VI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

    ü Lecturas:

o   Levítico 13, 1-2. 44-46

o   I Carta de san Pablo a los Corintios 10, 31-11, 1

o   Marcos 1, 40-45 

ü Jesús sorprendía continuamente a sus contemporáneos pues su comportamiento rompía muchos de los prejuicios existentes. En el evangelio de este domingo, Marcos nos presenta la escena en la que Jesús cura a un leproso y, para sorpresa de todos, se atrevió a tocarlo. Como lo escuchamos en la primera lectura, tomada del Antiguo Testamento, los portadores de esta enfermedad eran excluidos de la vida social y la gente los evitaba. La cruel discriminación de la que eran víctimas era producto de una explosiva combinación de factores tales como la ignorancia sobre  el origen de las enfermedades y las modalidades de trasmisión, así como una equivocada interpretación de la enfermedad como castigo de Dios.  

ü Teniendo como punto de referencia la situación de los leprosos bíblicos, los invito a reflexionar sobre un tema que reviste gran complejidad; exploremos el trasfondo de los diversos tipos de discriminación que tienen un  común denominador:   la  negación de los derechos humanos fundamentales. Estos atropellos se dan en todas las épocas y las motivaciones son múltiples: raciales, religiosas, culturales, de género, de preferencia sexual, por causa de enfermedades, etc.  

ü Ciertamente nos aterramos cuando leemos las atrocidades de la Inquisición, de la esclavitud, del apartheid en Suráfrica, o de los campos de exterminio de los nazis. Nos escandalizamos  con  las violaciones "macro" de los derechos humanos; y no nos damos cuenta de los numerosos atropellos e intolerancias que manifestamos en la vida diaria. Nos proclamamos como seres abiertos, civilizados, plurales, democráticos, pero todo esto desaparece cuando nos sentimos afectados en nuestra intimidad o implica  nuestro entorno familiar… Tenemos que reconocer que somos factores de discriminación y que tenemos los prejuicios sociales a flor de piel, los cuales se expresan en la primera oportunidad.  

ü Ciertamente, la ignorancia es caldo de cultivo que permite la proliferación de afirmaciones erróneas que pudieron servir de apoyo a crueles discriminaciones; recordemos, por ejemplo, las afirmaciones sobre la superioridad de la raza blanca que se utilizó para someter a millones de seres humanos por parte de las potencias coloniales en América, Asia, África y Oceanía. 

ü Es cierto que los medios de comunicación pueden divulgar mensajes que invitan a la tolerancia y a la apertura de mente. Sin embargo, las solas campañas publicitarias no son suficientes;  si queremos ir a la raíz de los prejuicios y discriminaciones, debemos trabajar en la formación ética de la sociedad, de manera que la dignidad sagrada del ser humano sea el eje de todas las instituciones para que se respeten los derechos humanos fundamentales.  

ü El desafío está en tener una nítida escala de valores. Pierde el rumbo la sociedad que, olvidándose de sus ciudadanos, establece otras prioridades y, en lugar de promover la salud, la educación y el bienestar del pueblo, invierte sus recursos en armas o en proyectos estrafalarios que sólo buscan alimentar el ego de sus dirigentes. 

ü Si queremos avanzar en el reconocimiento de los derechos humanos fundamentales y erradicar las discriminaciones, hay que comprometerse con una ética pública que garantice unos espacios para todos, que proteja  los derechos,  en particular aquellos de los más vulnerables, y que tenga la posibilidad real de castigar a quienes actúen contra la justicia y la equidad, pretendiendo imponer sus intereses particulares sobre el bien común. 

ü Una ética pública, comprometida con los derechos humanos, reconoce y valora las diferencias como generadoras de ricas dinámicas sociales. En una sociedad democrática, el debate se alimenta de la diversidad de propuestas para la organización política, económica y social. La diversidad hace posible explorar diversos enfoques y soluciones. 

ü La primera lectura, tomada del libro del Levítico, y el texto del evangelista Marcos tienen como protagonistas a los enfermos de lepra, que eran víctimas de la  peor discriminación. Sus familiares y amigos los rechazaban. Jesús, superando los prejuicios, no solo conversó con el enfermo sino que se atrevió a tocarlo y así le devolvió la salud. 

ü Los prejuicios y las discriminaciones se van transmitiendo de generación en generación. Aunque el avance de  la ciencia logra corregir muchas interpretaciones equivocadas sobre, por ejemplo, el origen de las enfermedades, es necesario ir más allá y promover una formación ética que tenga como centro la dignidad humana, la igualdad de todos los seres humanos y el respeto por los derechos humanos. Con su ejemplo, Jesús nos enseñó la inclusión en todas sus dimensiones