Domingo I de Cuaresma, Ciclo A

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü      Lecturas:

o       Génesis 2, 7-9; 3, 1-7

o       Romanos 5, 12 – 19

o       Mateo 4, 1-11

 

ü    Las lecturas de hoy tienen un claro hilo conductor, que le da coherencia a la liturgia de este domingo. Este hilo conductor es la tentación, experiencia profundamente humana, vivida por Adán y Eva en el paraíso, y por Jesús en el desierto.

 

ü   El relato del Génesis es fascinante desde el punto de vista literario, pues nos ofrece unas imágenes llenas de colorido. Dios es presentado como un artista que modela a su obra de arte, que es el ser humano. El escenario  donde Dios ubica a la pareja – el llamado “paraíso terrenal” -  es una explosión  de formas y colores, que supera infinitamente  cualquier montaje de Hollywood. Aparecen los símbolos del árbol, de la serpiente y la manzana, cargados de significado dentro de la literatura oriental.

 

ü   ¿Cuál es el mensaje profundo de este relato sobre la tentación y el pecado? La gran tentación del ser humano a lo largo de todos los tiempos ha sido querer ser como Dios... Muchos han sucumbido a la tentación de considerarse dueños de la verdad, a la tentación de sentirse superiores, a la tentación de creer estúpidamente que no necesitan de nada ni de nadie, ni siquiera de Dios. La soberbia, que enceguece la mente y el corazón, nos hace perder el sentido de los límites.

 

ü   El evangelio nos presenta a Jesús que se retira a la soledad del desierto para prepararse para el enorme compromiso de anunciar el Reino de Dios. En ese contexto de soledad y silencio, Jesús vive el drama humano de la tentación. Este texto del evangelio de hoy nos permite sentirnos muy cerca de este Jesús frágil, acorralado por  los llamados insistentes de la tentación que lo empuja a abandonar su proyecto original de fidelidad a Dios Padre.

ü   La primera tentación es la del hambre. Es el llamado a satisfacer todas las demandas del cuerpo. En el mundo actual vivimos un impresionante culto al cuerpo y al placer, reforzado por los mensajes de la publicidad. El cuerpo se convierte en un valor absoluto al que hay complacer sin límites. A esta tentación Jesús responde: “No solo de las cosas materiales vive el hombre”. Frase profunda que deberíamos meditar en esta sociedad consumista que nos presiona a explorar nuevas sensaciones y a disfrutar sin medida.

 

ü   La segunda tentación es el llamado para arrojarse desde lo más alto del templo de Jerusalén para hacer un milagro espectacular. Es la tentación de querer manipular a Dios y poner la religión al servicio de intereses mezquinos. La acción de Dios es discreta, actúa en lo profundo de los corazones y rechaza el milagrerismo que monta espectáculos de falsas curaciones en estadios y en estudios de TV.

 

ü   La tercera tentación es la más atrevida. El espíritu del mal invita a Jesús a abandonar el servicio exclusivo del Padre para adorarlo a él. Y en recompensa Jesús recibirá riqueza y poder. ¡Cuántos hombres y mujeres han sucumbido a esta misma tentación, han vendido sus conciencias y han traicionado los más valores más sagrados!

 

ü   Los relatos sobre la tentación, tanto en el libro del Génesis como en el evangelio de Mateo, nos indican que la tentación pertenece a la condición humana. No hay día en que no escuchemos sus voces seductoras  y la voluntad es débil.

 

ü   A Adán y Eva se les “fueron las luces”, porque fueron  hipnotizados por la ilusión de llegar a ser como dioses... Hicieron la apuesta equivocada y perdieron. Por el contrario, Jesús permaneció fiel a su vocación primera. San Pablo, en los versículos de la carta a los Romanos que escuchamos hace algunos minutos, recuerda lo que sucedió con el primer Adán y lo que sucedió con Jesucristo, al que identifica como el segundo Adán. 

 

ü   En la vida matrimonial es posible que se “vayan las luces”. Uno de los miembros de la pareja queda deslumbrado ante la aparición de una tercera en su camino. Drogado por este hechizo, arroja todo por la borda: años de matrimonio,  una historia construida con su pareja, los hijos. En los momentos de locura y de pasión,  no hay razonamiento que haga recapacitar a estas personas.

 

ü    En la vida de los negocios es posible que se “vayan las luces”. Ante la oportunidad de  obtener unas utilidades grandes, el comerciante o el  empresario olvidan los principios éticos que defendieron durante años y emprenden acciones que los pueden conducir a la cárcel y a la pérdida de su reconocimiento social. La tentación de la riqueza enceguece.

 

ü   En la vida política es posible que se “vayan las luces”. Las ambiciones de poder empujan a los actores políticos a prometer lo que no se puede cumplir, a pactar alianzas que no se van a respetar, a hablar de justicia y equidad cuando lo único que importa es el logro individual. La tentación del poder político transforma a los individuos y los hace irreconocibles.

 

ü   En la oración del “Padre nuestro” hacemos una petición: “No nos dejes caer en la tentación”:

 

o       Al meditar en el drama vivido por Adán y Eva, pidámosle al buen Dios que nuestra libertad no se equivoque en sus decisiones.

o       Al meditar en la experiencia vivida por Jesús en el desierto, pidámosle al buen Dios que tengamos unos principios morales lo suficientemente sólidos como para resistir a los falsos argumentos que nos  incitan al mal.

o       Al reflexionar sobre los textos que nos propone la liturgia de este I Domingo de Cuaresma, pidamos al buen Dios que superemos positivamente las tentaciones que encontraremos en el camino de la vida, de manera que salgamos fortalecidos en nuestras convicciones y confirmados en nuestras opciones de vida.