celebración con sabor litúrgico.

o   Ya en tiempos de la Iglesia, encontramos referencias a una celebración de Pentecostés en escritos de autores cristianos de los siglos II y III.

o   En el siglo IV, esta celebración ya estaba firmemente establecida en las grandes Iglesias como Constantinopla, Roma y Milán. 

ü “Espíritu Santo” es el nombre que designa a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el amor perfecto y total entre el Padre y el Hijo. Tenemos que reconocer que nuestro pobre lenguaje es incapaz de expresar, así sea remotamente, el misterio más hondo de nuestro fe.

 ü Ciertamente, hay que buscar los orígenes de la Iglesia en la experiencia pascual; los encuentros con el Resucitado  permiten a los discípulos de Jesús superar  el sabor a derrota que les había producido la pasión del Señor y los preparan para la misión; el don del Espíritu Santo confirma a la comunidad de los seguidores de Jesús,  disipa sus dudas, fortalece su compromiso y les da el ímpetu evangelizador. Las lecturas que hemos escuchado nos testimonian la transformación lograda por la irrupción del Espíritu Santo en medio de la primera comunidad cristiana. Por eso esta fiesta es como la celebración de un nuevo “aniversario” de la existencia de la Iglesia. 

ü En la vida personal, cada uno de nosotros recibe el don del Espíritu Santo en el Bautismo cuando el agua es derramada sobre nuestra cabeza y somos ungidos con el óleo santo; al hacernos mayores nos acercamos al sacramento de la “Confirmación” para ratificar, como seres autónomos y libres, el compromiso personal con Jesús y nos comprometemos a realizar un proyecto de vida en coherencia con los valores del Evangelio. 

ü Como comunidad de fe vivimos nuestro Pentecostés cuando ratificamos las promesas bautismales e invocamos que el Espíritu Santo descienda sobre nosotros en este día tan especial.  

ü Cuando los Apóstoles, reunidos alrededor de María, fueron transformados por la presencia del Espíritu Santo, recibieron siete dones o regalos, los mismos que nos son comunicados a cada uno de los bautizados; veamos el significado de cada uno de ellos: 

o   El don de la sabiduría nos comunica el gusto por las cosas de Dios; en el mundo contemporáneo no es fácil descubrir el gusto por las valores espirituales, en medio de tanto materialismo; nos parecen mucho más interesantes el último modelo de una  Black Berry o de un iPhone, o  las promociones de Televisores de pantalla plana  para ver el Mundial de fútbol que lo que tiene que ver con Dios… Así somos.

o   El don de la ciencia nos enseña a dar a los bienes de este mundo su verdadera dimensión; usemos como fines y no como medios las enormes  posibilidades que nos ofrece el progreso; todas estos desarrollos son excelentes si contribuyen a que vivamos una existencia más humana; pero no podemos convertirnos en sus esclavos ni en adictos consumidores de estos productos.

o   El don de consejo nos da esa ponderación en el juicio que nos permite analizar con serenidad y objetividad los problemas que se presentan en la vida diaria; el don de consejo es una preciosa ayuda para construir unas relaciones familiares y sociales armónicas. En un mundo crispado por la intolerancia, este don es una ayuda urgente, que debemos pedir con insistencia.

o   El don de la piedad es una gracia para avanzar en una espiritualidad que nos permita a descubrir la presencia de Dios en todas las circunstancias de nuestra vida.

o   El don de fortaleza robustece nuestra determinación  de vivir coherentemente  los valores del evangelio a pesar de las presiones en contra. No es fácil confesarse católico en una Iglesia golpeada por mil escándalos de algunos de sus líderes espirituales y la debilidad de algunos de sus pastores.

o   El don de entendimiento nos permite avanzar en el conocimiento de la Biblia, a comprender el significado de los ritos litúrgicos, a familiarizarnos con la vida de Jesús  y las enseñanzas de la Iglesia. Es lamentable la ignorancia religiosa de muchas personas que se confiesan católicas pero desconocen el ABC básico de nuestra religión.

o   El don del temor de Dios nos ayuda a apartarnos de aquellos comportamientos que nos alejan  de Dios y de nuestros hermanos.  El “temor de Dios”, entendido de manera positiva y sin angustias patológicas, crea unos límites que son necesarios para el respeto de los derechos humanos  fundamentales,  empezando por el derecho a la vida. Cuando no existe el “temor de Dios” todo está permitido: la violencia en todas sus manifestaciones, la corrupción, el engaño. 

ü Que en este Domingo de Pentecostés, el Espíritu Santo descienda sobra la Iglesia, que se siente triste y desconcertada. Necesitamos la abundancia de sus dones para superar esta pesadilla, y que de esta crisis, la Iglesia salga purificada, renovada y fortalecida.