Domingo XXX del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
Ser
positivos en medio de las dificultades
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Lecturas:
o
Profeta Jeremías
31, 7-9
o
Carta a los
Hebreos 5, 1-6
o
Marcos 10, 46-52
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En medio de la
riqueza de temas teológicos que nos ofrece la liturgia de hoy, hemos escogido,
como tema de meditación, el mensaje de optimismo y gozo que transmite el profeta
Jeremías en la primera lectura, y que se expresa en hermosa oración en el Salmo
125.
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Para captar la
profundidad del mensaje positivo de Jeremías, es necesario ubicarlo en su
momento histórico, que fue muy
difícil:
o
El profeta nace
hacia el año 645 AC, y fue testigo del deterioro político y religioso que
condujo a la ruina al reino de Judá. El momento más dramático se vivió en el 587
AC, cuando los ejércitos caldeos se apoderaron de Jerusalén, incendiaron el
Templo y el pueblo fue deportado.
o
A través de sus
escritos, Jeremías buscó que los dirigentes reaccionaran
ante las amenazas que acorralaban al
pueblo. Pero sus esfuerzos fueron en vano.
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Por eso llaman la
atención los capítulos 30 y 31 de sus escritos – el texto que hemos leído hoy
pertenece al capítulo 31 -, que en una forma poética comunican un sentido
mensaje de consolación y optimismo. ¿Cómo es posible utilizar este lenguaje en
medio de la destrucción de la guerra?
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Dice el profeta:
“Griten de alegría por Jacob, regocíjense por el mejor de los pueblos;
proclamen, alaben y digan: El Señor ha salvado a su pueblo, al grupo de los
sobrevivientes de Jerusalén. Vienen llorando, pero yo los consolaré y los
guiaré; los llevaré a torrentes de agua por un camino llano en el que no
tropezarán”.
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¿Cómo es posible
que Jeremías escriba estas palabras de consolación mientras el reino de Judá
saltaba en mil pedazos? La razón es simple: Jeremías es mucho más que un testigo
de los acontecimientos socio-políticos; sus escritos no son las crónicas de un
periodista de guerra.
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Jeremías es un
hombre de fe capaz de descubrir, en
medio del humo de los incendios y de los gritos de los deportados, un sentido;
sabe que el Dios de la alianza está junto a ellos y que cumplirá sus promesas.
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La fe de Jeremías,
anclada en la Alianza inconmovible entre Dios y su pueblo, le permite pronunciar
palabras de consolación y optimismo. Esto mismo lo expresa hermosamente el
Salmo: “Como cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora
nuestra suerte, Señor, y entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran
con dolor”.
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El profeta
Jeremías invita a sus contemporáneos a hacer una lectura integral de los
acontecimientos que están viviendo para no dejarse agobiar por el peso de un
presente insoportable. Con frecuencia, la magnitud de una crisis oscurece
nuestra capacidad de juicio. En Israel, los profetas prestaron un gran servicio
a la comunidad ayudando a leer el presente teniendo como referencia su historia,
en la que Dios se había manifestado en los momentos cruciales; esta perspectiva
permitía leer el presente en clave
diferente, y mirar con esperanza el futuro.
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¿Qué nos dice a
nosotros este mensaje positivo del profeta Jeremías? Para responder a esta
pregunta, los invito a hacer algunas sencillas consideraciones sobre la
educación y la espiritualidad:
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En pedagogía, hay
un concepto muy interesante, el de la
tolerancia a la frustración. Con estas palabras se designa el desarrollo de
actitudes que permitan afrontar exitosamente las situaciones de fracaso, que
necesariamente nos acompañarán a lo
largo de la vida. Pensemos, por ejemplo, en situaciones muy frecuentes: una mala
nota en un examen, un disgusto en la familia, la pérdida del trabajo, etc. Hay
personas que se derrumban ante estas situaciones. ¿Por qué vemos tantas personas
frágiles? Porque una educación equivocada las acostumbró a que sus deseos eran
órdenes y todo tenían que marchar a su gusto; la vida se encarga de mostrar que
la realidad es diferente. Por lo tanto, si los padres de familia no educan a sus
hijos de manera que sean capaces de afrontar con ánimo positivo
los fracasos y disgustos que trae la vida, cuando sean adultos se
sentirán profundamente infelices e incapaces de reaccionar.
o
La tolerancia a la
frustración permitirá ver las dificultades no como algo destructor, sino como
una oportunidad de revisar procesos, clarificar relaciones, ajustar decisiones.
En sí mismas, las crisis no son buenas o malas; todo depende de cómo salgamos de
ellas, destrozados o fortalecidos.
o
La fe nos invita a
descubrir el plan de Dios en nuestra vida; en medio de las dificultades debemos
preguntarnos ¿qué nos está mostrando Dios?
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En los cursos
en los que se prepara a los papás y a los padrinos para el bautizo de los
niños, se les dice que por las aguas bautismales participamos de la Pascua del
Señor, es decir, del misterio de su muerte y resurrección. Esta afirmación
adquiere todo su sentido cuando surgen las crisis; veámoslas como una
participación de la Pascua del Señor, como oportunidades de crecimiento personal
y espiritual, de manera que cada día nos identifiquemos más con Cristo.