XI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü Lecturas:

o   II Libro de Samuel 12, 7-10. 13

o   Carta de san Pablo a los Gálatas 2, 16. 19-21

o   Lucas 7, 36-50 

ü El evangelio de hoy nos muestra el encuentro de Jesús con una prostituta o “trabajadora sexual”, a la que perdona sus pecados:

o   Esta escena  es de  gran interés porque pone de manifiesto facetas muy cálidas del corazón de Cristo quien, frente a la miseria humana, reacciona de una manera muy diferente a como lo hacemos los seres humanos.

o   La presencia de esta mujer en una cena privada debió producir conmoción. Las señoras que se encontraban allí se  preguntaban, escandalizadas, qué hacía esa mujer en una casa respetable; algunos de los señores se pusieron nerviosos porque temían que esta mujer hiciera algún comentario indiscreto…

o   Ciertamente, la presencia de este personaje produjo incomodidad en Simón, dueño de casa, y en sus invitados. El único que no se inmutó fue Jesús, quien siguió compartiendo con naturalidad; no pronunció palabras de rechazo contra la mujer, ni balbuceó una explicación, de esas que son frecuentes en la vida social (“se trata de un malentendido”, “no sé por qué se comporta de esta manera”, “nunca la había visto”) 

ü Simón, el dueño de casa, hace una interpretación personal del incómodo incidente; nos dice el evangelista Lucas que “comenzó a pensar: si este hombre fuera profeta sabría qué clase de mujer es la que lo está tocando; sabría que es una pecadora”. 

ü Detrás de este juicio, aparentemente benévolo porque  pretende salvar la inocencia de Jesús, se oculta una insidiosa afirmación: Jesús no es un verdadero profeta; su influencia sobre las multitudes ha sido un montaje. Es frecuente que los seres humanos hagamos comentarios venenosos, los cuales disimulamos con palabras aparentemente amables y comprensivas. 

ü Jesús debe atender a dos situaciones: por una parte, está la mujer que, silenciosamente, llora y unge con perfume sus pies; y por otra parte, está Simón, su anfitrión, que ha hecho una interpretación malévola de su comportamiento. ¿Cómo maneja Jesús estas dos situaciones? Con gran habilidad, propone una sencilla parábola sobre dos hombres que debían dinero a un prestamista; a través de esta pequeña pieza literaria, Jesús redimensiona los acontecimientos, y pone en evidencia el proceso de conversión de esa mujer y los sentimientos rastreros de Simón, el fariseo. 

ü Esta mujer, con una historia personal compleja, decide cambiar su modo de vida. La mirada limpia de Jesús y la bondad que transmitía la motivaron  para empezar a escribir un nuevo capítulo en su vida. 

ü A través de la parábola de los dos deudores y el prestamista, Jesús revela a un Dios que perdona; y ese perdón no está limitado por consideraciones egoístas. Los seres humanos perdonamos con gran dificultad; exigimos que nos pidan excusas públicamente, establecemos condiciones, tratamos de obtener algún beneficio como pago por el perdón concedido. Dios actúa de una manera muy diferente, y su lógica es la del amor; nos dice Lucas: “Sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho. En cambio, al que poco se le perdona, poco ama” 

ü ¿Cuál es el mensaje que Jesús comunica a nuestra sociedad, que padece las cicatrices de tantas décadas de violencia? Jesús nos dice que el amor y el perdón son inseparables. No puede darse la reconstrucción del tejido social – desgarrado por la acción de la guerrilla, las autodefensas, los narcotraficantes, la delincuencia común – si no empezamos a caminar por el camino de la reconciliación; y esto sólo es posible si favorecemos sentimientos generosos que rechazan la venganza, y que nos permitan  voltear la página y mirar hacia el futuro con espíritu constructivo. 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical. Que el encuentro de Jesús con esta mujer arrepentida nos permita avanzar por el camino de la reconciliación y que entendamos que el perdón y el amor son inseparables.