Domingo de Pentecostés, Ciclo B

Autor: Padre Jorge Humberto Peláez S.J.

 

 

ü     Lecturas:

o       Hechos de los Apóstoles 2, 1-11

o       I Carta del apóstol San Pablo a los Corintios 12, 3b-7. 12-13

o       Juan 20, 19-23

 

ü     Este domingo celebra la Iglesia la fiesta de Pentecostés, y con ella termina el periodo litúrgico de la Pascua. La palabra “pentecostés” significa cincuenta, porque nos reunimos cincuenta días después de la resurrección de Jesús.

 

ü     En Israel, la fiesta de Pentecostés tuvo una evolución interesante: al principio, fue una fiesta que se tenía con motivo de la recolección de la cosecha; después se convirtió en la  conmemoración de la promulgación de los diez mandamientos sobre el monte Sinaí. Para nosotros los cristianos, la fiesta de Pentecostés celebra la transformación maravillosa que experimentaron los discípulos al recibir el don del Espíritu Santo; de ahí que Pentecostés sea también la fiesta del nacimiento de la Iglesia.

 

ü     Las tres lecturas se refieren a la comunicación del Espíritu Santo a esa pequeña comunidad de atemorizados seguidores de Jesús. Cada una de las lecturas ofrece elementos muy ricos para nuestra meditación. Nos detendremos en algunos de ellos.

 

ü     El evangelio nos dice que Jesús se presentó en medio de los discípulos y a manera de saludo les dijo: “paz a todos ustedes”:

o       La paz es uno de los legados más significativos que nos hace Jesús resucitado.

o       Con frecuencia nos sentimos confundidos por las dificultades que encontramos en el camino: problemas de salud, angustias económicas, la situación de los hijos, etc.

o       La paz que nos ofrece Jesucristo  no consiste en una anestesia que alivie estos dolores del alma.  La paz que nos anuncia el resucitado es una serenidad interior para aceptar lo que no se puede cambiar y para dar la lucha contra aquellos factores negativos que debo modificar.

o       Colombia, agobiada por décadas de violencia, clama por esta paz  que nos permita cicatrizar las heridas y mirar hacia el futuro con optimismo.

 

ü     El texto de los Hechos de los Apóstoles nos habla de unas pequeñas llamas que se posaron sobre las cabezas de los que estaban reunidos, después de lo cual empezaron a hablar en lenguas, de manera que los extranjeros que se encontraban en Jerusalén con motivo de las fiestas pudieron entenderlos.

 

ü     Este efecto de la acción del Espíritu Santo debe ser entendido en su dimensión teológica evitando otro tipo de interpretaciones que  se desvían hacia el espectáculo. No pensemos que los seguidores de Jesús súbitamente se convirtieron  en políglotas, aptos para trabajar como traductores en las Naciones Unidas… No. Lo que vale la pena subrayar es cómo, a pesar de la enorme diversidad de lenguas y culturas, pudieron comprenderse porque hablaban el lenguaje universal del amor. Es frecuente que personas que hablan el mismo idioma, por ejemplo el español, no puedan entenderse porque afectivamente están muy distantes. El don del Espíritu Santo abrió sus corazones y los aglutinó alrededor de un proyecto común, el seguimiento de Jesús.

 

ü    Además del don de lenguas, entendido como capacidad de comprenderse en medio de la diversidad,  el don del Espíritu Santo transformó a quienes lo recibieron. Los que estaban encerrados por miedo a los judíos, fueron audaces misioneros que llevaron la buena noticia de Jesús a sus consanguíneos de Israel y al mundo greco-romano. Los que eran seres simples y de bajo nivel cultural, se convirtieron en ardientes oradores capaces de convencer a las multitudes para que abrazaran la causa de Jesús.

 

ü    Jesús resucitado, al dar a su Iglesia el don del Espíritu Santo, le confía una doble tarea: como anunciadora de su mensaje de salvación y como agente de reconciliación. Cuando hablamos de reconciliación, debemos explicitar su doble significación: por una parte, la Iglesia tiene el poder de perdonar los pecados, y esto lo realizan sus ministros a través del sacramento de la penitencia, conocida popularmente como confesión; y también la Iglesia debe ser portadora de la reconciliación social, pues los  pueblos se encuentran divididos por los odios religiosos, raciales, por la desconfianza política. ¡Cuántos millones de seres humanos víctimas de las diversas formas de intolerancia! La acción reconciliadora de la Iglesia no puede reducirse al ámbito del sacramento de la penitencia sino que debe ampliarse a los diversos conflictos que   distorsión la convivencia social.

 

ü     El texto de la primera Carta a los Corintios pone de manifiesto cómo el Espíritu Santo suscita diversos carismas dentro de la comunidad, lo cual nos lleva a reconocer que hay diversas posibilidades de contribuir a la construcción de ese proyecto común  que es el Reino de Dios. Es posible armonizar la diversidad  de carismas y opciones con  la unidad de fe.

 

ü    Es hora de terminar nuestra meditación dominical en esta fiesta de Pentecostés. Pidamos que el Espíritu Santo actúe en nuestros corazones ayudándonos a superar los temores e inseguridades; pidamos que el Espíritu Santo descienda sobre nuestros hogares para que se transformen las relaciones intrafamiliares; pidamos que el Espíritu Santo  descienda sobre nuestro país para que cicatricen las heridas de la guerra; pidamos al Espíritu Santo que descienda sobre la Iglesia para que ésta anuncie, con su ejemplo y con palabras comprensibles, la buena noticia de Jesús a un mundo anestesiado por el consumismo materialista.