Domingo XXIV del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
ü
Lecturas:
o
Profeta Isaías 50,
5-9
o
Carta del apóstol
Santiago 2, 14-18
o
Marcos 8, 27-35
ü
En el evangelio de
hoy, Jesús indaga sobre las percepciones
que sobre Él tienen las multitudes
que lo han acompañado en su ministerio, y los apóstoles que han compartido su
cercanía:
o
“¿Quién dice la
gente que soy yo? Y ustedes, ¿qué dicen que soy yo?”. Las preguntas de Jesús son
muy interesantes porque quiere saber sobre las
percepciones que se han formado dos
grupos diferentes, las multitudes y sus más cercanos colaboradores.
o
Cuando hablamos de
percepciones, estamos reconociendo
que la subjetividad tiene un peso grande en el juicio que se exprese; esto
significa que las palabras y acciones de Jesús fueron leídas de manera muy
diferente, pues cada uno de los observadores – por llamarlos de alguna manera –
vio la realidad a través del filtro de su cultura, de sus convicciones,
experiencias previas, etc.
o
La diversidad de
percepciones queda muy bien
consignada en la respuesta dada a la primera pregunta de Jesús: “Algunos dicen
que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los
profetas”.
o
A la segunda
pregunta (“Ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”), Pedro asume la vocería del
grupo: “Tú eres el Mesías”.
ü
Teniendo como
telón de fondo estas dos preguntas sobre
percepciones que formula Jesús, los invito a focalizar nuestra meditación
dominical en la importancia que reviste la formación religiosa y ética que se
recibe en la niñez, porque ella marca, de manera indeleble, la
orientación religiosa y ética de la vida como adultos.
ü
Cuando hablamos de
formación religiosa en el interior de la familia, no pensamos en lecciones
teóricas dictadas por los padres, sino en la iniciación en la fe dentro de la
vida cotidiana y en la celebración de los acontecimientos familiares. Es la
oración sencilla de acción de gracias y de petición; es el acompañamiento del
niño para que descubra a Dios-amor
que le ha concedido el regalo de la vida y que quiere que sea feliz. Juan Pablo
II dice que “para el niño apenas hay distinción entre la madre que reza y la
oración; más aún, la oración tiene un valor especial porque reza la madre”.
ü
Educar en la fe es
transmitir un mensaje de vida porque se propone al hijo, a través de los hechos
sencillos de la vida diaria, los valores que van a trazar la orientación futura
cuando llegue a la edad adulta.
ü
Si el niño vive un
proceso de socialización en un cuadro de violencia intrafamiliar, en el que la
ternura y el respeto son los grandes desconocidos, estas carencias
necesariamente impactarán la percepción de Dios y de lo trascendente.
ü
Si el niño está
inmerso en un mundo en que los valores éticos no cuentan, y en el que no existen
fronteras que separen el bien y el mal, la justicia y la injustica, lo honesto y
lo deshonesto, le quedará muy difícil elaborar unas posturas éticas que le
permitan aportar
a una convivencia civilizada.
ü
Tomemos, pues,
conciencia de las graves
responsabilidades que recaen en nosotros los adultos respecto a la iniciación de
los niños en la fe y en los valores, la cual no se lleva a cabo mediante
discursos sino dando testimonio.
ü
Sigamos adelante
en nuestra reflexión. El texto del evangelista Marcos deja constancia de la
reacción que suscitó Jesús cuando les anunció los acontecimientos tan duros que
tendría que afrontar: “Se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del
hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos
sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al
tercer día”. Pedro quiso disuadir a Jesús y trató
de modificar su agenda, lo cual le valió una dura reprimenda del Maestro.
ü
¿Qué significa
esto para los miembros de la comunidad eclesial? No podemos inventarnos a un
Jesús que se ajuste a nuestros intereses y que coexista con nuestra mediocridad.
El Jesús que nos testimonian los
Evangelios y que la Iglesia anuncia es el Jesús del misterio pascual, que murió
en una cruz y a quien el Padre resucitó de entre los muertos y constituyó Señor
del universo, cuyo seguimiento pide opciones radicales.
ü
Es hora de
terminar nuestra meditación dominical, que ha partido de las preguntas que hizo
Jesús sobre las percepciones que
tenían sobre Él las multitudes que lo seguían y sus más inmediatos
colaboradores. Las preguntas sobre las percepciones nos hicieron tomar
conciencia de la huella imborrable que dejan las primeras experiencias
religiosas y éticas que viven los niños en sus hogares. Estas primeras vivencias
deben facilitar el descubrimiento del misterio de Cristo en toda su riqueza, sin
recortes que pretendan mitigar la radicalidad del compromiso de vida al que nos
invita.