Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Solemnidad. Jesucristo, Rey del Universo
Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.
Asumamos las responsabilidades de cara al futuro
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Lecturas:
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Profeta Daniel 7,
13-14
o
Apocalipsis 1, 5-8
o
Juan 18, 33-37
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La liturgia de
este domingo celebra la fiesta de Jesucristo, Rey del universo. Esta celebración
tiene una ubicación muy precisa dentro del calendario litúrgico; no se celebra
en este momento del año por simple capricho. Veamos su sentido:
o
El año calendario
empieza el 1 de enero y termina el 31 de diciembre. A su vez, el año litúrgico
empieza con el Adviento o preparación para la Navidad, y termina con la fiesta
de hoy, en honor de Cristo Rey.
o
Los fieles que
participan en la misa de cada domingo van recorriendo las diversas etapas de la
vida del Señor: su nacimiento, su ministerio apostólico, su pasión, muerte y
resurrección. Así está articulado el año litúrgico. Teniendo como eje los
misterios de la vida de Cristo, las lecturas bíblicas nos presentan los textos
más significativos de la historia de la salvación.
o
Esta celebración
de Cristo Rey tiene un profundo significado teológico, pues no solo es el punto
de llegada de unos textos bíblicos proclamados en las celebraciones eucarísticas
de los domingos, sino que recuerda a la comunidad de fe que Jesucristo,
constituido Señor del universo, es
la meta de la historia, el punto de llegada de la aventura humana. Por Él, con
Él y en Él caminamos hacia la casa del Padre, donde seremos acogidos como hijos
y herederos.
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A las generaciones
contemporáneas les suena muy distante este lenguaje que utiliza la Iglesia; la
expresión Cristo Rey no encaja en la
cultura democrática e informal de nuestro tiempo. Conscientes de estas
limitaciones del lenguaje, los invito a explorar el significado de esta
expresión, teniendo como referencia algunos
hechos históricos:
o
A través de los
libros y de las películas, hemos conocido los grandes imperios que han aparecido
en diversos momentos. Estos
imperios han sido el fruto de audaces proyectos militares y políticos.
Recordemos algunos nombres famosos: el imperio persa, Alejandro Magno, los
romanos, los turcos otomanos, la expansión colonial de las potencias europeas en
América, África y Asia, el imperio de los zares, la Unión Soviética, Hitler…
o
Aunque las
condiciones en que aparecieron estos imperios son absolutamente diferentes, en
todos ellos encontramos un elemento común: la imposición de un sistema político
por la vía de las armas.
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Cuando hablamos
del reinado de Cristo estamos ante
una realidad absolutamente diferente. En el evangelio que acabamos de escuchar,
Jesús responde a la pregunta que le
hace el gobernador romano: “Mi reino no es de este mundo”. Por eso, cuando
hablamos del reinado universal de Cristo estamos rompiendo todos los paradigmas
convencionales asociados con los imperios que conocemos:
o
El reinado
universal de Cristo es un llamado a la libertad de los seres humanos, y no una
imposición. Es una invitación para abrazar un programa de vida, expresado
hermosamente en el Sermón de las Bienaventuranzas. En él, Jesús muestra un
camino diferente de felicidad, que pasa por la humildad, el desprendimiento, la
mansedumbre. Semejante propuesta programática sería impensable para los gestores
de estos proyectos políticos y militares que han sido los imperios.
o
El reinado
universal de Cristo transforma en hijos y herederos a quienes lo acojan; “ya no
los llamo siervos, son mis amigos”. Por el contrario, estas
aventuras imperiales que han aparecido en la historia han reducido los
pueblos a la servidumbre y han negado sus derechos fundamentales.
o
El reinado
universal de Cristo instaura entre Dios y la humanidad
unas relaciones basadas en el amor y la confianza. Cristo asumió nuestra
condición humana y dio su vida para que nosotros tuviéramos acceso a una vida
diferente, la vida de los hijos de Dios. Por el contrario, los proyectos
hegemónicos humanos se imponen por la vía del temor, y los ciudadanos guardan
silencio por temor a las represalias.
o
El reinado
universal de Cristo instaura una justicia misericordiosa, que no tiene las
distorsiones e intereses de la justicia humana. La justicia divina no sólo ve
los hechos, sino que lee lo más profundo de los corazones, allí donde están las
motivaciones secretas que no compartimos con nadie.
o
El reinado
universal de Cristo traerá la reconciliación entre los pueblos y sanará todas
las heridas que nos impiden construir un proyecto de humanidad.
ü
Este reinado
universal de Cristo – que significa respuesta libre a una invitación, relaciones
fraternas, confianza, justicia y reconciliación – no es una promesa lejana para
el fin de los tiempos. Esa realidad ya está presente en medio de nosotros. El
Señor pide nuestra cooperación para transformar las estructuras, allí donde se
encuentra cada uno de nosotros: en la familia, en el grupo de vecinos y amigos,
en el ámbito laboral, como ciudadanos. Somos colaboradores en la construcción de
ese reino.