Domingo XXIX del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
El servicio,
factor diferenciador del cristiano
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Lecturas:
o
Profeta Isaías 53,
10-11
o
Carta a los
Hebreos 4, 14-16
o
Marcos 10, 35-45
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La liturgia de
este domingo propone a la comunidad
el servicio, como un elemento
esencial del seguimiento del Señor. A propósito de una conversación sobre
privilegios y posiciones de poder que se dio entre los apóstoles, Jesús
aprovechó la oportunidad para dar una orientación muy precisa: “El que quiera
ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser el primero,
que sea el esclavo de todos”. De esta manera, Jesús establece una clara
diferencia entre el Reino que Él anuncia, y los poderes de este mundo cuya
motivación es el dominio.
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Cuando Jesús
afirma que el servicio es un factor
diferenciador en la nueva creación que Él instaura, está expresando su vivencia.
A través de sus enseñanzas y de sus milagros, sirvió a aquellos que estaban más
necesitados: los pobres, los excluidos de la sociedad, los enfermos, los
pecadores. La vocación de servicio es llevada por Jesús hasta el extremo de dar
la vida por nosotros, para que tuviéramos acceso a la participación de la vida
divina.
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Esta temática del
servicio no sólo está presente en el
relato evangélico que hemos escuchado; también se encuentra en las otras dos
lecturas:
o
El profeta Isaías
presenta la imagen del Siervo de Iahvé, quien expresa el servicio a la comunidad
entregando la vida como expiación: “Con sus sufrimientos justificará mi siervo a
muchos, cargando con los crímenes de ellos”. Esta figura del Siervo, descrita
por el profeta Isaías, anticipa lo que será la pasión y muerte del Señor,
expresión – la más radical de todas – de servicio a la humanidad.
o
Un concepto
teológico semejante aparece en la Carta a los Hebreos, donde se subraya el
compromiso total del Señor con nuestra condición humana: “No tenemos un sumo
sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos, puesto que
Él mismo ha pasado por las mismas pruebas, excepto el pecado”. En este contexto,
el servicio del Señor a la humanidad tiene la impronta de la solidaridad y la
compasión.
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Vemos, pues, que
el hilo conductor de la liturgia de este domingo es el
servicio, tal como lo muestran las
lecturas: servicio como entrega expiatoria del Siervo de Iahvé; servicio como
solidaridad y compasión en el Sumo Sacerdote de la Nueva alianza; servicio
como estilo peculiar de ejercer la función de autoridad
dentro de la comunidad.
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Los invito a que
avancemos en nuestra reflexión, pues la palabra
servicio es muy rica y sugiere
acciones concretas en favor de los
demás, teniendo en cuenta personas, tiempos y lugares, como dice San Ignacio de
Loyola:
o
Cuando pensamos en
servir a los demás, lo primero que se nos ocurre es tender la mano a las
personas que padecen algún tipo de necesidad; las posibilidades de servir a los
necesitados son infinitas. Ante el amplísimo abanico de posibilidades de
servicio que se abren ante nosotros, debemos preguntarnos en qué campo puede ser
más eficiente el aporte que hagamos en cuanto a recursos económicos
y al tiempo que dediquemos.
o
Cuando nos
comprometemos con algún tipo de servicio a la comunidad, nos sentimos útiles
pues trascendemos el pequeño mundo de nuestras preocupaciones individuales para
articularnos a un proyecto más amplio, que impacta positivamente las vidas de
otros seres humanos. Cada uno de nosotros puede aportar un poco de bondad
a una sociedad desgarrada por tantas formas de violencia.
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Ahora bien, no es
suficiente tener buena voluntad de servir a los demás; la forma como lo hacemos
debe ser analizada cuidadosamente para que se logren los beneficios que
buscamos:
o
Ante todo, el
servicio que prestamos a otras personas debe ser oportuno; esto significa que
debe ser respuesta a necesidades reales y en el momento adecuado; con
frecuencia, iniciativas muy generosas producen resultados negativos porque
resultan impertinentes, es decir, porque se llevan a cabo en el momento o en
circunstancias equivocadas.
o
Debemos ser
extremadamente delicados en la forma como servimos a los demás para no herir
susceptibilidades y no maltratar la autoestima de esas personas. Por eso hay que
evitar toda sombra de paternalismo y hacer que aquellos a quienes queremos dar
la mano sean los actores de su propia superación y crezcan en autonomía.
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Si queremos seguir
las huellas de Jesús, el servicio a
los demás es el criterio por excelencia para tomar las decisiones correctas. En
el Evangelio, el amor a Dios y a los hermanos son inseparables. De ahí que
nuestra espiritualidad debe tener la impronta del
servicio, el cual se puede expresar
de muchísimas maneras.