Domingo XXVII del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
ü Lecturas:
o Profeta Isaías 5, 1-7
o Carta de san Pablo a los Filipenses 4, 6-9
o
Mateo
21, 33-43
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El
mensaje espiritual que nos comunica la liturgia de este domingo tiene como
escenario un viñedo; recordemos que las uvas y el vino eran elementos básicos de
la “canasta familiar” del pueblo de Israel.
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La
primera lectura es un hermoso texto del profeta Isaías, que se conoce como el
“canto a la viña”. A través de esta imagen, el profeta hace un impactante
contraste entre el amor infinito de Yahvé y las repetidas infidelidades del
pueblo elegido. Este “canto a la viña” destila tristeza y desilusión, pues Yahvé
esperaba de su pueblo dulces frutos de justicia, pero los resultados fueron muy
diferentes.
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Cuando
leemos el texto de la parábola de los viñadores homicidas, encontramos otra vez
la imagen de la viña, pero el género literario es muy diferente, pues Jesús no
se expresa como un poeta que canta las tristezas de un amor herido por la
desilusión, sino como un implacable fiscal que desenmascara los delitos
cometidos por unos delincuentes que han querido disfrazarse de virtuosos
ciudadanos.
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Esta
vibrante denuncia de Jesús pone de manifiesto que su ministerio apostólico se
entronca con la tradición profética, pero con una diferencia muy significativa:
Jesús no es un mensajero más, sino que Él es el mensaje, pues en Él se hizo
carne la promesa de salvación; además, Jesús sabe lo que le espera en Jerusalén,
donde tendrá el mismo final cruento de los profetas que lo precedieron.
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La
denuncia que hace el Maestro no requiere interpretaciones muy elaboradas pues,
como lo expresa la sabiduría popular, “a buenos entendedores, pocas palabras
bastan”. Así, pues, quienes escucharon esta parábola de los viñadores homicidas,
entendieron su alcance e identificaron a los personajes: Dios es el dueño de la
viña; los empleados que fueron a pedir cuentas en nombre del dueño eran los
profetas; los arrendatarios que quisieron apoderarse de la viña eran los líderes
religiosos y políticos de Israel que utilizaban el nombre de Dios para
enriquecerse; y el hijo o heredero es Jesús.
ü En la parábola aparece una pregunta aparentemente sencilla: “Cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores?”. La respuesta, sobre todo en su segunda parte, es una bomba de profundidad que estremece las tradiciones de Israel: “Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el terreno a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo”:
o La primera parte de la respuesta es obvia; los asesinos serán castigados con todo el rigor de la ley imperante.
o
La
segunda parte de la respuesta es enigmática: ¿hacia dónde apunta? ¿Qué sugiere
arrendar la viña a otros?
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Se trata
de un punto de quiebre en la historia de la salvación. La alianza que
Yahvé había establecido con Abrahán, Isaac y Jacob estaba
circunscrita a
un pueblo determinado; había un derecho adquirido
en razón de la comunidad de sangre y por pertenecer a una cultura particular.
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Cuando
la parábola afirma que la viña será alquilada a otros viñadores, se apunta a una
realidad totalmente diferente; los otros viñadores serán un pueblo nuevo, no ya
condicionado por la pertenencia a una raza, sino por la aceptación libre de la
salvación revelada en Jesucristo. Se pertenece a este nuevo pueblo de Dios, no
por la sangre, sino por la fe que acoge la persona de Jesús resucitado.
ü Hasta este momento de nuestra reflexión, hemos interpretado la parábola teniendo como telón de fondo la situación que se vivía en tiempos de Jesús. Avancemos en nuestra meditación y volvamos a leerla teniéndonos a nosotros mismos como protagonistas:
o Tenemos que reconocer que muchas veces nos hemos sentido incómodos ante determinadas enseñanzas de la Iglesia que nos ha señalado que no estamos pensando y actuando dentro de los valores del evangelio. Estas denuncias nos han hecho sentir mal y hemos querido prescindir de ellas, muchas veces descalificándolas como anticuadas y cavernícolas…
o
Tenemos
que reconocer que en la historia reciente, fuerzas oscuras han silenciado a
grandes figuras públicas que denunciaron atropellos contra los derechos humanos
fundamentales y denunciaron a los corruptos: pensemos en los asesinatos de
Mahatma Gandhi, Martin Luther King, John Kennedy,
Luis Carlos Galán, periodistas, líderes sociales, sacerdotes, etc.
ü Es hora de terminar nuestra meditación dominical sobre la parábola de los viñadores homicidas. Hemos visto que es posible hacer dos lecturas de este texto:
o Una primera lectura nos hace tomar conciencia de la oposición creciente que suscitaba el mensaje de Jesús y de la irrupción de un nuevo protagonista de la historia de salvación, un pueblo de Dios diferente abierto a todas las culturas.
o Una segunda lectura nos invita a reflexionar sobre nuestros comportamientos cotidianos, los intentos de manipulación de lo sagrado para ponerlo al servicio de intereses particulares y de las estratagemas para silenciar aquellas voces incómodas que nos cuestionan en los comportamientos que tienen que ver con la ética y los valores propios del evangelio.