XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü Lecturas:

o   Éxodo 17, 8-13

o   II Carta de san Pablo a Timoteo 3, 14 – 4,2

o   Lucas 18, 1-8 

ü El tema central de la liturgia de hoy es la perseverancia en la oración. Este mensaje se nos comunica a través del comportamiento de los personajes de las lecturas:

o   El primer personaje es Moisés, que conduce al pueblo de Israel a través del desierto. Nos dice el relato que durante un combate contra los amalecitas, “cuando Moisés tenía las manos en alto, dominaba Israel, pero cuando las bajaba, Amalec dominaba”

o   Cuando el libro del Éxodo nos cuenta que las manos estaban arriba o abajo, su interés no es  diagnosticar la motricidad de Moisés. Para comprender el sentido de esta observación hay que recordar que  entre el pueblo judío la oración iba acompañada de la expresión corporal; el israelita no solo oraba con las palabras sino con todo su cuerpo; en ese contexto, tener las manos en alto era sinónimo de estar orando y bajarlas significaba interrumpir la oración. El relato nos cuenta que la perseverancia de Moisés en la oración tuvo como resultado el triunfo de su pueblo.

o   El segundo personaje es la viuda que le pedía al juez que le hiciera justicia. La insistencia con que expuso su causa logró superar el desinterés inicial del juez y finalmente alcanzó su objetivo.

ü Dejemos a un lado a estos dos personajes y concentremos nuestra atención en la forma como nosotros oramos:

o   Ciertamente manifestamos a Dios nuestras necesidades, pero somos poco perseverantes. Nos cansamos rápidamente y nos quejamos porque Dios no se interesa por nuestros asuntos.

o   Es interesante caer en la cuenta de que la impaciencia que manifestamos ante los resultados de la oración es consecuencia de una percepción del tiempo que nos ha traído el desarrollo de los medios de comunicación. Expliquemos esta particular percepción del flujo del tiempo.

o   Cuando las comunicaciones entre América y Europa se realizaban exclusivamente por barco, las cartas tardaban meses y nadie se sorprendía por eso.

o   El desarrollo de los vuelos intercontinentales redujo los tiempos; ya las cartas no tardaban meses sino una o dos semanas; cuando pasaban tres semanas sin que recibiéramos respuesta nos empezábamos a preocupar.

o   El desarrollo del correo electrónico ha reducido increíblemente los tiempos; nos desesperamos cuando no recibimos respuesta el mismo día. 

ü Pues bien, esta diferente percepción del tiempo y las expectativas de una inmediata respuesta se las aplicamos a la oración; exigimos que Dios responda inmediatamente a nuestra petición y también le preparamos el “borrador” de la respuesta. Esto desenfoca la relación con Dios pues nuestros tiempos y afanes no son los de Dios, y sus planes no coinciden con nuestros pequeños intereses terrenales. 

ü No permitamos que nuestra relación con Dios  se deforme por percepciones puramente humanas:

o   Dios no es un ser frío y distante desconectado de nuestras preocupaciones diarias, como sí lo era el juez del relato evangélico. Dios es Padre amoroso que se interesa por nuestra realización integral y desea concedernos lo que más conviene para nuestro crecimiento interior, que no necesariamente coincide con lo que le pedimos en la oración.

o   A pesar del abismo infinito que separa al Creador de la creatura, nosotros hemos sido elevados a la dignidad de hijos y herederos de Dios gracias a la muerte y resurrección de Jesucristo. Esa relación especialísima se expresa en la oración del Padrenuestro. 

ü Conscientes de que Dios es Padre amoroso que desea compartir con nosotros la vida divina, superemos la visión interesada de la oración, a la cual le imponemos el ritmo acelerado de la vida contemporánea. La oración de muchos creyentes se parece a la siguiente caricatura: “Dios, esta es mi necesidad; tienes entre 3-4 horas para dar respuesta positiva a mis exigencias; de lo contrario me alejaré de ti pues habré llegado a la conclusión de que mi vida no te importa”. 

ü No veamos la oración como un pliego de peticiones que deberá ser respondido dentro de un plazo establecido por nosotros:

o   La oración es el espacio de encuentro con el Padre amoroso que nos dio como regalo a su Hijo eterno para que asumiera nuestra condición humana.

o   La oración debe ser un diálogo confiado en el que manifestamos nuestro deseo de hacer su voluntad, la cual procuramos descubrir en la vida diaria.

o   La oración nos permite reconocer la presencia de Dios en sus creaturas y en todos los momentos de nuestra vida.

o   La oración es encuentro con nosotros mismos para revisar nuestro proyecto de vida, para evaluar los logros y errores y hacer los ajustes pertinentes.

o   La oración es una oportunidad única para restablecer la armonía interior en medio de un ritmo de vida frenético. 

ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical sobre la perseverancia en la oración. Descubramos su verdadero sentido que no es imponer  una agenda y unos tiempos precisos a Dios, sino que es un espacio sereno de encuentro con Dios-amor y con  nosotros mismos.