Domingo XXV del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
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Lecturas:
o
Libro de la
Sabiduría 2, 12. 17-20
o
Carta del apóstol
Santiago 3, 16 – 4, 3
o
Marcos 9, 30-37
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En estas últimas
semanas, la paz es el tema obligado de conversación entre los colombianos por el
anuncio de la apertura de diálogos entre el Gobierno nacional y la guerrilla de
las Farc. Como se trata del problema más sentido que tenemos, todos expresamos
nuestras esperanzas y temores; este es el punto central en los medios de
comunicación y en los encuentros sociales.
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De ahí que nos
llamen profundamente la atención unas expresiones que aparecen en el texto de la
Carta del apóstol Santiago que acabamos de escuchar. Dice la Carta: “Los
pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia. ¿De dónde vienen las
luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No es, acaso, de las malas pasiones que
siempre están en guerra dentro de ustedes? Ustedes codician lo que no pueden
tener y acaban asesinando. Ambicionan algo que no pueden alcanzar, y entonces
combaten y hacen la guerra”.
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El apóstol
Santiago expresa, en su estilo particular, que la codicia y la ambición son los
mayores generadores de violencia.
La avidez de la riqueza y del poder conducen a la negación de los derechos
humanos fundamentales y a la violación de la normatividad jurídica.
En nuestro país, se han escrito innumerables estudios sobre las causas de
los conflictos que han desgarrado nuestra historia. El breve tiempo dedicado a
la homilía dentro de la liturgia dominical no es el momento adecuado para este
tipo de análisis políticos, económicos, sociales. Lo que sí queda muy claramente
subrayado por el apóstol Santiago
es que son incompletos los análisis de los llamados
violentólogos, si no incorporan las
variables de las actitudes éticas y de la educación
en sus escritos sobre el conflicto colombiano. La violencia que ha
enlutado los campos y ciudades de nuestro país
se incuba en lo profundo del corazón humano; estamos, pues, ante un
complejo asunto de educación ética y de valores, que
no se soluciona solamente firmando
acuerdos y creando unos espacios para la participación política. Hay que ir a la
raíz de manera que podamos formar mujeres y hombres nuevos.
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Los invito a que
meditemos en las palabras del apóstol: “Los pacíficos siembran la paz y cosechan
frutos de justicia”. ¿Qué nos dicen, aquí y ahora, estas palabras?
o
Estos dos verbos –
sembrar y cosechar -, tomados de las
faenas del campo, expresan la complejidad de las conversaciones de paz, de las
cuales no se pueden esperar resultados inmediatos, como si se tratara de
productos salidos de un taller de confecciones; los dos verbos nos sugieren que
estos procesos toman tiempo, requieren
un monitoreo continuo de cada uno de los
pasos que se van dando y de los compromisos que se asumen,
con mecanismos de verificación muy
precisos, y una cuidadosa vigilancia para evitar que los enemigos externos
destruyan el incipiente cultivo.
o
Los expertos en el
conflicto colombiano afirman que ahora se dan las
condiciones favorables para iniciar este tipo de conversaciones, las cuales
no existían anteriormente.
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Yo los invito a
que asumamos la tarea que nos propone el apóstol Santiago en su Carta, de ser
sembradores de paz, en el lugar en que nos encontremos:
o
No permitamos que
el escepticismo nos paralice y que nos neguemos a avanzar en esa dirección.
Ciertamente, tenemos muchos motivos de desconfianza; pero, habiendo aprendido de
las equivocaciones del pasado, caminemos hacia una Colombia diferente.
o
Los verbos sembrar
y cosechar nos hacen caer en la cuenta de las profundas transformaciones que hay
que realizar para superar las
desigualdades sociales, la impunidad, la apatía en la participación política, la
intolerancia, etc.
o
No pensemos que la
paz tiene como únicos protagonistas a los negociadores escogidos por el Gobierno
nacional y por el Secretariado de las Farc. Todos somos corresponsables de la
paz y debemos sembrarla allí donde
nos encontramos: en la familia, en el lugar del trabajo, en las relaciones con
los vecinos.