Domingo III de Adviento, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

ü     Lecturas:

o       Profeta Isaías  61, 1-2.10-11

o       I Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 5, 16-24

o       Juan 1, 6-8.19-28

 

ü    Este domingo el personaje central de la liturgia vuelve a ser Juan Bautista. El domingo anterior nos acercamos a la figura del Precursor y descubrimos su compleja personalidad que rompía los moldes convencionales de la época; esta exploración la hicimos siguiendo el texto del evangelista Marcos. Este domingo reflexionaremos sobre los aportes que hace el evangelista Juan, quien describe al Precursor como un testigo: “él no era la luz, sino testigo de la luz”

 

ü    Juan Bautista había impactado poderosamente a sus contemporáneos, quienes se preguntaban quién era, en último término, ese personaje tan especial. La pregunta se la hacían tanto sus seguidores como aquellos que lo miraban con sospecha porque se sentían incómodos ante su predicación. ¿Acaso era el Mesías esperado? ¿Por ventura era el venerado profeta Elías?  ¿Quizás era un nuevo profeta enviado por Yahvé?

 

ü     Es muy interesante analizar cómo se va definiendo la identidad del Bautista, es decir, cómo manifiesta su ser y su actuar, a través del diálogo que sostiene con quienes lo interrogan.

 

ü     Por unos breves instantes apartémonos de Juan Bautista, dejémoslo conversando con sus interlocutores, y veamos cómo solemos responder los seres humanos a la pregunta por la identidad. A la pregunta ¿tú quién eres? podemos responder de muchas maneras:

o       La respuesta más simple es decir nuestro nombre: soy fulano de tal.

o       Igualmente podemos responder  mencionando nuestra profesión (arquitecto, médico, contador, sacerdote) o el trabajo que realizamos (en Imbanaco, en Colgate Palmolive o en Carvajal)

o       También podemos expresar nuestra identidad haciendo referencia al apellido (soy de los XX de Buga o de Palmira o de Popayán...)

o       En pocas palabras, podemos dar diversas respuestas a la pregunta sobre quiénes somos.

 

ü    Volvamos a Juan Bautista: ¿cómo resuelve la curiosidad que suscita su identidad?

o       A pesar de que los que lo interrogaban abrieron un tentador abanico de alternativas, cada una de ellas de enorme prestigio – Mesías, Elías, profeta -, el Bautista no quiso darse aires de importancia. Simplemente retomó las palabras de Isaías: “Yo soy la voz que grita en el desierto, enderecen el camino del Señor”

o       Juan Bautista no quiso impresionar a nadie, no se atribuyó falsas identidades, no creó suspenso alrededor de su persona. Simplemente describió su misión: “yo soy la voz que grita en el desierto”

o       La fuerza del testimonio que da el Bautista brota de su interior, de su profunda vida espiritual, de la radicalidad de su opción de vida. La grandeza de Juan Bautista consistió  en que nunca buscó el protagonismo sino que siempre estuvo en función de Cristo, quien fue el eje alrededor del cual giró toda su vida. Lo sustantivo de su proyecto de vida fue preparar los caminos del Señor. No se reservó nada para él; todo lo entregó, incluso la vida, para el cumplimiento de su misión.

 

ü     Esta actitud generosa, no protagónica, de Juan Bautista podría inspirar a muchos de los que participan  en esta misa dominical:

o       Ser padres y madres de familia en el estilo de Juan Bautista es acompañar a los hijos para que descubran su propio proyecto de felicidad, que puede ser diferente del de sus mayores, sin pretender condicionarlos y sin favorecer dependencias malsanas.

o       Ser educadores en el estilo de Juan Bautista es apoyar a los alumnos en la conquista de una libertad responsable, es estimularlos para que descubren y realicen sus potencialidades, sin querer imponerles un modelo predeterminado.

o       Ser sacerdotes en el estilo de Juan Bautista es acompañar en el proceso de maduración de la fe, es favorecer el desarrollo de conciencias adultas capaces de tomar decisiones, es llevar la paz a tantos corazones inquietos.