Domingo IV de Pascua, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

ü     Lecturas:

o       Hechos de los Apóstoles 4, 8-12

o       I Carta del Apóstol San Juan 3, 1-2

o       Juan 10, 11 – 18

 

ü     La piedad popular ha rodeado la figura del Buen Pastor de imágenes poéticas que evocan la paz de la vida del campo. Tenemos que reconocer que esta alegoría está asociada con sentimientos poéticos, amables, pacíficos.  Sin embargo, el contexto en el que el evangelista San Juan la propone es todo lo contrario, pues Jesús estaba en abierto enfrentamiento con los fariseos y contra ellos van dirigidas las alusiones sobre los asalariados que no están comprometidos con el cuidado del rebaño y que huyen ante el menor peligro. A los fariseos este texto no les debió parecer un hermoso poema campesino sino una declaración de guerra.

 

ü     Dejando atrás el mundo de los fariseos y trasladándonos a nuestra época, constatamos que este lenguaje de pastores y rebaños suena mal, pues ningún colectivo quiere ser considerado un rebaño ya que la palabra “rebaño” hace referencia a manipulación, masificación, pérdida de autonomía. Por eso la interpretación que hagamos de esta parábola debe tener en cuenta estas sensibilidades propias de nuestra cultura.

 

ü     Después de estas aclaraciones sobre el contexto conflictivo en el que Jesús hace su catequesis y las connotaciones negativas que estas imágenes tienen en nuestra cultura contemporánea, podemos profundizar en el texto.

 

ü    Jesús se presenta como el “buen pastor”. A través de esta imagen campesina, Jesús está diciéndonos que él es nuestro guía, nuestro líder. ¿Cuáles son los rasgos que caracterizan a este buen pastor, guía o líder? El texto traza un perfil muy sugestivo:

o       El primer rasgo es el conocimiento personal: “Conozco a las mías y las mías me conocen”. Jesús nos está diciendo que existe una relación personal entre él y cada uno de los miembros de la  comunidad. No somos unos NN anónimos, sino que nuestra historia personal, con sus luces y sombras, no tiene secretos para él; nuestras cualidades y miserias le son patentes.

o       El segundo rasgo es la protección y defensa. Él conoce los peligros de todo tipo que nos amenazan, y está junto a nosotros para acompañarnos en el  viaje azaroso de la vida.

o       El tercer rasgo es el compromiso total. La expresión que utiliza no deja dudas: “el buen pastor da la vida por las ovejas”. Esta frase es de un gran valor pues en las relaciones sociales muchos amigos están presentes cuando las cosas van bien, cuando hay invitaciones, cuando esas amistades nos aportan contactos y referencias útiles. Por el contrario, estos amigos desaparecen en los tiempos de crisis. El buen pastor  tiene un compromiso total no sometido a los vaivenes de la fortuna.

o       El cuarto rasgo es la capacidad de convocatoria. El buen pastor aglutina tanto a los que están cerca como a los que están dispersos por diversos motivos. Es muy importante este rasgo porque permite la creación de una comunidad que no es excluyente, que comparte proyectos comunes y descubre convergencias capaces de llevar a cabo iniciativas valiosas.

 

ü     Es evidente que esta parábola del Buen Pastor, traducida en palabras de hoy, aporta elementos muy ricos para comprender el sentido de un auténtico liderazgo de servicio, no de poder, dentro de la Iglesia. Todos los que tenemos responsabilidades especiales dentro de la comunidad eclesial deberíamos meditar, una y mil veces, esta parábola pues con frecuencia los pastores  nos apartamos de este modelo que nos propone Cristo.

 

ü     La Iglesia quiere que este domingo, que tiene como figura central al Buen Pastor, sea un día de oración por las vocaciones sacerdotales.

 

ü     Invito a todos los presentes para que oren por las vocaciones. Pidamos a Dios Padre, por intermedio de Jesús el Buen Pastor,  que dé a las comunidades excelentes sacerdotes:

o       Sacerdotes que sean hombres de oración, que celebren con devoción la eucaristía, que sean muy conscientes de ser simples instrumentos en las manos de Dios;

o       Sacerdotes con actitud de servicio, sin arrogancias, que no se sientan poseedores de la verdad sino acompañantes en un proceso continuo de búsqueda;

o       Sacerdotes que, en lugar de regañar y de maltratar a los fieles, siempre tengan en los labios una palabra amble de esperanza;

o       Sacerdotes que lleven una vida transparente motivo de inspiración para la comunidad y que, por tanto, estén lejos de cualquier tipo de escándalo. A propósito de escándalos, hay dos comportamientos que son particularmente sensibles: la comunidad rechaza a los curas negociantes, que utilizan los sacramentos para hacer plata; y la comunidad rechaza a los curas cuya vida personal es desordenada y acosan sexualmente a sus feligreses. Las autoridades eclesiásticas y civiles deben ser absolutamente  implacables cuando se trata de menores de edad; en estos casos no cabe ningún tipo de flexibilidad o tolerancia;

o       Sacerdotes que estén inmersos en la cultura contemporánea, que conozcan sus tendencias, que estén informados sobre los avances científicos. La predicación tiene que estar conectada con lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Un sacerdote ignorante hace un daño enorme.

 

ü     Es hora de terminar nuestra meditación dominical sobre la parábola del Buen Pastor, la cual no tiene nada de romántico sino que desenmascara la falsedad de tantos líderes religiosos indignos de su cargo. Los rasgos de Jesús como Buen Pastor deben ser motivo de meditación para quienes desempeñamos el ministerio sacerdotal. Y en esta Jornada de Oración por las Vocaciones pidamos por la excelencia espiritual y humana de los que siguen el llamado del Señor.