Domingo XVIII del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J. 

 

ü Lecturas:

o   Profeta Isaías 55, 1-3

o   Carta de san Pablo a los Romanos 8, 35. 37-39

o   Mateo 14, 13-21 

ü La liturgia de este domingo propone a nuestra consideración el relato de la multiplicación de los panes y los pescados, que es el final feliz de una situación que se presentaba como algo muy difícil. La presencia de esta multitud genera dos reacciones muy diferentes en los discípulos y en Jesús: por una parte, los discípulos estaban muy preocupados por el descomunal problema que se les venía encima y por eso le propusieron a Jesús que disolviera la reunión y cada uno resolviera su problema de alimentación como pudiera; y por otra parte, la actitud de Jesús que leyó esta situación, no con los ojos puestos en la billetera, sino con los ojos de la sensibilidad y la misericordia.  

ü Si leemos con atención el texto, veremos que tiene dos significados que están íntimamente relacionados: un significado litúrgico y un significado social. 

ü Respecto al primer significado, el litúrgico, es muy interesante observar cómo los gestos y las palabras de Jesús se parecen mucho a sus gestos y palabras durante la Última Cena, cuando instituyó la Eucaristía; nos dice el evangelista Mateo en el texto que acabamos de leer: “Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se les dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente”:

o   Este milagro de Jesús es un anticipo de lo que será el gran regalo del Pan de Vida, que colmará las aspiraciones y necesidades más hondas del ser humano.

o   Además, la abundancia que acompaña a este milagro (“todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que habían sobrado, se llenaron doce canastos; los que comieron eran unas cinco mil personas, sin contar a las mujeres y a los niños”) recuerda las referencias del Antiguo Testamento que prometen para los tiempos mesiánicos  plenitud, generosidad… 

ü Las acciones de Jesús en favor de los excluidos no tienen como motivación la filantropía. Jesús ofrece una salvación integral; lo que Él ofrece a la humanidad es la comunicación de la vida divina y también el reto de construir  una sociedad nueva donde los seres humanos puedan vivir en paz y dignidad. 

ü Por eso debemos superar esa visión desarticulada que separa los valores del espíritu y las realidades materiales; la búsqueda del crecimiento interior debe incluir el desarrollo de todas las potencialidades del ser humano. Por eso la acción social de la Iglesia debe nutrirse de la Eucaristía, en cuanto la comunidad que se reúne para escuchar la Palabra y alimentarse  con el Pan de Vida se compromete en la búsqueda de la equidad y la inclusión social. Fe y justicia, Eucaristía y solidaridad con los pobres son binomios inseparables. 

ü Jesús se conmovió ante las necesidades de esa multitud formada por personas de una región concreta; en esa ápoca no era posible tener información sobre las necesidades de los pobres de otras provincias del Imperio romano. Hoy sí tenemos acceso a la información; son aterradoras las estadísticas que nos proporciona la FAO, que es la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura:

o   La población mundial se acerca a los 7.000 millones de habitantes; de ellos, 925 millones padecen de hambre crónica.

o   8 millones de hermanos nuestros colombianos, el 18% de la población, se encuentran en esta condición extrema.

o   Ninguno de nosotros ha padecido “hambre crónica”, que es carecer de la comida que  genera la energía esencial para llevar una vida activa; quienes la padecen están terriblemente limitados para estudiar y para trabajar. 

ü Hay dos poblaciones particularmente vulnerables al hambre crónica, los niños y las mujeres:

o   Los niños menores de cinco años que no se alimentan adecuadamente, sufren limitaciones muy serias en su desarrollo cerebral, y su sistema inmunológico es muy débil para reaccionar ante las enfermedades; por eso son tan altas las tasas de enfermedad y muerte entre los niños pobres.

o   Las mujeres embarazadas que han estado mal  alimentadas dan a luz  bebés  débiles, que están por debajo del peso normal. Obviamente, estas mujeres desnutridas no puedan producir alimento para sus hijos; recordemos que la leche materna es el mejor alimento; la pobreza priva a los niños de este recurso maravilloso de la naturaleza. 

ü ¿Por qué 8 millones de colombianos están mal alimentados? No es porque el país carezca de alimentos. La culpa recae sobre todos nosotros porque somos una sociedad con profundas desigualdades. La inequidad en la distribución de la riqueza es la primera causa de la inseguridad alimentaria que padecen amplios sectores de la población.

ü La segunda causa del hambre crónica que padece el 18% del pueblo colombiano es la corrupción; como lo ha descubierto una opinión pública escandalizada, los corruptos se han apoderado de una tajada sustancial del presupuesto nacional. 

ü La tercera causa que explica la pobreza y el hambre de amplios sectores de la población es la violencia. Cientos de miles de hermanos nuestros han tenido que abandonar sus tierras, que les proporcionaban los medios para llevar una vida digna. La violencia ha significado una sensible disminución en las actividades del agro, la concentración de la propiedad rural en manos de los violentos y el desplazamiento hacia los centros urbanos. 

ü Que la meditación  de este texto sobre  el milagro de la multiplicación de los panes y los pescados, nos sensibilice ante el sufrimiento de millones de hermanos nuestros que se acuestan con hambre y viven en la angustiosa incertidumbre del pan de cada día. Como creyentes debemos poner todos los medios a nuestro alcance para que esta inhumana situación sea superada.