I Domingo de Cuaresma, Ciclo B
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
ü Lecturas:
o
Génesis 9,
8-15
o
I Carta de san
Pedro 3, 18-22
o
Marcos 1,
12-15
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El Miércoles
de Ceniza muchos católicos se acercaron a las iglesias para participar en un
rito muy sencillo y significativo, la imposición de la ceniza, que nos invita a
reflexionar sobre la fragilidad de los proyectos humanos y es un llamado a
revisar el curso de nuestra vida.
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En los días
anteriores al Miércoles de Ceniza, en muchas ciudades del mundo se celebraron
los Carnavales, que se caracterizan por los desfiles de comparsas y las fiestas
en las calles. Es un periodo de permisividad y descontrol. En los Carnavales de
nuestra época se entremezclan elementos muy antiguos del mundo greco-romano (las
fiestas de invierno o Saturnales, y las Bacanales o fiestas en honor de Baco
dios del vino), tradiciones andinas prehispánicas e influencias de la cultura
afro.
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En este tiempo
litúrgico de Cuaresma nos preparamos para la celebración de la Pascua de Jesús,
es decir, su pasión, muerte y resurrección. La Pascua del Señor es el clímax de
la historia de la salvación y el contenido central de nuestra fe;
la mejor preparación será acoger la invitación a la conversión que nos
hacen las lecturas bíblicas que escucharemos durante los próximos Domingos de
Cuaresma; este mensaje central aparece con
claridad en el evangelio de hoy: “Después de que arrestaron a Juan el
Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: Se
ha cumplido el tiempo y el reino de Dios está cerca. Arrepiéntanse y crean en el
evangelio”:
o
La conversión
no es una tarea que podemos hacer dedicándole unas cuantas horas de trabajo a la
semana, sino que es un proceso que requiere toda la vida.
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Este proceso
debe partir de una pregunta básica: ¿qué quiere Dios de mí?
Si no tengo esta claridad inicial, mi
vida será una continua improvisación, desgastándome en actividades que no
responden a un proyecto global sobre el sentido de mi vida.
o
Lo primero es,
pues, preguntarnos por el “principio y fundamento” de nuestra existencia. En la
honda experiencia de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, este
es el primer paso que hay que dar.
o
Si tenemos
claridad sobre el punto de partida,
podremos avanzar explorando si las actitudes y acciones
singulares son coherentes con el plan que Dios nos propone realizar. Si hacemos
con sinceridad este examen, descubriremos que hay muchas negatividades que nos
impiden avanzar por el camino de la voluntad de Dios. La conversión nos pide
reconocer las incoherencias entre
el plan de Dios y las opciones de nuestra libertad, para luego ajustar el rumbo
de la vida.
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La conversión
es, pues, ese proceso interior de reconocimiento, purificación y ajuste
existencial. Este proceso nunca
terminado de la conversión se nutre de la experiencia fundante de la vida
cristiana, que es el sacramento del bautismo;
al recibirlo dejamos atrás el pecado y los antivalores para renacer a la
vida nueva que nos ofrece Jesús resucitado. Por el bautismo los creyentes
participamos del misterio pascual de Jesús.
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Por eso la
liturgia de este I Domingo de Cuaresma, cuyo mensaje central es el llamado a la
conversión, tiene como telón de fondo el sacramento del bautismo, que es el que
transforma el ser del cristiano y le da la gracia para actuar en coherencia con
esa transformación radical.
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Encontramos
referencias bautismales en el texto de la I Carta de san Pedro y también, de
manera simbólica, en el libro del Génesis:
o
Dice el
apóstol Pedro en su I Carta, refiriéndose al relato del Diluvio en el libro del
Génesis: “Aquella agua – la del Diluvio -
era la figura del bautismo, que ahora los salva a ustedes y que no
consiste en quitar la inmundicia corporal, sino en el compromiso de vivir con
una buena conciencia ante Dios, por la
resurrección de Cristo, Jesús, Señor nuestro”.
o
Para
comprender esta referencia de san Pedro al Diluvio, es conveniente recordar que
los escritos del Nuevo Testamento interpretan los textos del Antiguo Testamento
a la luz de la resurrección de Jesús; en otras palabras, los acontecimientos que
van tejiendo la historia de la salvación en su primera etapa, que es el anuncio
o preparación, son releídos en la perspectiva de Jesús, como realización de la
promesa y plenitud de la revelación. Su muerte y resurrección sellan la alianza
definitiva entre Dios y la humanidad.
o
El libro del
Génesis nos habla del Diluvio, del cual Noé y su familia fueron los únicos seres
humanos sobrevivientes. Según el relato bíblico, los pecados de la humanidad
fueron borrados por el Diluvio. Después de esta purificación radical, la luz del
arco iris anunció una renovada alianza de amor; dice el relato del Génesis:
“Pondré mi arco iris en el cielo como señal de mi alianza con la tierra”. El
agua del diluvio y la luz del arco iris son símbolos de purificación y de vida
nueva, y preanuncian el agua de la fuente bautismal y la luz de Cristo que la
Iglesia confía a los padres y
padrinos. El apóstol Pedro nos ayuda a comprender la relación entre el relato
del Génesis y la vida sacramental de la Iglesia.
ü
Es hora de
terminar nuestra meditación en este I Domingo de Cuaresma. Dispongamos nuestro
espíritu para vivir la experiencia renovadora de la Pascua de Jesús; y para ello
recorramos el camino de la conversión y tomemos conciencia del significado del
bautismo para nuestra vida de fe.