Domingo XXXI del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

ü     Lecturas:

o       Deuteronomio 6, 2-6

o       Carta de San Pablo a los Hebreos 7, 23-28

o       Marcos 12, 28b-34

 

ü        Para comprender el texto evangélico que nos trae la liturgia de hoy hay que recordar el enfrentamiento entre Jesús y las autoridades religiosas de Israel, que cada día se sentían más molestas con su predicación. Le hacían preguntas malintencionadas con el fin  de ponerlo en conflicto con las enseñanzas religiosas tradicionales. Pero Jesús no se deja “poner contra las cuerdas” y  argumenta vigorosamente.

 

ü        El interlocutor del relato de hoy es un  maestro de la ley. Pero, a diferencia de los colegas que lo habían precedido en las discusiones con Jesús, es un hombre honesto que no está cegado por los prejuicios. Por eso Jesús le dice: “no estás lejos del reino de Dios”. Concentrémonos en el diálogo entre Jesús y este personaje.

 

ü        La pregunta que hace el maestro de la ley  es precisa: “¿qué mandamiento es el primero de todos?”

o       El Judaísmo de esa época tenía un problema muy serio respecto a la observancia de la ley, pues un número absurdamente alto de normas y preceptos impedía ver con claridad qué era lo realmente importante en la relación con Dios.

o       Los líderes religiosos habían formulado 613 mandamientos, de los cuales 365 eran prohibiciones y 248 eran preceptos positivos. Si nos acercamos a esta lista interminable con sentido práctico, comprendemos que era imposible su cumplimiento. El pueblo creyente era incapaz de atender a tantos requerimientos. Y el  problema del cumplimiento se agudizaba porque las escuelas rabínicas hacían diversas interpretaciones y cada una proponía su propia jerarquía de normas.

 

ü         Jesús nunca estuvo de acuerdo con esta forma de vivir la religión  que la reducía a un ritualismo vacío que no iba al fondo de la relación con Dios y con la comunidad. Por eso aprovechó esta oportunidad de oro para corregir desviaciones y para fijar su posición.

 

ü        Comprendemos, entonces, la importancia de la pregunta que  el maestro de la ley hace a Jesús: “¿qué mandamiento es el primero de todos?”

 

ü        Analicemos la respuesta de Jesús, que ofrece unos elementos muy interesantes:

o       Sintetiza el difícil laberinto de los 613 mandamientos en un solo punto, y declara que el amor de Dios y el amor al prójimo son el centro de todos ellos.

o       Une los dos mandamientos nucleares dándoles la misma importancia, de manera que el amor a Dios y al prójimo son inseparables. Como las dos caras de una misma moneda.

o       Se sale del esquema enseñado por los escribas y fariseos, quienes veían la religión bajo la óptica del cumplimiento de unos ritos externos, y centra la religión en el amor y la justicia.

o       Despoja a los jefes religiosos del poder de interpretar la complejísima lista de los 613 mandamientos, pues el pueblo ya puede prescindir de ellos en la medida en que  descubre una religiosidad mucho más sencilla, que no necesita de eruditas interpretaciones.

o       Vemos, pues, que la respuesta de Jesús simplifica lo que se había complicado innecesariamente; va a lo fundamental. Esto queda confirmado mediante la repetición de la palabra “todo”, que aparece repetida en cuatro ocasiones: “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. Se trata de asumir el amor y la justicia como un compromiso de vida. Para ello Jesús repite el viejo texto del Deuteronomio, que escuchamos al comienzo de esta celebración.

 

ü         Es hora de terminar nuestra meditación dominical. La respuesta que ofrece Jesús a la pregunta del maestro de la ley aporta una luz especial para comprender nuestra pertenencia a la Iglesia:

o       Ciertamente, la Iglesia como cuerpo social necesita unas estructuras y unas reglas que permitan su adecuado funcionamiento.

o       Es importante subrayar que se trata de algo puramente funcional, que no podemos identificar con lo nuclear de la relación con Dios.

o       Que este texto evangélico de hoy, que tiene como telón de fondo el libro del Deuteronomio, nos ayude a descubrir una experiencia religiosa centrada en el amor a Dios y al prójimo, y que se expresa en hechos de justicia.